En carne propia


José Agustín Ortiz Pinchetti / El Despertar - La Jornada

Hace poco, en un desayuno, un amigo de mi generación me comentaba que si hace 30 años nos hubieran pronosticado todo lo que hemos sufrido los mexicanos por el deterioro progresivo en nuestra vida pública y privada, no lo hubiéramos creído. Habríamos apostado que si eso sucedía nos rebelaríamos.

En las democracias industriales la gente se ha manifestado enfurecida porque sus gobiernos, ante la crisis, han recortado algunas prestaciones del estado de bienestar. En México, donde los pocos beneficios que se otorgaban al pueblo han sido recortados salvajemente, la mayoría parece soportarlo y someterse.

Todos hemos padecido daños en carne propia. En mi caso, he sufrido asaltos a mano armada, me han robado cuatro coches, una de mis hijas estuvo a punto de ser asesinada en un conato de atraco. Mis tres hijos han tenido que emigrar y ninguno de mis nietos será mexicano. Aunque me he podido defender, sufro todos los días al ver la incuria, el cinismo y la desorganización; cómo se abre la brecha social y cómo perdemos la sensación de destino.

Pero otros han sufrido mucho más: los abusos de las autoridades, el desempleo, la ruptura de las familias, el abandono de pueblos y aldeas, y ahora hambre y violencia. Mientras tanto, unas 300 mil familias no pasan penurias. Ni siquiera sufrieron mermas importantes en las caídas económicas de 2009 y 2010: las grandes empresas ganaron como nunca. Los bancos obtuvieron ganancias récord. Aun los adinerados han sufrido asaltos, secuestros y violencia. Empieza el éxodo de la elite empresarial a Estados Unidos. Ellos son bien recibidos: generan negocios, empresas, consumen y compran o rentan casas. Lo peor es que aquellos que han causado el desastre gozan de impunidad. Dirigen empresas, son consultores y coyotes, dan conferencias y organizan campañas electorales.

Según las encuestas, la perspectiva de 2011 y los años que siguen es muy oscura. El optimismo de antaño ha desaparecido. Sin embargo, una desgracia tan profunda y generalizada está despertando a muchísima gente que ya no está dispuesta a sufrir y callar. Conforme se acerquen las elecciones de 2012 la agitación aumentará y quizás el pueblo ajuste cuentas con sus opresores. Ojalá que sea de modo pacífico y electoral, y no una ruptura violenta.

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