Revolución en el Siglo XXI


Malandro / Via Kaos en la Red

La juventud que se fue: La Generación del Segundo Centenario

Las condiciones de desintegración del estado mexicano no son nuevas, es el producto de un proceso que lleva varias décadas, algunas veces de manera velada y otras con un claro síndrome acelerado

Las condiciones de desintegración del estado mexicano no son nuevas, es el producto de un proceso que lleva varias décadas, algunas veces de manera velada y otras con un claro síndrome acelerado de descomposición, en él han actuado fuerzas internas (la iglesia, la derecha mexicana, junto con no poca ayuda de izquierda) y fuerzas externas (los gobiernos de EEUU, Inglaterra, España, Israel y las grandes empresas trasnacionales Medicas, de alimentos, mineria, energéticos y agricultura).

A finales del siglo XX, en la década de 1990 no fueron pocos los jóvenes que se lanzaron a las calles para reclamar la entrega de las instituciones a las empresas y a los intereses de los gobiernos extranjeros, la contradicción en las que entro la juventud de esa década fue el enfrentamiento entre los valores de la ideología de la revolución con el entreguismo exacerbado de Salinas de Gortari al capital gringo, bajo el Neoliberalismo.

Los ingresos de los mexicanos se vieron menguados con la crisis de 1995 y las contradicciones en todo el país se agudizaron, ante el fin de las expectativas para la población, miles de jóvenes buscaron participar de los procesos de transformación del país convocados por el levantamiento armado de 1994 en Chiapas.

La ruptura del sistema de salud y la educación en México, a partir del la reducción de la inversión del estado en estos rubros, ha propiciado el brote de enfermedades en todo el país y la pérdida de movilidad social por la vía de la educación, fracturando la frágil estabilidad económica de los mexicanos y propiciando con ello el desanimo de la población.

La década del 2000 transcurrió bajo la premura de una estrategia de exterminio de la juventud mexicana, en la que la “guerra contra el narcotráfico” es la punta de lanza de un proceso de desintegración del tejido social, a partir de promover un entorno en el que es imposible concretar un cambio desde la sociedad y en el que por la vía de desintegrar los espacios de cohesión social se busca mantener el poder para los intereses de los poderosos y los extranjeros en el país.

El debilitamiento del estado mexicano ha llevado a que en el ceno de las instituciones educativas de incremente la presencia de un aparente “lumpenaje común”, pero en los hechos, los adolecentes y los jóvenes mexicanos son dejados a la suerte ante los grupos delincuenciales del país quienes los reclutan; las instituciones educativas están incapacitadas para actuar, en todo el territorio nacional los profesores son víctimas y victimarios en un entorno que se sale de las manos de la disciplina escolar.

Retirados de los espacios de participación política, la juventud de la década de 1990 ha trastabillado en su vida, presa de la desintegración económica y las peripecias propias de una vida cotidiana plagada de incertidumbres, los grupos de poder han “triunfado” en la desideologización de la juventud mexicana a un costo cuyas consecuencias están presenciando hoy con la desmovilización de la población ante los acuciantes problemas que padecemos.

Pero, ¿Qué ideología promueve el estado mexicano en el siglo XXI? El vacio, la pérdida total identidad nacional, al punto que se atreven a hablar de la generación X, Y; y en un momento más cercano de los “ninis”, con la plena convicción de que han desmantelado al tejido social, inmovilizando la iniciativa de la sociedad mexicana, el vacio histórico al que han condenado a la juventud la lleva a un espiral constante de autodestrucción, un espiral muy parecido al que Ronald Raigan propicio con la “Guerra del Crak” en los EEUU con auspicio de la CIA para contener a la revolución Nicaraguense y al nacionalismo islámico en Iran.

¿Qué podemos hacer ante la decadencia de las instituciones en México? La Generación del 2010, la Generación del Segundo Centenario, la que paro la represión en 1994 entonando el himno nacional mexicano, quienes salimos a la calle gritando a una voz ¡Ya Basta!, quienes cruzamos el territorio nacional promoviendo la organización pacifica y combativa de la juventud, hoy debemos aceptar que no basta solo con resistir, es imperativo impulsar la recuperación de la participación social de la juventud, la ideologización de la juventud y el compromiso en la construcción de la identidad nacional desde la frontera interna, en una cotidianidad que se desgarra por la ruptura de la tranquilidad.

Muchos jóvenes en el país sueñan con los paraísos extranjeros, muchos son presas de la vulgar perdida de identidad (Rogdrigo, 1992) o por la contemplación sin compromisos de la “cultura nacional”, pero otros sabemos que se hace imperativo mantener la unidad nacional, y es con ellos con los que es necesario hacer un frente común ante el abandono de la población a su suerte por parte de las “instituciones” del país controlada por políticos corruptos de derecha e izquierda y las sectas religiosas. Es imperativa la defensa del estado laico y científico, bajo el principio de Benito Juárez: “Donde estemos, con lo que tengamos “.

Ilustracion: carton por Helguera.

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