Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
La historia de México es cruenta. Obtenida su independencia, el país ha padecido asonadas, levantamientos, invasiones, guerras civiles (eso fueron la intentona de la extrema derecha y el clero de imponer un príncipe extranjero, y la Revolución) y la presión constante de Estados Unidos desde que se estableció como norma fundamental la Constitución de 1917, desde que se estatizaron el petróleo, la luz y los bancos.
Lo primero que se perdió casi en su totalidad, fue el sistema bancario nacional. De no ser por Banorte e Inbursa la temperatura económica de la nación se mediría en grados Celsius. Van por lo demás, de eso se trata la globalización, y es el proyecto de nación (¿?) que Acción Nacional desea impulsar en la sucesión presidencial de 2012.
Me cuenta un inteligente y sincero partidario de Enrique Peña Nieto que no la tienen fácil, que ganarle la presidencia a Felipe Calderón -pues de eso se trata, insiste- sería una hombrada, porque nunca nadie ha ganado una sucesión presidencial al presidente de la República en funciones.
Le he dado vueltas a su afirmación, he reflexionado sobre la porción de historia patria que estudié y repasado la que me ha tocado vivir, para llegar a una ineludible conclusión: mi amigo se equivoca. Algunos presidentes fueron vencidos. Uno de ellos corrigió, otros no pudieron o no quisieron hacerlo.
Álvaro Obregón se le impuso a Plutarco Elías Calles, con reforma constitucional de por medio. El magnicidio le resultó inevitable. La ambición de “El manco de Celaya” produjo el maximato.
Luis Echeverría Álvarez se hizo insustituible y se impuso en la voluntad de Gustavo Díaz Ordaz, quien estuvo a un tris de sustituirlo -como se ha narrado en diferentes ocasiones, pues tenía el margen constitucional para hacerlo- cuando muy tarde se dio cuenta del engaño.
José María Córdoba Montoya y Ernesto Zedillo Ponce de León se impusieron a la decisión de Carlos Salinas de Gortari, quien constitucionalmente perdió margen de maniobra legal por la fecha en que ocurrió el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Finalmente, Felipe Calderón Hinojosa les ganó el PAN y la candidatura a Vicente Fox Quesada y Martha Sahagún, la pareja que en contra de toda norma legal gobernó México durante seis años.
¡Claro que Felipe Calderón puede ganar su propia sucesión! A ello está dedicado de tiempo completo, salvo que ha perdido la perspectiva de los sentimientos de la sociedad y el estadio de desarrollo político en el que México se encuentra, que no es una democracia, pero lucha por convertirse en una sociedad abierta como la definió Popper, de allí la importancia del IFAI y del Poder Judicial de la Federación.
Si continúan errores como el veto informativo impuesto a la Licitación 21, a los créditos fiscales de 2007 amparados en una estúpida decisión de la CNDH, y crece el descontento de la sociedad en manifestaciones de rechazo a su política contra el narcotráfico como la iniciada por los “moneros”, naturalmente que puede perder su propia sucesión y el proyecto que él cree tener para este desvalido país.
Que la pierda es muy difícil. Tiene todo para ganarla.
La historia de México es cruenta. Obtenida su independencia, el país ha padecido asonadas, levantamientos, invasiones, guerras civiles (eso fueron la intentona de la extrema derecha y el clero de imponer un príncipe extranjero, y la Revolución) y la presión constante de Estados Unidos desde que se estableció como norma fundamental la Constitución de 1917, desde que se estatizaron el petróleo, la luz y los bancos.
Lo primero que se perdió casi en su totalidad, fue el sistema bancario nacional. De no ser por Banorte e Inbursa la temperatura económica de la nación se mediría en grados Celsius. Van por lo demás, de eso se trata la globalización, y es el proyecto de nación (¿?) que Acción Nacional desea impulsar en la sucesión presidencial de 2012.
Me cuenta un inteligente y sincero partidario de Enrique Peña Nieto que no la tienen fácil, que ganarle la presidencia a Felipe Calderón -pues de eso se trata, insiste- sería una hombrada, porque nunca nadie ha ganado una sucesión presidencial al presidente de la República en funciones.
Le he dado vueltas a su afirmación, he reflexionado sobre la porción de historia patria que estudié y repasado la que me ha tocado vivir, para llegar a una ineludible conclusión: mi amigo se equivoca. Algunos presidentes fueron vencidos. Uno de ellos corrigió, otros no pudieron o no quisieron hacerlo.
Álvaro Obregón se le impuso a Plutarco Elías Calles, con reforma constitucional de por medio. El magnicidio le resultó inevitable. La ambición de “El manco de Celaya” produjo el maximato.
Luis Echeverría Álvarez se hizo insustituible y se impuso en la voluntad de Gustavo Díaz Ordaz, quien estuvo a un tris de sustituirlo -como se ha narrado en diferentes ocasiones, pues tenía el margen constitucional para hacerlo- cuando muy tarde se dio cuenta del engaño.
José María Córdoba Montoya y Ernesto Zedillo Ponce de León se impusieron a la decisión de Carlos Salinas de Gortari, quien constitucionalmente perdió margen de maniobra legal por la fecha en que ocurrió el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Finalmente, Felipe Calderón Hinojosa les ganó el PAN y la candidatura a Vicente Fox Quesada y Martha Sahagún, la pareja que en contra de toda norma legal gobernó México durante seis años.
¡Claro que Felipe Calderón puede ganar su propia sucesión! A ello está dedicado de tiempo completo, salvo que ha perdido la perspectiva de los sentimientos de la sociedad y el estadio de desarrollo político en el que México se encuentra, que no es una democracia, pero lucha por convertirse en una sociedad abierta como la definió Popper, de allí la importancia del IFAI y del Poder Judicial de la Federación.
Si continúan errores como el veto informativo impuesto a la Licitación 21, a los créditos fiscales de 2007 amparados en una estúpida decisión de la CNDH, y crece el descontento de la sociedad en manifestaciones de rechazo a su política contra el narcotráfico como la iniciada por los “moneros”, naturalmente que puede perder su propia sucesión y el proyecto que él cree tener para este desvalido país.
Que la pierda es muy difícil. Tiene todo para ganarla.
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