El ajedrez de Elba

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

En Puebla, cientos la reconocieron con ovaciones como la arquitecta de la victoria cuando pisó el Centro de Exposiciones, a tope con 19 mil invitados, para asistir a la toma de posesión de Rafael Moreno Valle como gobernador. Encabezados por representantes de las dos secciones del sindicato de maestros, la ola de aplausos recibió a Elba Esther Gordillo como su heroína, y convertida en un factor real de poder a quien buscan y quien, conciente de la fuerza a su disposición para mover una elección, no entrega fácil su corazón.

Entró acompañada del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, como si quisiera dar un mensaje claro de en dónde se encuentra situada. Duarte enfrentó a Miguel Ángel Yunes, que había sido por largo tiempo el más sofisticado gladiador de la maestra, y a quien respaldó el presidente Felipe Calderón por encima del PAN veracruzano para ser quien le arrebatara al PRI el poder en el estado, uno de los cinco graneros de votos en la nación. Gordillo, sentida porque Yunes la desconoció, se alejó de él y lo dejó sólo. No pudo su viejo aliado con Duarte, pese a todo el apoyo federal y presidencial que se inyectó a su campaña.

En Puebla fue diferente. Moreno Valle es su hijo político con quien lo unen lazos personales. Por él, la maestra le dio la espalda a quien fue su subordinado, el recién salido gobernador de Puebla, Mario Marín, y metió todo en apoyo de su protegido que iba por una alianza encabezada por el PAN. La maquinaria azul no le alcanzaba a Moreno Valle para ganar, por lo que Gordillo envió a miles de maestros para hacer trabajo de proselitismo pero, sobretodo, para que ayudaran a cuidar las casillas el día de la elección y que Moreno Valle las tuviera todas cubiertas. Quien no tiene representantes confiables en todas las casillas, juega con una herida abierta en una elección. La maestra les abrió esa herida.

Para Guerrero la buscaron también. El PRI tenía a Manuel Añorve como su candidato a gobernador, respaldado por el senador Manlio Fabio Beltrones. Viejos adversarios, la maestra y el senador habían acordado recientemente una tregua y un pacto de no agresión, que fue el contexto para que los maestros acudieran al respaldo del PRI. Pero una semana antes de la elección, los maestros se fueron de Guerrero. El adversario de Beltrones era Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal, uno de los cuatro amores platónicos de la maestra, y con quien sin duda jugará en alianza en 2012.

La maestra está en una de las etapas más fuertes de su reinado de más de dos décadas al frente del sindicato de maestros, sobreviviente de varias batallas donde quisieron destruirla. Gordillo, una zorra política que huele la oportunidad tanto como el peligro, tiene mucho de oriental en su proceder, capaz de guardarse y esperar a que los vientos y las condiciones le sean más propicias, así como lograr que su sangre se mantenga templada.

En las elecciones presidenciales de 2006 hizo pagar a Roberto Madrazo una afrenta de tres años antes, cuando la traicionó en su propuesta para aumentar el IVA en el Congreso, y permitió que el mexiquense Emilio Chuayffet, que era su segundo en la bancada del PRI, la devorara. Cuando Madrazo se lanzó para la Presidencia, ordenó a los maestros en el país: voten por quien quieran, menos por Madrazo. Andrés Manuel López Obrador ganó en tres circunscripciones electorales; Felipe Calderón, en las otras dos.

La maestra había buscado a López Obrador durante la campaña, pero el candidato de la izquierda nunca quiso hablar con ella, y menos aún pactar una alianza que, juzgaba, lo mancharía. Buscó entonces a Calderón y lo halló. A cambio del respaldo magisterial irían puestos en el gobierno: subsecretarías (Educación), coordinaciones generales (Seguridad Pública), paraestatales (ISSSTE y la Lotería Nacional). Calderón siempre recibió críticas en su entorno inmediato que esa alianza era muy costosa, pero la mantuvo.

El año pasado se debilitó. Una sugerencia a la maestra de que quizás había llegado el tiempo de retirarse, tensionó las cosas. Hubo frialdad, enfrentamientos soterrados y reencuentros. La alianza, sin embargo, se modificó. Cuando llegó el momento de sustituir formalmente a Yunes en el ISSSTE –al irse de campaña a Veracruz-, la maestra propuso a su yerno, el subsecretario de Educación, Fernando González, pero lo vetó el Presidente. Héctor Larios, el ex diputado, era el candidato de Los Pinos, pero la maestra dijo no. Finalmente, el cargo se resolvió internamente.

La relación política en Los Pinos ya no es lo homogénea que era en la primera parte del sexenio. En Sinaloa, por ejemplo, respaldó la candidatura del priísta Jesús Vizcarra, pero perdió. Se puso del lado de Eduardo Bours en Sonora, pero también perdió. Ha jugado cartas abiertas con Enrique Peña Nieto, dolor de cabeza presidencial, y envió maestros para respaldar a Ricardo Barroso, candidato del PRI al gobierno de Baja California Sur, a enfrentar el candidato panista.

Gordillo ha venido jugando tácticamente en los últimos meses, concretando alianzas políticas en forma casuística. A la vista de todos ha forjado pactos con unos y otros, algunos incluso antagónicos y adversarios empedernidos, pero se ha vuelto como una fruta a la que todos quieren. Algunos piensan que es una manzana envenenada, pero no están listos a pagar el costo por despreciarla. La siguen viendo con respeto. Después de todo, en Puebla comprobaron de lo que todavía es capaz de hacer.

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