Alcoholismo y poder en el Estado

Álvaro Cepeda Neri

Más de uno de nuestros presidentes del montón, ha padecido aparte de la enfermedad-perversidad psiquiátrica del autoritarismo político, alguna enfermedad física. Victoriano Huerta era alcohólico y neurasténico, casi loco. López Mateos sufría de fuertes migrañas, que pusieron en riesgo su permanencia en la presidencia (autoritario y brutalmente represivo, como su sucesor: Díaz Ordaz, aunque éste lo superó en maldad al ordenar la matanza del 68). Echeverría, López Portillo, Salinas y Zedillo, padecieron la gula de la egolatría y abusaron del poder con sus arranques trogloditas. De la Madrid tuvo el mal de la mediocridad, casi hasta la imbecilidad. Fox tuvo delirio de grandeza y, alto físicamente, fue un enano manipulado por el desbordado matriarcado (que le impusieron su madre y su segunda esposa). Y llegamos a Calderón a quien recio y quedito se le imputa de adicto al alcohol, y casi llegando al delirium tremens a medida que se le nota desesperado para alcanzar la otra orilla hacia el final de su mal gobierno derechista, yunquista y panista.

Sobre las enfermedades de los hombres (y mujeres) en el poder del Estado, particularmente presidencias, primeros ministros o, en su caso: jefes de Estado y jefes de Gobierno, David Owen publica el libro: En el poder y en la enfermedad, con el subtítulo: Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos años (1901-2007), con traducción del inglés a nuestro idioma, de María Condor. En cuatro amplísimos capítulos se ocupa de: Enfermedades de jefes de Estado y de gobierno en los últimos años; Historiales; La embriaguez del poder y Lecciones para el futuro. Una conclusión y notas con su respaldo bibliográfico. No aparece el caso de Calderón, pero sí el alcohólico Bush, Kennedy con sus dolores de espalda y su enfermizo apetito sexual; Theodoro Roosevelt, Woodrow Wilson… ¡Hitler, el paranoico e imbécil racista!; Churchill, sus males cardíacos y alcoholismo; Franklin Delano Roosevelt, paralizado de la cadera para abajo, etc.

Es un libro sensacional para tomar en cuenta lo que sucede cuando un enfermo (en el caso mexicano actual: un alcohólico) está en un cargo público, con gravísimas “consecuencias por dichas enfermedades (adicciones) para la tarea de gobernar”. Y aunque se eviten expresiones como locura o demencia, “durante siglos se ha observado que algo ocurre a la estabilidad mental de algunas personas cuando están en el poder; la expresión de Bertrand Russell: embriaguez del poder… capta muy bien la relación causal entre detentar el poder y una conducta aberrante que tiene un tufo a inestabilidad mental”. La embriaguez en el sentido del alcoholismo, hace de los gobernantes enemigos de la realidad y “prefieren la vacilación, la duda y los titubeos… con estrés postraumático”. Para advertir a tiempo la enfermedad de un político en el poder… “La prensa tiene en esto un papel clave (para que nos proporcione) más pistas e información que nos ponga sobre aviso”.

FICHA BIBLIOGRÁFICA:
Autor: David Owen
Título: En el poder y en la enfermedad
Editorial: Ediciones Siruela.-2010
cepedaneri@prodigy.net.mx

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