Samuel Ruiz: la importancia de escuchar


Javier Hernández Alpízar | Zapateando | via Kaos en la Red

Samuel Ruiz arriesgó su vida por su fe y su compromiso. Fundó, entre otras obras importantes y activas, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas

La foto es de 1994. Escribo como la recuerdo, porque no me es posible tenerla a la vista. Apareció en la portada de La Jornada en enero de ese año.

La escena ocurrió en el momento en que el EZLN entregó a la Cruz Roja a Absalón Castellanos, militar retirado y ex gobernador priista (1982 – 1988) de Chiapas. El EZLN lo había apresado durante el alzamiento armado del 1 de enero de ese año. El EZLN hizo un juicio popular en el que rememoró las fechorías del ex gobernador de Chiapas. El prisionero de guerra fue liberado y condenado a vivir “hasta el último de sus días con la pena y la vergüenza de haber recibido el perdón y la bondad de aquellos a quienes tanto tiempo humilló, secuestró, despojó, robó y asesinó”. (20 de enero de 1994)

La liberación de Absalón Castellanos fue una de las señales de paz del EZLN, que había declarado un alto al fuego en respuesta a las intensas movilizaciones ciudadanas que pidieron diálogo y cese el fuego.

La foto que ahora recuerdo –no sé quién sería el fotógrafo– congeló el momento en que el mediador para la paz de la CONAI (Comisión Nacional de Intermediación, aceptada por ambas partes, zapatistas y gobierno federal) Samuel Ruiz, y el representante del gobierno de Carlos Salinas de Gortari: Manuel Camacho Solís, recibían a Castellanos de manos de los zapatistas.

En la foto, los cuatro personajes se encuentran y cada uno saluda a quien tiene enfrente, le mira a los ojos y le sonríe. El fotógrafo captó algo esencial: la alegría de cada uno por saludar a uno de los suyos.

Samuel Ruiz saluda a un militar zapatista encapuchado, un indígena bajito de estatura que se toca la cabeza con una cachucha, por encima del pasamontañas negro. Debe tratarse del mayor Moisés (si la memoria no me falla), a quien Samuel Ruiz saluda amistosamente. Es uno de los suyos: No en el sentido que la derecha coleta de Chiapas y del DF han pretendido, al mentir diciendo que Samuel Ruiz era parte del EZLN. Pero sí uno de los suyos en el sentido de que los indígenas chiapanecos fueron quienes, así lo dijo Samuel Ruiz, lo convirtieron al Evangelio. Porque el obispo emérito de San Cristóbal venía de una formación abierta al cambio, del Concilio Vaticano II, pero fue la pobreza y la fe de los indios la que le hizo comprender el Evangelio y la necesidad, obligación del amor cristiano, de cambiar las cosas y alcanzar justicia para los indígenas y los pobres.

Por eso los indígenas eran los suyos, era el lado por el que Samuel Ruiz tomó partido siguiendo su fe. Y aunque el obispo nunca se comprometió con la vía armada, tampoco dio la espalda a las causas justas de los indígenas y trató de aportar su granito de arena, como mediador, para una paz con justicia y dignidad.

Los otros dos personajes de la foto también se dan la mano, se miran a los ojos y sonríen. Aunque van vestidos de manera informal, sus ropas son elegantes y caras. Integrante con licencia del gabinete priista de Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís saluda al ex gobernador priista y militar retirado Absalón Castellanos. Ambos se ven con alegría: la del rescatado que regresa con los suyos, y la del político priista y salinista que cumple su misión y recupera sano y salvo a uno de los suyos.

Dos integrantes del México de arriba y dos integrantes del México de abajo. Era el inicio de un diálogo que el México de arriba, el del gobierno federal, traicionó.

Samuel Ruiz arriesgó su vida por su fe y su compromiso. Fundó, entre otras obras importantes y activas, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, con sede en San Cristóbal en 1989. El FrayBa es hoy una voz de denuncia de las violaciones de derechos humanos y uno de los blancos de la represión contrainsurgente que impulsan los gobiernos, el perredista de Juan Sabines y el panista de Felipe Calderón. Los dos Méxicos, el de arriba y el de abajo, que en esa foto estaban retratados, siguen enfrentados.

Carlos Fazio escribió el libro “Samuel Ruiz, el caminante”, en donde cuenta cómo el católico de Irapuato, Guanajuato, quien siempre admiró la organización y la lucha de los sinarquistas por justicia, se ordenó sacerdote, llegó a ser obispo, participó en el Concilio Vaticano II y después fue enviado como obispo a Chiapas, donde conoció a los indios, su pobreza y su dignidad, los escuchó y comprendió que convertirse al Evangelio es tomar partido por ellos, como lo hizo en su tiempo Fray Bartolomé.

La figura de Samuel Ruiz trasciende el anticlericalismo a priori de ciertas izquierdas jacobinas. Lega además un compromiso de la iglesia de abajo, como el que mantiene el obispo Raúl Vera. E incluso trasciende la interpretación de un movimiento complejo, el sinarquista que, sí, se opuso al PRI “progresista” y “revolucionario”, y estaba formado por campesinos pobres.

En una entrevista con la revista Ixtus, dirigida por Javier Sicilia (publicación ya desaparecida, actualmente Sicilia tiene la revista Conspiratio), Samuel Ruiz explicó por qué no hubo necesidad en Chiapas de Comunidades Eclesiales de Base, necesarias para recomponer el tejido social comunitario ahí donde ya estaba dañado o destruido, sino una iglesia de los pobres donde los indígenas siguen teniendo comunidad. Y explicó algo que es difícil de entender para ciertas ortodoxias (tanto católicas como otras): la exploración de las teologías indias. No es lo mismo que la teología de la liberación, basada en la Biblia y el Evangelio. Es la investigación en las culturas, lenguas y teologías de los indios de los elementos teológicos y espirituales relevantes que los indios deben conservar y cultivar, y que son parte de su herencia cultural y espiritual, sean de origen prehispánico o posterior, pero indio. Esa apertura de mente y de espíritu muy pocos la pueden tener. Samuel Ruiz la tuvo y le permitió comprender a los indígenas, sus hermanos.

Cuando en 2006 inició la Otra Campaña, confesó Pablo González Casanova que inicialmente no entendió la Sexta Declaración de la Selva Lacandona: González Casanova pensaba que los zapatistas debían salir a hablar, a decir, a dar línea, y no a escuchar, como anunciaron e hicieron. Confiesa que platicó con Samuel Ruiz y le dijo eso que pensaba. Samuel Ruiz le confió que los indígenas aprecian mucho ser escuchados. Cuando Samuel Ruiz llegó los escuchó, y ellos confiaron en él porque los escuchaba. Eso mismo proponía el EZLN ahora: Escuchar. Escuchar a todos los de abajo a quienes muchos les quieren decir qué hacer, pero nadie se molesta en escuchar.

Ha muerto Samuel Ruiz. Su ausencia agrava las ausencias que se han venido acumulando en los años recientes, de personas como Carlos Lenkersdorf, Carlos Montemayor, Andrés Aubry, Raúl Jardón, la comandanta Ramona.

El México de arriba y el de abajo siguen activos. El de arriba beligerante, como en los tiempos de la tiranía de Castellanos, ahora con Sabines y Calderón. Y con la soberbia del que piensa que debe ser escuchado, que los de abajo tienen que tomar partido por lo que el de arriba dice e impone.

El México de abajo sigue resistiendo la violencia, y tratando de encontrar un camino a la paz, pero no a la rendición, sino a la paz con justicia, a la paz con dignidad.

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