Francisco Rodríguez / Índice Político
Me reuní hace unos días con un radiodifusor del sureste de la República, amigo de tres décadas, compadre además de quien esto escribe. En la plática salió a relucir, como casi siempre, el tema de la censura.
“La recomendación, si quieres llamarle así, es no transmitir noticias negativas de Felipe Calderón ni de sus secretarios de Gobernación y de Comunicaciones y Transportes. Tampoco del gobernador”, me reveló.
Y ante mi pregunta de cómo hacía él para que sus locutores y periodistas cumplieran el ukase, simplemente me respondió: “Si no obedecen, los corro”.
Eso fue lo que sucedió este fin de semana a la respetada colega Carmen Aristégui. La empresa que la tenía contratada la despidió, dicen sus voceros, “por trasgredir el código de ética” que, entre otras cosas, prohíbe dar cuenta de rumores.
El alcoholismo de Felipe Calderón es lo que en MVSRadio –concesionada a la familia Vargas– consideran es un rumor.
Un rumor que dejó de ser tal, desde hace ya algunos años cuando se dieron a conocer sendas cartas remitidas al propio Calderón por su ex mentor Carlos Castillo Peraza, quien entre otras cosas le recriminaba sus frecuentes “aventuras etílicas” y el que hubiese convertido a las oficinas del CEN del PAN en una suerte de cantina.
Un rumor que dejó de ser tal, al revelar el ahora embajador de México ante la Corte de Saint James que una mañana había llegado a Los Pinos con su dimisión a la titularidad de la Procuraduría General de la República, y que, extrañado, Felipe Calderón preguntara, palabras más, palabras menos: “¿Por qué me entregas tu renuncia, Eduardo?” A lo que Medina-Mora habría contestado: “¿No te acuerdas, Felipe? Me hablaste a las dos de la mañana y me la pediste por teléfono?”. Y no, no se acordaba, de acuerdo al relato. Su laguna mental era más grande que la de Pátzcuaro, ubicada en su entidad natal.
Quienes tenemos más de dos dedos de frente, sabemos que la supuesta “trasgresión al código de ética” en la radiodifusora en la que Aristégui prestaba sus servicios profesionales no es sino un excusa muy burda, por parte de los concesionarios a quienes la fallida Administración presiona desde hace meses para que entreguen frecuencias del espectro radioeléctrico que le demandan sus favoritos habituales.
A esa presión constante, desde el viernes por la mañana se sumó la del enojo, imagino que furibundo, del ocupante de Los Pinos, quien así, con este golpe de mano, respondió a la pregunta hecha por Aristégui –en realidad, nos la hacemos todos–, tras dar toda la información sobre la manta en la que se denuncia la enfermedad crónica, progresiva y mortal que aquél padece: Que aclaren Los Pinos, solicitó la conductora, ¿es o no cierto que Felipe Calderón padece de alcoholismo?
Muchas presiones sobre los Vargas. Sobre Aristégui misma, a quien –de acuerdo a versiones de la también periodista Lydia Cacho–, le habrían solicitado leer “al aire” una disculpa (?) redactada en la residencia presidencial ocupada desde el 2006 por Felipe Calderón, a lo que ella se habría negado. Con razón, además.
Triste episodio. Y no sólo porque en adelante ya no haya qué escuchar en la radio matutina. Sobremanera porque una vez más, el creciente autoritarismo de la derecha panista cancela libertades, al mismísimo estilo de Chávez en Venezuela o Castro en Cuba.
Tristeza y coraje por la escasa solidaridad de muchos colegas o de quienes dicen serlo.
Más, todavía, porque por ahí haya quienes se alegren y hasta aplaudan porque Carmen Aristégui haya perdido una tribuna que no sólo era de ella, sino de muchos de quienes, con críticas, con denuncias, con quejas, la convertían en un dolor de cabeza para los dizque gobernantes y no pocos empresarios que medran pero no emprenden.
Aldeanos, desconocen el más popular de los poemas de Martin Niemöller:
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, / guardé silencio, / porque yo no era comunista,
“Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, / guardé silencio, / porque yo no era socialdemócrata,
“Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, /no protesté, / porque yo no era sindicalista,
“Cuando vinieron a llevarse a los judíos, / no protesté, /porque yo no era judío,
“Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.”
Índice Flamígero: “La verdad al cien por ciento es tan rara como el alcohol al cien por ciento”: Sigmund Freud.
Me reuní hace unos días con un radiodifusor del sureste de la República, amigo de tres décadas, compadre además de quien esto escribe. En la plática salió a relucir, como casi siempre, el tema de la censura.
“La recomendación, si quieres llamarle así, es no transmitir noticias negativas de Felipe Calderón ni de sus secretarios de Gobernación y de Comunicaciones y Transportes. Tampoco del gobernador”, me reveló.
Y ante mi pregunta de cómo hacía él para que sus locutores y periodistas cumplieran el ukase, simplemente me respondió: “Si no obedecen, los corro”.
Eso fue lo que sucedió este fin de semana a la respetada colega Carmen Aristégui. La empresa que la tenía contratada la despidió, dicen sus voceros, “por trasgredir el código de ética” que, entre otras cosas, prohíbe dar cuenta de rumores.
El alcoholismo de Felipe Calderón es lo que en MVSRadio –concesionada a la familia Vargas– consideran es un rumor.
Un rumor que dejó de ser tal, desde hace ya algunos años cuando se dieron a conocer sendas cartas remitidas al propio Calderón por su ex mentor Carlos Castillo Peraza, quien entre otras cosas le recriminaba sus frecuentes “aventuras etílicas” y el que hubiese convertido a las oficinas del CEN del PAN en una suerte de cantina.
Un rumor que dejó de ser tal, al revelar el ahora embajador de México ante la Corte de Saint James que una mañana había llegado a Los Pinos con su dimisión a la titularidad de la Procuraduría General de la República, y que, extrañado, Felipe Calderón preguntara, palabras más, palabras menos: “¿Por qué me entregas tu renuncia, Eduardo?” A lo que Medina-Mora habría contestado: “¿No te acuerdas, Felipe? Me hablaste a las dos de la mañana y me la pediste por teléfono?”. Y no, no se acordaba, de acuerdo al relato. Su laguna mental era más grande que la de Pátzcuaro, ubicada en su entidad natal.
Quienes tenemos más de dos dedos de frente, sabemos que la supuesta “trasgresión al código de ética” en la radiodifusora en la que Aristégui prestaba sus servicios profesionales no es sino un excusa muy burda, por parte de los concesionarios a quienes la fallida Administración presiona desde hace meses para que entreguen frecuencias del espectro radioeléctrico que le demandan sus favoritos habituales.
A esa presión constante, desde el viernes por la mañana se sumó la del enojo, imagino que furibundo, del ocupante de Los Pinos, quien así, con este golpe de mano, respondió a la pregunta hecha por Aristégui –en realidad, nos la hacemos todos–, tras dar toda la información sobre la manta en la que se denuncia la enfermedad crónica, progresiva y mortal que aquél padece: Que aclaren Los Pinos, solicitó la conductora, ¿es o no cierto que Felipe Calderón padece de alcoholismo?
Muchas presiones sobre los Vargas. Sobre Aristégui misma, a quien –de acuerdo a versiones de la también periodista Lydia Cacho–, le habrían solicitado leer “al aire” una disculpa (?) redactada en la residencia presidencial ocupada desde el 2006 por Felipe Calderón, a lo que ella se habría negado. Con razón, además.
Triste episodio. Y no sólo porque en adelante ya no haya qué escuchar en la radio matutina. Sobremanera porque una vez más, el creciente autoritarismo de la derecha panista cancela libertades, al mismísimo estilo de Chávez en Venezuela o Castro en Cuba.
Tristeza y coraje por la escasa solidaridad de muchos colegas o de quienes dicen serlo.
Más, todavía, porque por ahí haya quienes se alegren y hasta aplaudan porque Carmen Aristégui haya perdido una tribuna que no sólo era de ella, sino de muchos de quienes, con críticas, con denuncias, con quejas, la convertían en un dolor de cabeza para los dizque gobernantes y no pocos empresarios que medran pero no emprenden.
Aldeanos, desconocen el más popular de los poemas de Martin Niemöller:
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, / guardé silencio, / porque yo no era comunista,
“Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, / guardé silencio, / porque yo no era socialdemócrata,
“Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, /no protesté, / porque yo no era sindicalista,
“Cuando vinieron a llevarse a los judíos, / no protesté, /porque yo no era judío,
“Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.”
Índice Flamígero: “La verdad al cien por ciento es tan rara como el alcohol al cien por ciento”: Sigmund Freud.
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