Álvaro Delgado
Luego de un espeso silencio por la decisión de MVS Radio de despedirla para el “desahogo de un berrinche” de Felipe Calderón, como ella misma definió la represalia por haber preguntado públicamente si es alcohólico, la periodista Carmen Aristegui reapareció hoy con el abrigo de una multitud convocada mediante las redes sociales, expresiones de un fenómeno de proporciones aún desconocidas.
“¡Carmen sí, borracho no! ¡Carmen sí, borracho no!”, corearon los manifestantes que, en medio millar, se congregaron frente al complejo cultural Casa Lamm, en la colonia Roma de la Ciudad de México, donde Aristegui -- pasadas las 11:00 horas-- hizo público un comunicado ante cerca de 200 periodistas apiñados en una sala de exposiciones de arte.
A la periodista, que leyó con emotividad un largo documento sobre las causas de su despido --que no dio como consumado aún--, llegaban las consignas de los indignados manifestantes, algunos de los cuales ya se habían expresado el lunes y el martes frente a las instalaciones de MVS, en repudio a su decisión de cerrarle los micrófonos.
Desde que Aristegui comenzó a leer las siete cuartillas a renglón seguido, que le llevó 28 minutos, los gritos de mujeres y hombres de todas las edades se escuchaban hasta ese salón, distante unos cien metros de la puerta, donde se agolpaba la multitud deseosa de oír a la periodista: “¡Aristegui, Aristegui!”.
En un momento, ante unos abanicados guardias de seguridad, la puerta principal de la Casa Lamm estuvo a punto de ceder por el empuje de la muchedumbre, que desistió cuando voces sensatas llamaron a la calma y optaron por consignas que identificaron a Calderón como el autor de la censura a Aristegui.
“¡Viva Carmen, muera Calderón!”, gritaban mientras que dentro del salón Aristegui acusaba que, en efecto, su despido “es, a todas luces, un hecho autoritario, desmedido e inaceptable”, producto de “la ira presidencial”, y comparó: “Un hecho así sólo es imaginable en las dictaduras que nadie desea para México, castigar por opinar o por cuestionar a los gobernantes.”
“¡Va a caer, va a caer, Felipe va a caer!”, insistían los manifestantes que, al crecer en número, terminaron por cerrar la avenida Alvaro Obregón ante la impotencia de gendarmes que reportaron “unos 400” participantes que llegaron a Casa Lamm, donde Aristegui inscribió su caso como parte de la estructura monopólica de los medios y un Calderón intolerante.
Los simpatizantes de la periodista desplegaron, también, pancartas que hacían escarnio de Calderón: “Extra, extra, un borracho atropelló a Carmen Aristegui”, “Alcoholímetro a Calderón”, “Borracho, borracho”.
Y es que ante el silencio del grueso de los medios, los asistentes a la manifestación se enteraron de la conferencia de prensa sólo por Twitter, que desde la noche del domingo, cuando trascendió el despido, generó un fenómeno no visto hace dos años, cuando Aristegui fue despedida de W Radio, también por ser incómoda al gobierno de Calderón.
El escándalo ya es sabido a nivel global, sobre todo tratándose de una periodista que también tiene un espacio en la cadena estadunidense CNN y que es conocida, además, por haber hecho el “retrato de un criminal”, como tituló su más reciente libro sobre Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo.
Debido a que los directivos de Casa Lamm se negaron a colocar una bocina en la calle que los enterara de lo que decía Aristegui, ninguno de los manifestantes se enteró de que ella planteó a la familia Vargas, dueña de MVS, la opción de rectificar.
Expuso: “Estoy dispuesta a regresar al aire este próximo lunes, siempre y cuando se cumpla una condición básica y única: Que MVS anuncie que retira de forma oficial el comunicado emitido junto con mi salida en el cual afirma falsamente que transgredí nuestro código de ética y que promoví la difusión de rumores como noticias.”
Y, además, pidió que se publique otro comunicado oficial de la empresa, dirigida por Joaquín Vargas, en el que quede resarcida su integridad ética:
“Joaquín lo sabe muy bien. Mi integridad profesional y ética nunca estuvo en entredicho realmente, que fue una coartada para tomar una decisión que le imponían, que el verdadero problema está en otro lado. Regresemos al aire y quedará evidenciado.”
Y se refirió al origen de la represalia: “La Presidencia tendrá que hacer una valoración de lo sucedido. Serenamente. Sin odios. Con la seriedad que implica tomar decisiones a nombre de los otros, y aceptando, aunque no agrade, que los ciudadanos y los periodistas tenemos derecho a preguntar, inquirir y criticar sobre lo que juzguemos pertinente.”
El planteamiento de Aristegui introdujo la posibilidad de la rectificación, aunque el periodista Miguel Angel Granado Chapa, por ejemplo, manifestó sus dudas sobre la rectificación de los Vargas. “No van a aceptar.”
En contraparte, la escritora Guadalupe Loaeza se entusiasmó: “Es una oportunidad para la familia Vargas. Sería un éxito el regreso de Carmen Aristegui. Todos vamos a adorar a la familia Vargas.”
--¡No, eso tampoco! --le respondió una simpatizante de Aristegui, quien aguarda la respuesta de quienes, hasta este fin de semana, le cerraron los micrófonos.
Luego de un espeso silencio por la decisión de MVS Radio de despedirla para el “desahogo de un berrinche” de Felipe Calderón, como ella misma definió la represalia por haber preguntado públicamente si es alcohólico, la periodista Carmen Aristegui reapareció hoy con el abrigo de una multitud convocada mediante las redes sociales, expresiones de un fenómeno de proporciones aún desconocidas.
“¡Carmen sí, borracho no! ¡Carmen sí, borracho no!”, corearon los manifestantes que, en medio millar, se congregaron frente al complejo cultural Casa Lamm, en la colonia Roma de la Ciudad de México, donde Aristegui -- pasadas las 11:00 horas-- hizo público un comunicado ante cerca de 200 periodistas apiñados en una sala de exposiciones de arte.
A la periodista, que leyó con emotividad un largo documento sobre las causas de su despido --que no dio como consumado aún--, llegaban las consignas de los indignados manifestantes, algunos de los cuales ya se habían expresado el lunes y el martes frente a las instalaciones de MVS, en repudio a su decisión de cerrarle los micrófonos.
Desde que Aristegui comenzó a leer las siete cuartillas a renglón seguido, que le llevó 28 minutos, los gritos de mujeres y hombres de todas las edades se escuchaban hasta ese salón, distante unos cien metros de la puerta, donde se agolpaba la multitud deseosa de oír a la periodista: “¡Aristegui, Aristegui!”.
En un momento, ante unos abanicados guardias de seguridad, la puerta principal de la Casa Lamm estuvo a punto de ceder por el empuje de la muchedumbre, que desistió cuando voces sensatas llamaron a la calma y optaron por consignas que identificaron a Calderón como el autor de la censura a Aristegui.
“¡Viva Carmen, muera Calderón!”, gritaban mientras que dentro del salón Aristegui acusaba que, en efecto, su despido “es, a todas luces, un hecho autoritario, desmedido e inaceptable”, producto de “la ira presidencial”, y comparó: “Un hecho así sólo es imaginable en las dictaduras que nadie desea para México, castigar por opinar o por cuestionar a los gobernantes.”
“¡Va a caer, va a caer, Felipe va a caer!”, insistían los manifestantes que, al crecer en número, terminaron por cerrar la avenida Alvaro Obregón ante la impotencia de gendarmes que reportaron “unos 400” participantes que llegaron a Casa Lamm, donde Aristegui inscribió su caso como parte de la estructura monopólica de los medios y un Calderón intolerante.
Los simpatizantes de la periodista desplegaron, también, pancartas que hacían escarnio de Calderón: “Extra, extra, un borracho atropelló a Carmen Aristegui”, “Alcoholímetro a Calderón”, “Borracho, borracho”.
Y es que ante el silencio del grueso de los medios, los asistentes a la manifestación se enteraron de la conferencia de prensa sólo por Twitter, que desde la noche del domingo, cuando trascendió el despido, generó un fenómeno no visto hace dos años, cuando Aristegui fue despedida de W Radio, también por ser incómoda al gobierno de Calderón.
El escándalo ya es sabido a nivel global, sobre todo tratándose de una periodista que también tiene un espacio en la cadena estadunidense CNN y que es conocida, además, por haber hecho el “retrato de un criminal”, como tituló su más reciente libro sobre Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo.
Debido a que los directivos de Casa Lamm se negaron a colocar una bocina en la calle que los enterara de lo que decía Aristegui, ninguno de los manifestantes se enteró de que ella planteó a la familia Vargas, dueña de MVS, la opción de rectificar.
Expuso: “Estoy dispuesta a regresar al aire este próximo lunes, siempre y cuando se cumpla una condición básica y única: Que MVS anuncie que retira de forma oficial el comunicado emitido junto con mi salida en el cual afirma falsamente que transgredí nuestro código de ética y que promoví la difusión de rumores como noticias.”
Y, además, pidió que se publique otro comunicado oficial de la empresa, dirigida por Joaquín Vargas, en el que quede resarcida su integridad ética:
“Joaquín lo sabe muy bien. Mi integridad profesional y ética nunca estuvo en entredicho realmente, que fue una coartada para tomar una decisión que le imponían, que el verdadero problema está en otro lado. Regresemos al aire y quedará evidenciado.”
Y se refirió al origen de la represalia: “La Presidencia tendrá que hacer una valoración de lo sucedido. Serenamente. Sin odios. Con la seriedad que implica tomar decisiones a nombre de los otros, y aceptando, aunque no agrade, que los ciudadanos y los periodistas tenemos derecho a preguntar, inquirir y criticar sobre lo que juzguemos pertinente.”
El planteamiento de Aristegui introdujo la posibilidad de la rectificación, aunque el periodista Miguel Angel Granado Chapa, por ejemplo, manifestó sus dudas sobre la rectificación de los Vargas. “No van a aceptar.”
En contraparte, la escritora Guadalupe Loaeza se entusiasmó: “Es una oportunidad para la familia Vargas. Sería un éxito el regreso de Carmen Aristegui. Todos vamos a adorar a la familia Vargas.”
--¡No, eso tampoco! --le respondió una simpatizante de Aristegui, quien aguarda la respuesta de quienes, hasta este fin de semana, le cerraron los micrófonos.
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