Los analistas coincidene en señalar que las revueltas de los últimos días cambiarán el paisaje político egipcio de los últimos 30 años.
Las calles de El Cairo fueron escenario el miércoles de nuevos enfrentamientos entre quienes defienden un cambio que todavía está por definir y quienes se aferran a un sistema político que permaneció casi inmutable en los últimos 30 años en Egipto.
Las manifestaciones del miércoles dejaron al menos un muerto y cientos de heridos, según informes oficiales.
Un día antes, el presidente, Hosni Mubarak, había prometido abandonar el poder tras las próximas elecciones, previstas para septiembre de 2011. Un plazo de ocho meses que, para muchos de los manifestantes, es demasiado largo.
"Creo que este régimen no quiere escuchar al pueblo, no quiere entender se tienen que ir. Los egipcios quieren que Mubarak se vaya y que lo haga inmediatamente, antes de que el país se vaya por el desagüe", aseguró a la BBC el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, uno de los principales dirigentes de la oposición.
También el grupo islamista de los Hermanos Musulmanes -la mayor fuerza opositora- manifestó que Mubarak "no tiene otra alternativa" que abandonar el gobierno.
Los analistas coinciden en que las protestas de los últimos días iniciaron un cambio que desembocará en un paisaje político diferente al de los últimos 30 años de mandato de Mubarak.
Pero dentro y fuera de Egipto, muchos se preguntan cómo y quién llenaría el vacío que dejaría la eventual salida del poder del octogenario presidente.
"El orden árabe se está desmoronando. Pero todavía no podemos tener la certeza de si colapsará o se reinventará de alguna manera", señaló a la BBC Roger Hardy, analista del Medio Oriente del Centro Woodrow Wilson de Washington.
El papel de los "Hermanos"
"Tenemos que ser muy prudentes porque si miramos a las denominadas revoluciones de colores, como la Revolución Naranja de Ucrania o la Revolución Rosa de Georgia (...), hay un momento de mucha euforia que llega cuando cae el dictador (...). Pero todas esas revoluciones condujeron después a una profunda decepción porque las fuerzas democráticas no pudieron garantizar gobiernos realmente democráticos", apuntó a la BBC el politólogo estadounidense Francis Fukuyama.
Desde Occidente, algunos temen que los Hermanos Musulmanes -una organización islámica prohibida por el gobierno de Mubarak, pero con fuerte implantación social - pudieran llegar al poder, desde donde podrían intentar la instauración de un régimen islámico.
Sin embargo, para sorpresa de algunos analistas, durante los últimos días de revueltas, este grupo islamista se mantuvo en un discreto segundo plano y se sumó a las demandas de reformas democráticas.
"No creo que haya una mayoría para los Hermanos Musulmanes en Egipto. Pero al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que están extremadamente bien organizados y bien financiados (...). En este sentido, una de las claves en la transición es dar tiempo a los partidos políticos para que se organicen", apuntó el ex primer ministro británico Tony Blair, actualmente enviado especial de Naciones Unidas a Medio Oriente.
El modelo turco
En los últimos días, la oposición ha sido descrita a menudo como un grupo heterogéneo y falto de estructura. En cambio, algunos analistas señalan que muchos de los jóvenes que llenaron las calles de las ciudades egipcias están bien coordinados y exigen de manera clara un cambio democrático.
"Si los jóvenes manifestantes tienen un modelo a seguir es la Turquía democrática más que el teocrático Irán", apuntó Hardy.
Desde el inicio de las protestas, los grupos de jóvenes opositores "6 de abril" y "Todos somos Khaled Said" establecieron un comité de diez personas -formado por representantes de tendencias diversas como nacionalistas, liberales e islamistas- que intentara dar unidad a la revuelta.
El portavoz y líder -al menos coyuntural- de esta coalición es Mohammed el Baradei, un hombre bien considerado internacionalmente desde que ocupara el cargo de director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.
En este sentido, el Baradei -quien regresó a Egipto en febrero de 2010 tras una larga ausencia- podría convertirse en una pieza clave de una posible transición.
¿El vicepresidente heredero?
Pero la apuesta del gobierno para liderar el cambio, apuntan algunos analistas, podría ser el actual vicepresidente, Omar Suleiman, estrecho colaborador de Mubarak y dirigente del servicio de inteligencia egipcio desde 1993.
Como el Baradei, Suleiman cuenta con el visto bueno de los gobiernos occidentales, entre los que ganó una buena reputación como mediador en el conflicto entre israelíes y palestinos. La oposición, en cambio, lo percibe como una figura excesivamente continuista.
Pero, sea quien sea el encargado de pilotar el cambio, señalan los expertos, encontrará un país lastrado por tres décadas de corrupción y por la crisis económica.
La misma situación que prendió las revueltas en Egipto, aseguran algunos, podría hacer que el futuro sea tumultuoso.
"Creo que los últimos acontecimientos no son tanto el comienzo de una primavera árabe como de algo más caótico y duradero. El viejo orden todavía tiene aliento para resistir. La batalla por el futuro árabe está en marcha. Pero hay mucho en juego y la lucha será dura", sugirió Hardy.
Las calles de El Cairo fueron escenario el miércoles de nuevos enfrentamientos entre quienes defienden un cambio que todavía está por definir y quienes se aferran a un sistema político que permaneció casi inmutable en los últimos 30 años en Egipto.
Las manifestaciones del miércoles dejaron al menos un muerto y cientos de heridos, según informes oficiales.
Un día antes, el presidente, Hosni Mubarak, había prometido abandonar el poder tras las próximas elecciones, previstas para septiembre de 2011. Un plazo de ocho meses que, para muchos de los manifestantes, es demasiado largo.
"Creo que este régimen no quiere escuchar al pueblo, no quiere entender se tienen que ir. Los egipcios quieren que Mubarak se vaya y que lo haga inmediatamente, antes de que el país se vaya por el desagüe", aseguró a la BBC el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, uno de los principales dirigentes de la oposición.
También el grupo islamista de los Hermanos Musulmanes -la mayor fuerza opositora- manifestó que Mubarak "no tiene otra alternativa" que abandonar el gobierno.
Los analistas coinciden en que las protestas de los últimos días iniciaron un cambio que desembocará en un paisaje político diferente al de los últimos 30 años de mandato de Mubarak.
Pero dentro y fuera de Egipto, muchos se preguntan cómo y quién llenaría el vacío que dejaría la eventual salida del poder del octogenario presidente.
"El orden árabe se está desmoronando. Pero todavía no podemos tener la certeza de si colapsará o se reinventará de alguna manera", señaló a la BBC Roger Hardy, analista del Medio Oriente del Centro Woodrow Wilson de Washington.
El papel de los "Hermanos"
"Tenemos que ser muy prudentes porque si miramos a las denominadas revoluciones de colores, como la Revolución Naranja de Ucrania o la Revolución Rosa de Georgia (...), hay un momento de mucha euforia que llega cuando cae el dictador (...). Pero todas esas revoluciones condujeron después a una profunda decepción porque las fuerzas democráticas no pudieron garantizar gobiernos realmente democráticos", apuntó a la BBC el politólogo estadounidense Francis Fukuyama.
Desde Occidente, algunos temen que los Hermanos Musulmanes -una organización islámica prohibida por el gobierno de Mubarak, pero con fuerte implantación social - pudieran llegar al poder, desde donde podrían intentar la instauración de un régimen islámico.
Sin embargo, para sorpresa de algunos analistas, durante los últimos días de revueltas, este grupo islamista se mantuvo en un discreto segundo plano y se sumó a las demandas de reformas democráticas.
"No creo que haya una mayoría para los Hermanos Musulmanes en Egipto. Pero al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que están extremadamente bien organizados y bien financiados (...). En este sentido, una de las claves en la transición es dar tiempo a los partidos políticos para que se organicen", apuntó el ex primer ministro británico Tony Blair, actualmente enviado especial de Naciones Unidas a Medio Oriente.
El modelo turco
En los últimos días, la oposición ha sido descrita a menudo como un grupo heterogéneo y falto de estructura. En cambio, algunos analistas señalan que muchos de los jóvenes que llenaron las calles de las ciudades egipcias están bien coordinados y exigen de manera clara un cambio democrático.
"Si los jóvenes manifestantes tienen un modelo a seguir es la Turquía democrática más que el teocrático Irán", apuntó Hardy.
Desde el inicio de las protestas, los grupos de jóvenes opositores "6 de abril" y "Todos somos Khaled Said" establecieron un comité de diez personas -formado por representantes de tendencias diversas como nacionalistas, liberales e islamistas- que intentara dar unidad a la revuelta.
El portavoz y líder -al menos coyuntural- de esta coalición es Mohammed el Baradei, un hombre bien considerado internacionalmente desde que ocupara el cargo de director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.
En este sentido, el Baradei -quien regresó a Egipto en febrero de 2010 tras una larga ausencia- podría convertirse en una pieza clave de una posible transición.
¿El vicepresidente heredero?
Pero la apuesta del gobierno para liderar el cambio, apuntan algunos analistas, podría ser el actual vicepresidente, Omar Suleiman, estrecho colaborador de Mubarak y dirigente del servicio de inteligencia egipcio desde 1993.
Como el Baradei, Suleiman cuenta con el visto bueno de los gobiernos occidentales, entre los que ganó una buena reputación como mediador en el conflicto entre israelíes y palestinos. La oposición, en cambio, lo percibe como una figura excesivamente continuista.
Pero, sea quien sea el encargado de pilotar el cambio, señalan los expertos, encontrará un país lastrado por tres décadas de corrupción y por la crisis económica.
La misma situación que prendió las revueltas en Egipto, aseguran algunos, podría hacer que el futuro sea tumultuoso.
"Creo que los últimos acontecimientos no son tanto el comienzo de una primavera árabe como de algo más caótico y duradero. El viejo orden todavía tiene aliento para resistir. La batalla por el futuro árabe está en marcha. Pero hay mucho en juego y la lucha será dura", sugirió Hardy.
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