Aristegui, MVS y la torpeza oficial

Néstor Ojeda / Vuelta Prohibida

El escándalo por la salida de Carmen Aristegui de MVS radio, debido a sus comentarios sobre la manta en la que Gerardo Fernández Noroña supuestamente exhibe el alcoholismo del presidente Felipe Calderón, es una muestra de la atrasada cultura política nacional y de la inexistente reflexión periodística de los “grandes comunicadores” sobre la pertinencia de la discusión y difusión de temas relacionados con la vida personal de los hombres y mujeres públicos.

El sainete protagonizado por Aristegui, los hermanos Vargas —propietarios de la estación de radio de MVS— y la Presidencia de la República merece ser registrado como “lo que no deben hacer periodistas, concesionaros y autoridades” ante un tema polémico y conflictivo.

Sin duda desde Los Pinos se ejerció presión para “no tocar ni para bien ni para mal” el tema de la manta en que Fernández Noroña acusó a Felipe Calderón de ser un borracho incapaz de conducir los destinos de México, presión de la cual pueden dar testimonio los productores y conductores de todos los medios electrónicos de la capital.

Mal sin duda hicieron los inexpertos y pretendidos estrategas de comunicación de Calderón al intentar parar una bola de nieve que llevaba semanas acumulándose en las redes sociales. Pero lo peor fue cómo desde la Presidencia dejaron correr el conflicto y de última hora mandaron a Roberto Gil Zuarth a atajar los “rumores malintencionados” sobre la afición de Calderón al trago y a responder el emplazamiento de Aristegui.

¡Pero qué necesidad, hubiera dicho Juan Gabriel! De qué le sirvió a los genios de Los Pinos intentar acallar el rumor sobre la afición al trago de Calderón, cuando al final iban a salir a afirmar que el mandatario mexicano se levanta temprano y hace ejercicio.

A estas alturas nadie les va a creer. Lo único aceptable de esta historia es dejar en claro que ningún personaje público merece ser invadido en su vida personal si sus aficiones privadas no son constitutivas de delito y no implican subordinación alguna a ninguna creencia, afición o proyecto de gobierno.

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