Opinion Invitada / Rosaura Barahona
Todos los días alguien en México se queja del sopor y la indiferencia de sus ciudadanos. Algunos visitantes extranjeros no entienden cómo nos hemos resignado a cosas tan dañinas como a) la corrupción omnipresente; b) la impunidad; c) la aplicación discrecional de la ley; d) la inutilidad de las protestas ciudadanas; e) las enormes diferencias sociales y económicas, y f) la colusión de los grandes capitales nacionales con el poder.
Los mexicanos vemos con asombro, admiración y no poca envidia, a los españoles llenar las calles para repudiar las medidas económicas de Rodríguez Zapatero, a los franceses e ingleses rebelándose en contra del aumento de las colegiaturas en las universidades o a los egipcios y tunecinos arriesgando la vida en busca de un cambio.
En ese sentido, la mayoría de los mexicanos somos acomodaticios y conformistas, pero sobre todo, carecemos de un compromiso ciudadano que demuestre a los servidores pagados por nosotros para ejercer un poder justo y no para robarnos, mentirnos y ocultarnos la información a la que tenemos derecho, que este País no es sólo de ellos, sino de todos sus habitantes.
No tengo la preparación necesaria para rastrear las raíces históricas de esta indiferencia: que si crecimos al servicio de nuestros conquistadores, que si no nos movemos sin un Tlatoani, que si el individualismo lo llevamos en la médula, no importa. Importa nuestra parálisis voluntaria.
Por las razones que sean, la evidencia nos demuestra a diario cómo estamos educados para desviar la mirada o volvernos sordos cuando algo o alguien reclama nuestra participación como ciudadanos.
Por eso debemos aplaudir y también apoyar la iniciativa de diversos grupos cívicos como Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C.; Foro Libre y Democrático, Alianza Cívica, Alternativas Pacíficas, Alianza de Usuarios de Servicio Públicos y Alianza de ex Braceros (entre otros) que, además de lamentar públicamente la muerte del empresario Arturo de la Garza González, exigieron a nuestros gobernantes acciones concretas para detener la violencia incontrolable, vivida desde hace tiempo en la Ciudad, el Estado y el País.
Algunos lectores deben estar pensando: "¿Y de qué va a servir? ¡De nada!"... y eso es parte del problema. En un curso que tomé, el tallerista nos pidió desde el principio no juzgar al vapor las propuestas o comentarios de los demás. Fue muy claro al decirnos: "No se aceptará descontar a ninguna persona ('Estás loco... no seas optimista... qué ingenuo'), ni ninguno de sus comentarios ('Ya lo hicimos y no funcionó... no estamos en el Primer Mundo... desconoces el problema')".
Por supuesto, nos permitió cuestionar y ser cuestionados sólo después de escucharnos todos. Sin embargo, antes de comentar o criticar lo propuesto (jamás a una persona), debimos reflexionar sobre lo dicho y sobre por qué nos parecía mal, inadecuado, imprudente o lo que fuera. ¡Viera qué difícil resultó para los mexicanos, acostumbrados a emitir juicios contundentes cuando se nos antoja!
El 27 de enero, El NORTE informó que 36 organizaciones ciudadanas en México se unieron para exigir al Congreso de la Unión la aprobación de las candidaturas independientes. Xóchitl Gálvez, ex candidata a la Gubernatura de Hidalgo, señaló que los ciudadanos ya demandan un cambio y es urgente permitir a los ciudadanos interesados participar como candidatos a los puestos públicos, aunque no cuenten con el apoyo de ningún partido político.
Evolución Mexicana apoya tal propuesta con enorme energía e interés. Evolución Mexicana se define a sí misma como "un grupo de ciudadanos ocupados en fomentar y promover un sistema político mexicano, eficaz e incluyente, donde los ciudadanos participen activa y creativamente en las soluciones de los problemas colectivos que competen a las instituciones públicas y que nos afectan a todos".
Sobre esta organización hablaremos con más calma. Lo importante ahora es señalar que si la autoridad ha sido rebasada por su propia corrupción, no vale mantenerse al margen. Si los funcionarios públicos no funcionan y tampoco renuncian, a usted y a mí nos toca involucrarnos en algo que ayude a salvar este País tan injustamente lacerado.
Todos los días alguien en México se queja del sopor y la indiferencia de sus ciudadanos. Algunos visitantes extranjeros no entienden cómo nos hemos resignado a cosas tan dañinas como a) la corrupción omnipresente; b) la impunidad; c) la aplicación discrecional de la ley; d) la inutilidad de las protestas ciudadanas; e) las enormes diferencias sociales y económicas, y f) la colusión de los grandes capitales nacionales con el poder.
Los mexicanos vemos con asombro, admiración y no poca envidia, a los españoles llenar las calles para repudiar las medidas económicas de Rodríguez Zapatero, a los franceses e ingleses rebelándose en contra del aumento de las colegiaturas en las universidades o a los egipcios y tunecinos arriesgando la vida en busca de un cambio.
En ese sentido, la mayoría de los mexicanos somos acomodaticios y conformistas, pero sobre todo, carecemos de un compromiso ciudadano que demuestre a los servidores pagados por nosotros para ejercer un poder justo y no para robarnos, mentirnos y ocultarnos la información a la que tenemos derecho, que este País no es sólo de ellos, sino de todos sus habitantes.
No tengo la preparación necesaria para rastrear las raíces históricas de esta indiferencia: que si crecimos al servicio de nuestros conquistadores, que si no nos movemos sin un Tlatoani, que si el individualismo lo llevamos en la médula, no importa. Importa nuestra parálisis voluntaria.
Por las razones que sean, la evidencia nos demuestra a diario cómo estamos educados para desviar la mirada o volvernos sordos cuando algo o alguien reclama nuestra participación como ciudadanos.
Por eso debemos aplaudir y también apoyar la iniciativa de diversos grupos cívicos como Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C.; Foro Libre y Democrático, Alianza Cívica, Alternativas Pacíficas, Alianza de Usuarios de Servicio Públicos y Alianza de ex Braceros (entre otros) que, además de lamentar públicamente la muerte del empresario Arturo de la Garza González, exigieron a nuestros gobernantes acciones concretas para detener la violencia incontrolable, vivida desde hace tiempo en la Ciudad, el Estado y el País.
Algunos lectores deben estar pensando: "¿Y de qué va a servir? ¡De nada!"... y eso es parte del problema. En un curso que tomé, el tallerista nos pidió desde el principio no juzgar al vapor las propuestas o comentarios de los demás. Fue muy claro al decirnos: "No se aceptará descontar a ninguna persona ('Estás loco... no seas optimista... qué ingenuo'), ni ninguno de sus comentarios ('Ya lo hicimos y no funcionó... no estamos en el Primer Mundo... desconoces el problema')".
Por supuesto, nos permitió cuestionar y ser cuestionados sólo después de escucharnos todos. Sin embargo, antes de comentar o criticar lo propuesto (jamás a una persona), debimos reflexionar sobre lo dicho y sobre por qué nos parecía mal, inadecuado, imprudente o lo que fuera. ¡Viera qué difícil resultó para los mexicanos, acostumbrados a emitir juicios contundentes cuando se nos antoja!
El 27 de enero, El NORTE informó que 36 organizaciones ciudadanas en México se unieron para exigir al Congreso de la Unión la aprobación de las candidaturas independientes. Xóchitl Gálvez, ex candidata a la Gubernatura de Hidalgo, señaló que los ciudadanos ya demandan un cambio y es urgente permitir a los ciudadanos interesados participar como candidatos a los puestos públicos, aunque no cuenten con el apoyo de ningún partido político.
Evolución Mexicana apoya tal propuesta con enorme energía e interés. Evolución Mexicana se define a sí misma como "un grupo de ciudadanos ocupados en fomentar y promover un sistema político mexicano, eficaz e incluyente, donde los ciudadanos participen activa y creativamente en las soluciones de los problemas colectivos que competen a las instituciones públicas y que nos afectan a todos".
Sobre esta organización hablaremos con más calma. Lo importante ahora es señalar que si la autoridad ha sido rebasada por su propia corrupción, no vale mantenerse al margen. Si los funcionarios públicos no funcionan y tampoco renuncian, a usted y a mí nos toca involucrarnos en algo que ayude a salvar este País tan injustamente lacerado.
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