Martha Anaya / Crónica de Política
Confieso que me asombra. Está por cumplir 74 años y el entusiasmo de José Agustín Ortiz Pinchetti no decae. Sigue y sigue luchando por empujar la democracia, ahora incluso lo hace tocando –literalmente– puerta por puerta, desde la que pudiera ser su última trinchera: el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Nos sentamos en el rincón de un café. Sus ojos lucían chispeantes, su conversación desbordaba emoción. Lo mismo recordaba su “activismo” como Consejero del Instituto Federal Electoral, que aquellos tiempos en que junto con Santiago Creel se lanzaron a promover el Seminario del Castillo de Chapultepec, que desembocó en la reforma política de 1995 que “abrió las puertas” a la alternancia.
Pero sobre todo, Ortiz Pinchetti hablaba del hoy, de su labor en “el movimiento”, de su trabajo en Puebla –estado del que es encargado–, de las reacciones de la gente a la que ha visitado, del estado de ánimo “¡terrible!” de la gente, en contra tanto del gobierno local como federal.
Recibe una llamada en el celular. Rápidamente organiza con un amigo el préstamo de un par de camiones para viajar al Estado de México en donde está de gira López Obrador. Otro timbrazo es para reportarle la cantidad de periódicos devueltos de Regeneración, el órgano del movimiento.
-¿Sabes cuántos regresaron en Puebla? –pregunta excitado, además de explicarme que cada vez que van a entregar un número dicen textualmente; “vengo de parte de Andrés Manuel López Obrador, desea usted recibir un ejemplar…”.
-Un diez por ciento-, aventuro.
-¡Cuatro por ciento!, y eso que es una zona muy difícil. Mario Marín tenía a medio mundo controlado. Pero en cuanto la gente percibió que había posibilidades de un cambio, le dio la espalda y se fueron con otro que venía del PRI, Rafael Moreno Valle, pero éste, un hombre decente, honrado, ético.
Su charla recorre los trabajos que están llevando a cabo en el movimiento y afirma sin duda alguna: “sólo con la gente, organizados, vamos a doblegar a los poderes fácticos”.
Le miro con escepticismo. Me dice: “Hay que creer en la gente”.
Su entusiasmo, su ilusión, hasta su candor, me hacen sentir como si fuera yo quien tuviera más de setenta años y él fuese un joven en plena cruzada.
Hace 15 años Ortiz Pinchetti era un “aliancista a morir”. Unidos PAN y PRD, decía, son kriptonita para el PRI. Ya no lo es. Le pregunto por qué y responde:
-Después de todo lo que ocurrió en el 2006, cómo confiar en una alianza con el PAN. Claro, ha habido alianzas circunstanciales en que se logró el triunfo: Oaxaca y Puebla. Estuvo bien. Pero ya una alianza en el Estado de México, auspiciada por Calderón y por los Chuchos era el prólogo para impulsar una candidatura que no fuera la de Andrés Manuel. Por eso Andrés se les adelanta y empieza a hacer campaña en el Estado de México.
-Pero aún parece posible la conformación de esa alianza-, insisto.
-Una alianza formal del PAN con el PRD ya es imposible. Una vez que vean que el PRD tiene un candidato tan fuerte como (Alejandro) Encinas…
Deja la frase inconclusa y salta a otra idea:
-¡Fijate!, son cuatro las fuerzas que van a estar del lado de la alianza de la izquierda. Cuatro, no tres: PRD, PT, Convergencia y el Movimiento. El movimiento tiene 300 mil activistas en el Estado de México. No es poca cosa. Cierto que no todas las estructuras están lo suficientemente maduras, probablemente ni para el 2011 en el Estado de México, ni para el 2012 a nivel nacional. Y ni en uno ni en otro caso vamos a poder ganar la elección. Con los puros partidos ya no vamos a poder ganar elecciones.
No hay desaliento en su exposición. Su mirada parece estar mucho más allá del 2011 y del 2012.
De pronto comenta:
-¿No te parece extraño que ningún académico o estudioso esté haciendo un seguimiento puntual del Movimiento (de Andrés Manuel, el ahora llamado MORENA)? ¡Es el germen de un partido!
-Tal vez porque lo desprecian…-, digo.
Don Agustín mueve la cabeza de un lado al otro. Parece no entender cómo, ni por qué, dejamos pasar la historia de la lucha por la democracia en nuestro país sin hacerle el menor caso.
Pero no se detiene ahí. Rápidamente retoma otro tema –sobre el Movimiento, claro– y sus ojos vuelven a brillar.
Confieso que me asombra. Está por cumplir 74 años y el entusiasmo de José Agustín Ortiz Pinchetti no decae. Sigue y sigue luchando por empujar la democracia, ahora incluso lo hace tocando –literalmente– puerta por puerta, desde la que pudiera ser su última trinchera: el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Nos sentamos en el rincón de un café. Sus ojos lucían chispeantes, su conversación desbordaba emoción. Lo mismo recordaba su “activismo” como Consejero del Instituto Federal Electoral, que aquellos tiempos en que junto con Santiago Creel se lanzaron a promover el Seminario del Castillo de Chapultepec, que desembocó en la reforma política de 1995 que “abrió las puertas” a la alternancia.
Pero sobre todo, Ortiz Pinchetti hablaba del hoy, de su labor en “el movimiento”, de su trabajo en Puebla –estado del que es encargado–, de las reacciones de la gente a la que ha visitado, del estado de ánimo “¡terrible!” de la gente, en contra tanto del gobierno local como federal.
Recibe una llamada en el celular. Rápidamente organiza con un amigo el préstamo de un par de camiones para viajar al Estado de México en donde está de gira López Obrador. Otro timbrazo es para reportarle la cantidad de periódicos devueltos de Regeneración, el órgano del movimiento.
-¿Sabes cuántos regresaron en Puebla? –pregunta excitado, además de explicarme que cada vez que van a entregar un número dicen textualmente; “vengo de parte de Andrés Manuel López Obrador, desea usted recibir un ejemplar…”.
-Un diez por ciento-, aventuro.
-¡Cuatro por ciento!, y eso que es una zona muy difícil. Mario Marín tenía a medio mundo controlado. Pero en cuanto la gente percibió que había posibilidades de un cambio, le dio la espalda y se fueron con otro que venía del PRI, Rafael Moreno Valle, pero éste, un hombre decente, honrado, ético.
Su charla recorre los trabajos que están llevando a cabo en el movimiento y afirma sin duda alguna: “sólo con la gente, organizados, vamos a doblegar a los poderes fácticos”.
Le miro con escepticismo. Me dice: “Hay que creer en la gente”.
Su entusiasmo, su ilusión, hasta su candor, me hacen sentir como si fuera yo quien tuviera más de setenta años y él fuese un joven en plena cruzada.
Hace 15 años Ortiz Pinchetti era un “aliancista a morir”. Unidos PAN y PRD, decía, son kriptonita para el PRI. Ya no lo es. Le pregunto por qué y responde:
-Después de todo lo que ocurrió en el 2006, cómo confiar en una alianza con el PAN. Claro, ha habido alianzas circunstanciales en que se logró el triunfo: Oaxaca y Puebla. Estuvo bien. Pero ya una alianza en el Estado de México, auspiciada por Calderón y por los Chuchos era el prólogo para impulsar una candidatura que no fuera la de Andrés Manuel. Por eso Andrés se les adelanta y empieza a hacer campaña en el Estado de México.
-Pero aún parece posible la conformación de esa alianza-, insisto.
-Una alianza formal del PAN con el PRD ya es imposible. Una vez que vean que el PRD tiene un candidato tan fuerte como (Alejandro) Encinas…
Deja la frase inconclusa y salta a otra idea:
-¡Fijate!, son cuatro las fuerzas que van a estar del lado de la alianza de la izquierda. Cuatro, no tres: PRD, PT, Convergencia y el Movimiento. El movimiento tiene 300 mil activistas en el Estado de México. No es poca cosa. Cierto que no todas las estructuras están lo suficientemente maduras, probablemente ni para el 2011 en el Estado de México, ni para el 2012 a nivel nacional. Y ni en uno ni en otro caso vamos a poder ganar la elección. Con los puros partidos ya no vamos a poder ganar elecciones.
No hay desaliento en su exposición. Su mirada parece estar mucho más allá del 2011 y del 2012.
De pronto comenta:
-¿No te parece extraño que ningún académico o estudioso esté haciendo un seguimiento puntual del Movimiento (de Andrés Manuel, el ahora llamado MORENA)? ¡Es el germen de un partido!
-Tal vez porque lo desprecian…-, digo.
Don Agustín mueve la cabeza de un lado al otro. Parece no entender cómo, ni por qué, dejamos pasar la historia de la lucha por la democracia en nuestro país sin hacerle el menor caso.
Pero no se detiene ahí. Rápidamente retoma otro tema –sobre el Movimiento, claro– y sus ojos vuelven a brillar.
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