Rubén Cortés
El priista Mario López Valdés, quien ganó la gubernatura de Sinaloa por la alianza PAN-PRD, perdió ayer una buena oportunidad para quedarse callado: dijo que perseguirá a su antecesor en el cargo en venganza porque hace años lo sacó de un equipo de beisbol.
“Entre Jesús Aguilar y yo hubo un rompimiento, me dio de baja en el equipo de beisbol y después me cerró las puertas a un proceso interno para la candidatura”. Así justificó su anuncio de búsqueda de “irregularidades y corruptelas” durante el gobierno de Aguilar.
La astracanada de Malova es ejemplo del bajísimo nivel de muchos de los políticos que tocaron en suerte a la actual etapa de la democracia mexicana: personajes cuya mediocridad intelectual desprestigia a la política como conductora de la modernidad y la reestructuración social.
Como Alfonso Brito, coordinador de Comunicación Social del GDF, quien el fin de semana se comportó como un improvisado al poner en evidencia a su jefe, Marcelo Ebrard, como político autoritario y represor de la libertad de expresión.
A través de Twitter, Brito transmitió un mensaje atribuido a su jefe sobre una “putiza” dada a Andrés Lajous, activista en contra de la Supervía Poniente.
Le escribió a Francisco Ríos Zertuche, asesor de Ebrard: “Paquito estamos con el jefe en Sinaloa. Me pide te comente que ‘felicidades por la putiza a Lajous’. La hemos seguido. Jajaja”.
¡Por favor! El autor de esa inocentada le lleva prensa al “mejor alcalde del mundo” y fuerte aspirante a ganar la Presidencia de México en 2012. Peor todavía: ¡Brito podría llegar a ser vocero de Los Pinos!
Lo lastimoso es que lumbreras como éstas suelen ascender (por integrar grupitos, no por talento) a niveles muy altos de gobierno: desde voceros de cancillerías sin saber suficiente historia ni geografía, hasta secretarios de Estado, pasando por directores de organismos desconcentrados.
O gobernadores, aun siendo astutos, lo cual no quiere decir que sean buenos políticos. Por ejemplo, el aliancista Gabino Cué, quien a un mes de asumir en Oaxaca ya se vio obligado a romper su promesa de campaña de que los miembros de su gabinete contaran con título universitario.
Cué, ex subsecretario de Gobernación con Zedillo, se manifestó como un político desidioso que, por ganar, ofreció cualquier ocurrencia: ahora Alfredo Ahuja y Adolfo Regino no pudieron asumir como secretarios de Turismo y de Asuntos Indígenas porque no pasaron la universidad.
Cué debió mandar a la bancada del PAN a impulsar una reforma a la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo y eliminar eso de los títulos universitarios para que pueda asumir Irma Piñeyro como secretaria general de Gobierno… quien también es autodidacta.
Pero ya lo describió Camus en La peste con una lucidez demoledora:
“La estupidez insiste siempre”.
El priista Mario López Valdés, quien ganó la gubernatura de Sinaloa por la alianza PAN-PRD, perdió ayer una buena oportunidad para quedarse callado: dijo que perseguirá a su antecesor en el cargo en venganza porque hace años lo sacó de un equipo de beisbol.
“Entre Jesús Aguilar y yo hubo un rompimiento, me dio de baja en el equipo de beisbol y después me cerró las puertas a un proceso interno para la candidatura”. Así justificó su anuncio de búsqueda de “irregularidades y corruptelas” durante el gobierno de Aguilar.
La astracanada de Malova es ejemplo del bajísimo nivel de muchos de los políticos que tocaron en suerte a la actual etapa de la democracia mexicana: personajes cuya mediocridad intelectual desprestigia a la política como conductora de la modernidad y la reestructuración social.
Como Alfonso Brito, coordinador de Comunicación Social del GDF, quien el fin de semana se comportó como un improvisado al poner en evidencia a su jefe, Marcelo Ebrard, como político autoritario y represor de la libertad de expresión.
A través de Twitter, Brito transmitió un mensaje atribuido a su jefe sobre una “putiza” dada a Andrés Lajous, activista en contra de la Supervía Poniente.
Le escribió a Francisco Ríos Zertuche, asesor de Ebrard: “Paquito estamos con el jefe en Sinaloa. Me pide te comente que ‘felicidades por la putiza a Lajous’. La hemos seguido. Jajaja”.
¡Por favor! El autor de esa inocentada le lleva prensa al “mejor alcalde del mundo” y fuerte aspirante a ganar la Presidencia de México en 2012. Peor todavía: ¡Brito podría llegar a ser vocero de Los Pinos!
Lo lastimoso es que lumbreras como éstas suelen ascender (por integrar grupitos, no por talento) a niveles muy altos de gobierno: desde voceros de cancillerías sin saber suficiente historia ni geografía, hasta secretarios de Estado, pasando por directores de organismos desconcentrados.
O gobernadores, aun siendo astutos, lo cual no quiere decir que sean buenos políticos. Por ejemplo, el aliancista Gabino Cué, quien a un mes de asumir en Oaxaca ya se vio obligado a romper su promesa de campaña de que los miembros de su gabinete contaran con título universitario.
Cué, ex subsecretario de Gobernación con Zedillo, se manifestó como un político desidioso que, por ganar, ofreció cualquier ocurrencia: ahora Alfredo Ahuja y Adolfo Regino no pudieron asumir como secretarios de Turismo y de Asuntos Indígenas porque no pasaron la universidad.
Cué debió mandar a la bancada del PAN a impulsar una reforma a la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo y eliminar eso de los títulos universitarios para que pueda asumir Irma Piñeyro como secretaria general de Gobierno… quien también es autodidacta.
Pero ya lo describió Camus en La peste con una lucidez demoledora:
“La estupidez insiste siempre”.
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