Las críticas beltronistas al calderonismo

Álvaro Cepeda Neri

Si alguien ha mantenido encendida la crítica constructiva, como representante federal (si bien de Sonora, en el Senado es una voz nacional), ha sido el político y estratega en el ajedrez de la competencia, como militante de la oposición (y la oposición es para criticar el mal desempeño del presidencialismo), ha sido sin duda alguna, coincidiendo o no con sus juicios, Manlio Fabio Beltrones, la cabeza política, a mi parecer, más completa del PRI que aspira a seguirse renovando en algunos de sus cuadros reposicionándose para (ahora sí mediante el convencimiento electoral), más que regresar a la presidencia de la República, conquistarla para cumplir los principios de la Constitución. Y dispuesto a deshacerse del fardo negativo por el que los electores decidieron, arriesgándose, probar fortuna (¡oh, Maquiavelo, la infiel fortuna!) con esa derecha foxista-calderonista que resultó perversamente fatídica y estamos pagando una década desastrosa.

Para eludir las mentadas, Calderón y los panistas han querido achacarle a los del PRI, en el Senado, sobre todo, que las iniciativas para nuevas leyes, enviadas por el inquilino, más del búnker, que de Los Pinos, han sido frenadas. Es otra mentira calderonista, como la exageración de que las enfermeras reciben salarios de 18 mil pesos que soltó en un acto para elogiarlas, creyéndose impune a los abucheos y silbidos y las presentes le dijeron, a coro, mentiroso. En respuesta el senador Beltrones, con datos duros en la mano, le replicó que aprobaron en un 92 por ciento lo que recibió la Cámara alta. Pero Calderón quiere que le aprueben de todas, todas, cuando es obligación legislativa no aceptar a tontas y locas lo que se le ocurre al panista.

Beltrones ha criticado el ejercicio presidencial de don Felipe de Jesús, por la ineficacia del mal gobierno y ante las propias cifras calderonistas de que 50 millones de mexicanos sobreviven en la vil pobreza (más de la mitad apenas tiene un salario mínimo de 54 pesos y la otra mitad solo doce pesos), calificó al calderonismo de “fábrica de pobres”. Los panistas adictos al resguardado en el búnker del que presume para esconderse, furiosamente defendieron a Calderón, reprobando las afirmaciones beltronistas. Pero escupieron al cielo. Y sus vómitos les cayeron de inmediato en la cara.

Como en el foxismo, está claro que en cuatro años Calderón no pudo ni supo ni puede ya resolver problemas. Está negado para el ejercicio de la política. Ha sido un presidente de palo. Y su grupo de amigos que cultivó cuando fue diputado, con otros más, no han servido para la cosa pública. Las críticas del senador Beltrones son certeras. Pisaron callos del calderonismo y, sin indirectas, fueron dirigidas al mismo Calderón, como la imputación de que: “El problema no es el Legislativo. El asunto central es el mal diseño de la política económica y social calderonista que ha convertido a México en una auténtica fábrica de pobres y ha sido incapaz de hacer frente a la demanda de empleos suficientes y bien remunerados”. Más claro ni el agua.

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