Opinión Invitada: Santiago Roel III
Los sistemas complejos tienen puntos de quiebre en donde la presión se vuelve tan álgida que lleva un punto crítico en donde el sistema evoluciona hacia un nuevo orden o se colapsa. Es una bifurcación en términos de teoría del caos.
La violencia es sólo un síntoma más de que el sistema ha llegado a ese punto de quiebre, pero no es el único. Desde hace más de 15 años no vemos cambios relevantes en México. Las reformas necesarias para impulsarnos hacia la competitividad, el crecimiento económico y el fortalecimiento de la clase media se nos atoran. Somos un país que se ha olvidado de innovar en la empresa, en el gobierno, en la educación y en la política.
Volteamos a ver con sorpresa cómo el mundo avanzó y nosotros nos quedamos atrás; de ser un ejemplo positivo, ahora el mundo nos ve absortos en un modelo político-económico estancado, conflictivo e improductivo. Seguimos en la ilusión de que somos un país rico en recursos, historia y geografía, cuando en verdad somos pobres en sistema, creatividad y futuro.
La falta de empleo y oportunidades para los jóvenes se manifiesta en éxodo a Estados Unidos y en violencia. El Ejército no puede revertir esto aunque haga una labor heroica; es sólo un paliativo para intentar contener, pero todos intuimos que las propuestas deben ser integrales, holísticas y de largo plazo.
Si no hacemos nada el sistema se seguirá colapsando: menos inversión, competitividad y crecimiento. Mayor temor, ineficacia y corrupción. Reacción en lugar de prevención. Quizá hasta el colapso generalizado con un costo social tremendo.
La otra opción es tomar decisiones y evolucionar. ¿En qué puede consistir la evolución? Aquí van algunos elementos.
Se requiere un nuevo orden político. Un sistema que logre mejores decisiones, más acordes con el bien de todos, no el de los privilegiados. No podemos seguir siendo controlados por los monopolios de la comunicación, de la educación, de la energía, y de los partidos políticos.
Los privilegiados han agotado su momento. Es imposible pretender controlar al País a puerta cerrada y a costa del bien común. El único poder que puede enfrentarlos es el de los ciudadanos y para ello requerimos abrir los procesos de toma de decisiones. Por ello es importante facilitar el flujo de la información. Tenemos mucho que avanzar en rendición de cuentas y en sistemas de participación ciudadana.
La verdad es un atractor hacia el buen gobierno. Los sistemas que toleran y fomentan la verdad son fuertes; los que la combaten o la simulan son débiles. Esto se aplica en todos los órdenes: personal, familiar, empresarial y político. Sin este atractor no podemos evolucionar. Por ejemplo, los programas de rehabilitación empiezan con aceptación.
Debemos, igualmente, entender que los sistemas complejos se autoordenan, no se controlan. El afán de control es una ilusión que hace mucho daño y ésa es justamente la intención de quien busca algún privilegio. Los sistemas administrativos o políticos que buscan el control intentan la dominación de unos sobre otros. El universo se autoordena, no se controla. ¿Cómo lo logra? Con información e intención.
La intención -por tanto- tiene que ser de paz, de aceptación, de compasión, de equidad, de racionalidad y de bienestar genuino para todos. La intención es un resultado deseado y se convierte en una visión de futuro que integra a todos. Si la intención no tiene este grado de conciencia, la información y las decisiones se desvirtúan.
Sabemos que los políticos se ubican en un nivel de conciencia más bajo, generalmente en el orgullo y en el afán de control; el sistema debe ser capaz de contrarrestar esta intención de baja frecuencia para llegar al autoordenamiento.
Es decir, un sistema a prueba de políticos porque es vigilado por ciudadanos a cargo del bien común.
Así evoluciona el universo y así debe evolucionar nuestro modelo político. Los detalles no son relevantes, pues cuando los grandes trazos están en concordancia con las leyes universales, la información se alinea con la intención y las acciones con la información.
La elección que debe ocuparnos entonces, no es la del 2012, sino ésta: evolución o colapso.
El autor es especialista en sistemas de calidad de gobierno y creador del Semáforo del Delito.
Los sistemas complejos tienen puntos de quiebre en donde la presión se vuelve tan álgida que lleva un punto crítico en donde el sistema evoluciona hacia un nuevo orden o se colapsa. Es una bifurcación en términos de teoría del caos.
La violencia es sólo un síntoma más de que el sistema ha llegado a ese punto de quiebre, pero no es el único. Desde hace más de 15 años no vemos cambios relevantes en México. Las reformas necesarias para impulsarnos hacia la competitividad, el crecimiento económico y el fortalecimiento de la clase media se nos atoran. Somos un país que se ha olvidado de innovar en la empresa, en el gobierno, en la educación y en la política.
Volteamos a ver con sorpresa cómo el mundo avanzó y nosotros nos quedamos atrás; de ser un ejemplo positivo, ahora el mundo nos ve absortos en un modelo político-económico estancado, conflictivo e improductivo. Seguimos en la ilusión de que somos un país rico en recursos, historia y geografía, cuando en verdad somos pobres en sistema, creatividad y futuro.
La falta de empleo y oportunidades para los jóvenes se manifiesta en éxodo a Estados Unidos y en violencia. El Ejército no puede revertir esto aunque haga una labor heroica; es sólo un paliativo para intentar contener, pero todos intuimos que las propuestas deben ser integrales, holísticas y de largo plazo.
Si no hacemos nada el sistema se seguirá colapsando: menos inversión, competitividad y crecimiento. Mayor temor, ineficacia y corrupción. Reacción en lugar de prevención. Quizá hasta el colapso generalizado con un costo social tremendo.
La otra opción es tomar decisiones y evolucionar. ¿En qué puede consistir la evolución? Aquí van algunos elementos.
Se requiere un nuevo orden político. Un sistema que logre mejores decisiones, más acordes con el bien de todos, no el de los privilegiados. No podemos seguir siendo controlados por los monopolios de la comunicación, de la educación, de la energía, y de los partidos políticos.
Los privilegiados han agotado su momento. Es imposible pretender controlar al País a puerta cerrada y a costa del bien común. El único poder que puede enfrentarlos es el de los ciudadanos y para ello requerimos abrir los procesos de toma de decisiones. Por ello es importante facilitar el flujo de la información. Tenemos mucho que avanzar en rendición de cuentas y en sistemas de participación ciudadana.
La verdad es un atractor hacia el buen gobierno. Los sistemas que toleran y fomentan la verdad son fuertes; los que la combaten o la simulan son débiles. Esto se aplica en todos los órdenes: personal, familiar, empresarial y político. Sin este atractor no podemos evolucionar. Por ejemplo, los programas de rehabilitación empiezan con aceptación.
Debemos, igualmente, entender que los sistemas complejos se autoordenan, no se controlan. El afán de control es una ilusión que hace mucho daño y ésa es justamente la intención de quien busca algún privilegio. Los sistemas administrativos o políticos que buscan el control intentan la dominación de unos sobre otros. El universo se autoordena, no se controla. ¿Cómo lo logra? Con información e intención.
La intención -por tanto- tiene que ser de paz, de aceptación, de compasión, de equidad, de racionalidad y de bienestar genuino para todos. La intención es un resultado deseado y se convierte en una visión de futuro que integra a todos. Si la intención no tiene este grado de conciencia, la información y las decisiones se desvirtúan.
Sabemos que los políticos se ubican en un nivel de conciencia más bajo, generalmente en el orgullo y en el afán de control; el sistema debe ser capaz de contrarrestar esta intención de baja frecuencia para llegar al autoordenamiento.
Es decir, un sistema a prueba de políticos porque es vigilado por ciudadanos a cargo del bien común.
Así evoluciona el universo y así debe evolucionar nuestro modelo político. Los detalles no son relevantes, pues cuando los grandes trazos están en concordancia con las leyes universales, la información se alinea con la intención y las acciones con la información.
La elección que debe ocuparnos entonces, no es la del 2012, sino ésta: evolución o colapso.
El autor es especialista en sistemas de calidad de gobierno y creador del Semáforo del Delito.
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