Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
La elección para gobernador de Guerrero este domingo incluye una pelea lateral que permitirá ir probando si dos candidaturas presidenciales tienen posibilidades reales de competencia. Marcelo Ebrard y Manlio Fabio Beltrones buscan remontar las adversidades y demostrar que Andrés Manuel López Obrador –en el primer caso-, y Enrique Peña Nieto –en el segundo-, no tendrán un día de campo para conseguir la candidatura presidencial en 2012.
El jefe de gobierno del Distrito Federal y el presidente del Senado, ampliamente reconocidos por su talento y experiencia, son vistos como los segundos en la fila para aspirar a la candidatura presidencial del PRD y del PRI, y fuera de rango en este momento para desafiar a sus carismáticos rivales, el líder de la izquierda social y ex candidato a la Presidencia en 2006, y el gobernador del estado de México.
Con unos 10 meses más por delante para que se definan las nominaciones, los dos partidos han perfilado su deseo de tener un candidato único que resolverá su posicionamiento ante el electorado. Ebrard y Beltrones, que no tienen el arrastre mediático de López Obrador y Peña Nieto, buscan remontar el déficit de una personalidad que conecte con la gente –como en esos dos casos-, mediante la construcción de una imagen de políticos que generan expectativa de cambio.
Guerrero es el primer laboratorio para producir la fórmula mágica que empiece a trasladarles fuerza de sus adversarios. Ebrard está apostando por el candidato de la izquierda, Ángel Heladio Aguirre, mientras que Beltrones es quien ha empujado al candidato priísta, Manuel Añorve. Esta es la primera de las varias competencias laterales que se verán rumbo al 2012.
Ebrard enfrenta a López Orador, quien lleva una década en campaña por la Presidencia. No puede romper con él porque ni tiene aún la fuerza dentro del PRD para caminar solo, ni le conviene perder el respaldo del tabasqueño. López Obrador mantiene un núcleo duro de electores, calculado en este momento entre 4 y 6%, con negativos crecientes entre la población en edad de votar, que le quitarían toda posibilidad de ganar una elección presidencial, pero al mismo tiempo lo hacen indispensable para que un candidato de izquierda pueda estar en condiciones de competencia ante el PAN y el PRI.
El jefe de gobierno del Distrito Federal fue quien sacó a Aguirre del PRI y lo promovió mediante una negociación interna en el PRD, como candidato de la izquierda en Guerrero. Es uno de los promotores de una alianza electoral con el PAN en el estado de México, donde el objetivo no es sólo ganar al PRI la gubernatura, sino restarle fuerza a Peña Nieto, mostrar sus vulnerabilidades, y comenzar a construir la idea que López Obrador, que es dogmáticamente unidimensional, es un estratega sin futuro.
Beltrones no puede esperar a que otros hagan su trabajo con Peña Nieto. Impulsó la candidatura de Añorve por encima de Peña Nieto, que es buen amigo de Aguirre, y ha usado al senador bajacaliforniano Fernando Castro Trenti como un golpeador y como operador en Guerrero, cuyos cuadros de Tijuana son los que se han enfrentado con los operadores enviados desde el Distrito Federal.
Aunque a diferencia de López Obrador en Guerrero Peña Nieto se sumó a la candidatura de Añorve, es Beltrones quien ha llevado la estrategia de la batalla. Según priístas, la grabación telefónica entre Aguirre y la senadora perredista Claudia Corichi para ofrecerle apoyo -que el candidato niega que haya existido-, salió del Senado, donde se decidió el día y el vehículo para hacerla explotar.
Beltrones no tiene más opción frente a Peña Nieto que construir nuevas alianzas dentro del PRI y tener gobernadores que le deban su victoria a él para ampliar sus apoyos dentro del partido. Pero tanto él como Ebrard arrancan en desventaja frente a sus adversarios, sabedores sin embargo que difícilmente habrá una nueva oportunidad. Es 2012 o nada. El 2018 será para los que hoy vienen detrás.
La elección para gobernador de Guerrero este domingo incluye una pelea lateral que permitirá ir probando si dos candidaturas presidenciales tienen posibilidades reales de competencia. Marcelo Ebrard y Manlio Fabio Beltrones buscan remontar las adversidades y demostrar que Andrés Manuel López Obrador –en el primer caso-, y Enrique Peña Nieto –en el segundo-, no tendrán un día de campo para conseguir la candidatura presidencial en 2012.
El jefe de gobierno del Distrito Federal y el presidente del Senado, ampliamente reconocidos por su talento y experiencia, son vistos como los segundos en la fila para aspirar a la candidatura presidencial del PRD y del PRI, y fuera de rango en este momento para desafiar a sus carismáticos rivales, el líder de la izquierda social y ex candidato a la Presidencia en 2006, y el gobernador del estado de México.
Con unos 10 meses más por delante para que se definan las nominaciones, los dos partidos han perfilado su deseo de tener un candidato único que resolverá su posicionamiento ante el electorado. Ebrard y Beltrones, que no tienen el arrastre mediático de López Obrador y Peña Nieto, buscan remontar el déficit de una personalidad que conecte con la gente –como en esos dos casos-, mediante la construcción de una imagen de políticos que generan expectativa de cambio.
Guerrero es el primer laboratorio para producir la fórmula mágica que empiece a trasladarles fuerza de sus adversarios. Ebrard está apostando por el candidato de la izquierda, Ángel Heladio Aguirre, mientras que Beltrones es quien ha empujado al candidato priísta, Manuel Añorve. Esta es la primera de las varias competencias laterales que se verán rumbo al 2012.
Ebrard enfrenta a López Orador, quien lleva una década en campaña por la Presidencia. No puede romper con él porque ni tiene aún la fuerza dentro del PRD para caminar solo, ni le conviene perder el respaldo del tabasqueño. López Obrador mantiene un núcleo duro de electores, calculado en este momento entre 4 y 6%, con negativos crecientes entre la población en edad de votar, que le quitarían toda posibilidad de ganar una elección presidencial, pero al mismo tiempo lo hacen indispensable para que un candidato de izquierda pueda estar en condiciones de competencia ante el PAN y el PRI.
El jefe de gobierno del Distrito Federal fue quien sacó a Aguirre del PRI y lo promovió mediante una negociación interna en el PRD, como candidato de la izquierda en Guerrero. Es uno de los promotores de una alianza electoral con el PAN en el estado de México, donde el objetivo no es sólo ganar al PRI la gubernatura, sino restarle fuerza a Peña Nieto, mostrar sus vulnerabilidades, y comenzar a construir la idea que López Obrador, que es dogmáticamente unidimensional, es un estratega sin futuro.
Beltrones no puede esperar a que otros hagan su trabajo con Peña Nieto. Impulsó la candidatura de Añorve por encima de Peña Nieto, que es buen amigo de Aguirre, y ha usado al senador bajacaliforniano Fernando Castro Trenti como un golpeador y como operador en Guerrero, cuyos cuadros de Tijuana son los que se han enfrentado con los operadores enviados desde el Distrito Federal.
Aunque a diferencia de López Obrador en Guerrero Peña Nieto se sumó a la candidatura de Añorve, es Beltrones quien ha llevado la estrategia de la batalla. Según priístas, la grabación telefónica entre Aguirre y la senadora perredista Claudia Corichi para ofrecerle apoyo -que el candidato niega que haya existido-, salió del Senado, donde se decidió el día y el vehículo para hacerla explotar.
Beltrones no tiene más opción frente a Peña Nieto que construir nuevas alianzas dentro del PRI y tener gobernadores que le deban su victoria a él para ampliar sus apoyos dentro del partido. Pero tanto él como Ebrard arrancan en desventaja frente a sus adversarios, sabedores sin embargo que difícilmente habrá una nueva oportunidad. Es 2012 o nada. El 2018 será para los que hoy vienen detrás.
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