Aristegui, su regreso y el triunfo de las audiencias

Gabriel Sosa

La periodista Carmen Aristegui regresó ayer a la radio, en Noticias MVS, después de dos semanas de una intensa polémica por su abrupto despido. ¿Estamos frente a un triunfo de las audiencias o una manipulación?

Mucho se ha escrito y se escribirá sobre este suceso. ¿Hay más que agregar? Seguramente sí, porque sólo el presidente de MVS Comunicaciones, Joaquín Vargas, y su familia saben si se trató de una decisión exclusiva de la empresa o de una presión externa.

La versión oficial es que la periodista violó el código de ética. La versión de Carmen Aristegui es que MVS Comunicaciones fue sometida a presiones del gobierno federal. Coincido con esta última hipótesis. Baste revisar la historia de la radiodifusión en México para advertir que no es la primera vez que algún medio de comunicación o un periodista es acosado. Para no ir más lejos, le recuerdo lo ocurrido en torno del periodista José Gutiérrez Vivó, con su proyecto Monitor.

Por lo anterior, no creo en la posición del periodista Carlos Loret de Mola, quien el pasado miércoles, en el programa Tercer Grado, que se transmite en Canal 2, dijo lo siguiente sobre el regreso de Carmen Aristegui:

“Quien no se podía dar el lujo que desapareciera el espacio de Carmen Aristegui es el ingeniero Carlos Slim… En este país, cualquier persona informada sabe que hay un choque de titanes entre Telmex y Televisa. ¿Por qué?...Pues porque la única empresa que tiene la capacidad y el poderío económico y de presencia pública para hacerle competencia al hombre más rico del mundo en México pues es Televisa. Y no se podía dar el lujo el ingeniero Carlos Slim de perder el único espacio en medios electrónicos en donde de manera sistemática se ataca a su principal adversario”.

Es decir, para este leído columnista el regreso de la periodista fue por decisión del hombre más rico de México y no influyó la reacción de los radioescuchas de la primera emisión de Noticias MVS ni de decenas de organizaciones nacionales e internacionales (como la Organización de las Naciones Unidas, Reporteros sin Fronteras, Artículo 19, Asociación Mexicana de Derecho a la Información, entre muchas otras) que manifestaron su extrañeza o, en su caso, su rechazo por el despido.

Las audiencias, los radioescuchas, en nada influyeron, en opinión de Loret de Mola y de otros diversos analistas y políticos que desprecian el periodismo de Carmen Aristegui. Y hasta pusieron números: fue sólo un grupo de unas 300 personas las que se movilizaron en las redes sociales y que participaron en las concentraciones en las instalaciones de Noticias MVS. Bajo tal premisa, estos “escasos” simpatizantes sólo actuaron a favor de los intereses de una empresa de telecomunicaciones.

Reducir un hecho tan complejo y con tan diversas aristas de análisis a un problema entre dos poderosas empresas (Televisa-Telmex), es una muestra de la manera en cómo se subestiman a las audiencias de los medios de comunicación. Por eso coincido en la posición de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI), a la que pertenezco: “Esa decisión (la reconciliación entre la periodista y la empresa) fue propiciada por el interés que la ausencia radiofónica de Carmen Aristegui suscitó entre legisladores y organizaciones sociales, y por parte de ciudadanos que se volcaron en Internet y otros espacios para respaldar a esa periodista”.

Las audiencias se han manifestado, en diferentes momentos, en contra de las decisiones empresariales que afectan, a su parecer, la calidad de los contenidos de los medios de comunicación. Ahora sucedió con Carmen Aristegui, antes con José Gutiérrez Vivó y tiempo atrás con Francisco Huerta y su periodismo civil.

También las audiencias se han manifestado para rechazar, por ejemplo, el cambio de formatos de diversas estaciones de radio. Hay casos notables. En junio de 1987 nació Espacio 59 (hoy Sabrosita 590) y menos de cuatro años después, en enero de 1990, fue cerrada para crear Radio 590, lo que generó en su momento molestias de radioescuchas y especialistas, ya que la radiodifusora dio espacio a buenos periodistas como Verónica Ortiz con su programa “Palabras sin censura” y a música rock que no tenía cabida en los circuitos comerciales.

La XELA “Buena Música desde la Ciudad de México”, la extraordinaria emisora de música clásica de tanta tradición, fue cerrada en enero de 2002 para convertirse en Estadio W con programas de fútbol. Los radioescuchas protestaron por su desaparición y exigieron que regresara al aire. Incluso crearon el Comité Nacional de Rescate de la XELA, entre cuyas acciones destacó la entrega de una petición, con más de cinco mil 200 firmas de apoyo, al presidente Vicente Fox para reinstalar la estación en alguna de las frecuencias del Instituto Mexicano de la Radio (IMER). Pero no les hicieron caso.

¿Y qué decir de Rock 101? Nacida el primero de junio de 1984 y cerrada el 16 de agosto de 1996, la emisora se convirtió en uno de los proyectos radiofónicos más importantes de la historia de la radiodifusión mexicana. Su desaparición generó muchas protestas de sus radioescuchas. Hubo hasta marchas, pero tampoco se obtuvieron resultados positivos. Los nuevos dueños del Núcleo Radio Mil (a la que pertenecía la estación), la familia Huesca, no cedieron ni un ápice y la estación se convirtió en Código 100.9.

Algo similar sucedió con otra estación juvenil: Radioactivo 98.5 ¿lo recuerda? A finales de 2003 se generó el cambio, una vez que el Grupo Empresarial Ángeles, propiedad de Olegario Vázquez Raña, adquiriera las estaciones de Grupo Imagen. La música (con todo y sus “juguetes radioactivos”) fue sustituida por una estación de noticias: “Reporte 98.5. También hubo muchas protestas sin que cambiara la decisión de la empresa.

Las audiencias, los radioescuchas, los televidentes, se movilizan y deben movilizarse, protestar, cuando consideran que un espacio valioso se pierde o cuando en la programación se fomenta el sexismo o la discriminación, se comenten abusos en concursos o sorteos, se daña la cultura o se engaña en la publicidad. La movilización que generó la salida de Carmen Aristegui se enmarca en esa lógica y creo que sí influyó en la decisión de la familia Vargas. Me niego a creer en radioescuchas manipulados por Carlos Slim o por otro interés económico o partidista. “El león cree que todos son de su condición”, dice el refrán, ¿o no?

Como siempre, este espacio queda abierto para sus opiniones, el debate y el intercambio de puntos de vista.

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