Francisco Rodríguez / Índice Político
APARECE EN LA pantalla un hombre canoso, con lentes, que me recuerda a don Jorge Marrón, aquel famoso Dr. I.Q, de mi cada vez más lejana infancia Preside el escenario. Habla y todos quienes le rodean callan. No se atreven a rebatirlo. Lo saben más inteligente, más talentoso, más poderoso: es el jefe. El que habla con los “Cuatro Magníficos”. Y empieza la función:
– Abajo a mi derecha.
– Aquí tenemos un caballero, doctor –le responde alguien desde mi imaginación.
– Por conservar el puesto y salir “a cuadro” dígame, confírmeme usted señor, que nosotros somos los únicos que hacemos verdadero periodismo y todos los demás “vuelan” las notas, son “amarillistas” y hasta usan testimonios de “testigos colaboradores” para autodesacreditarse.
– Efectivamente, Doctor I.Q. Nosotros somos la quintaescencia. Los demás no existen. Nadie los ve en nuestra pantalla. Y si no los ven aquí, repito, no existen. Ahí tiene usted el caso del dizque periodista de ese semanario que nadie lee. Empezará a existir hasta ahora que nosotros nos hemos dignado a poner nuestra atención en él.
– Muy bien, caballero. Se ganado usted un año más al frente de nuestras noticias… ¿Arriba a mi izquierda?
– ¡Aquí tenemos una dama, señor!
– Por permitirle seguir jugando a la disidencia, dígame usted señorita que los “testigos colaboradores” sólo sirven para hacer portadas escandalosas y que, ¡ni Dios lo quiera!, sus testimonios ni siquiera son tomados en cuenta por la PGR.
– Así es, mi eminente doctor. Ya desde la Sorbona lo advertía en mis muchas tesis. Tiene usted razón doctor. Como siempre, tiene usted razón doctor.
– ¡Perfectamente bien contestado! Puede usted seguir saliendo “a cuadro”, cada semana, presentando denuncias que nadie toma en cuenta. ¿Más abajo, mucho a más abajo a mi derecha?
– Aquí tenemos un bufoncito, doctor.
– Por dejarle seguir diciendo idioteces, ¡denueste usted a su alma mater, a su sangre!
– No’más no me diga sangrón, doctor. Porque mire usted, yo alguna vez entrevisté a Santa Claus y desde entonces se me pegó lo rojillo, jajaja. Pero sí, doctor, por supuesto que a usted le cabe toda la razón. Me arrepiento de haber entregado mi sapiencia 22 años a ese engendro de Satanás que es ese semanario. ¿Cómo se atreven…?
– Bueno, bueno, sí…
En otro escenario: una residencia rodeada de pinos, un personaje ve el programa del nuevo Doctor I.Q., cada vez más molesto:
– A ver oficial, comuníqueme por el telefonito ese rojo con el señor Perada.
– Ya está en la línea, señor.
– Óyeme Perada. Hicimos ese montaje en los estudios de García-Moon Productions no para que los idiotas esos se ensalzaran a sí mismos como los merecedores del Pulitzer, sino para que salieran a decir que es falso que yo y mi compadrito de La Laguna estemos conectados con los narcos, también para defender al muertito y mira no’más que sarta de pendejadas están diciendo…
– Sí señor.
– ¿Cómo que “sí señor”? Háblales y diles que se apeguen al guión…
– Es que es grabado, señor.
– Grabado… grabado… Pues que se graben muy bien que eso que ahora quieren del Seguro Social no va a estar tan fácil para ellos, ¿entendiste, Perada?
Y Perada tartamudea un “s…s… sí, se… ee… eñor!
Índice Flamígero: El caballero colocado arriba a la derecha se congratulaba, a pregunta del Doctor. I.Q. por supuesto, del escándalo mundial por las revelaciones de Wikileaks. Ya veremos en el próximo show como se desdice, sobre todo a partir de que El País ya comenzara a publicar detalles sobre la guerra de Calderón contra el narcotráfico. Que Estados Unidos confía en los marinos, considera torpes a los militares y es omnipresente en todas las batallas. A ver que dice, también, de lo que Hillary Clinton ha mandado a preguntar sobre el ocupante de Los Pinos.
APARECE EN LA pantalla un hombre canoso, con lentes, que me recuerda a don Jorge Marrón, aquel famoso Dr. I.Q, de mi cada vez más lejana infancia Preside el escenario. Habla y todos quienes le rodean callan. No se atreven a rebatirlo. Lo saben más inteligente, más talentoso, más poderoso: es el jefe. El que habla con los “Cuatro Magníficos”. Y empieza la función:
– Abajo a mi derecha.
– Aquí tenemos un caballero, doctor –le responde alguien desde mi imaginación.
– Por conservar el puesto y salir “a cuadro” dígame, confírmeme usted señor, que nosotros somos los únicos que hacemos verdadero periodismo y todos los demás “vuelan” las notas, son “amarillistas” y hasta usan testimonios de “testigos colaboradores” para autodesacreditarse.
– Efectivamente, Doctor I.Q. Nosotros somos la quintaescencia. Los demás no existen. Nadie los ve en nuestra pantalla. Y si no los ven aquí, repito, no existen. Ahí tiene usted el caso del dizque periodista de ese semanario que nadie lee. Empezará a existir hasta ahora que nosotros nos hemos dignado a poner nuestra atención en él.
– Muy bien, caballero. Se ganado usted un año más al frente de nuestras noticias… ¿Arriba a mi izquierda?
– ¡Aquí tenemos una dama, señor!
– Por permitirle seguir jugando a la disidencia, dígame usted señorita que los “testigos colaboradores” sólo sirven para hacer portadas escandalosas y que, ¡ni Dios lo quiera!, sus testimonios ni siquiera son tomados en cuenta por la PGR.
– Así es, mi eminente doctor. Ya desde la Sorbona lo advertía en mis muchas tesis. Tiene usted razón doctor. Como siempre, tiene usted razón doctor.
– ¡Perfectamente bien contestado! Puede usted seguir saliendo “a cuadro”, cada semana, presentando denuncias que nadie toma en cuenta. ¿Más abajo, mucho a más abajo a mi derecha?
– Aquí tenemos un bufoncito, doctor.
– Por dejarle seguir diciendo idioteces, ¡denueste usted a su alma mater, a su sangre!
– No’más no me diga sangrón, doctor. Porque mire usted, yo alguna vez entrevisté a Santa Claus y desde entonces se me pegó lo rojillo, jajaja. Pero sí, doctor, por supuesto que a usted le cabe toda la razón. Me arrepiento de haber entregado mi sapiencia 22 años a ese engendro de Satanás que es ese semanario. ¿Cómo se atreven…?
– Bueno, bueno, sí…
En otro escenario: una residencia rodeada de pinos, un personaje ve el programa del nuevo Doctor I.Q., cada vez más molesto:
– A ver oficial, comuníqueme por el telefonito ese rojo con el señor Perada.
– Ya está en la línea, señor.
– Óyeme Perada. Hicimos ese montaje en los estudios de García-Moon Productions no para que los idiotas esos se ensalzaran a sí mismos como los merecedores del Pulitzer, sino para que salieran a decir que es falso que yo y mi compadrito de La Laguna estemos conectados con los narcos, también para defender al muertito y mira no’más que sarta de pendejadas están diciendo…
– Sí señor.
– ¿Cómo que “sí señor”? Háblales y diles que se apeguen al guión…
– Es que es grabado, señor.
– Grabado… grabado… Pues que se graben muy bien que eso que ahora quieren del Seguro Social no va a estar tan fácil para ellos, ¿entendiste, Perada?
Y Perada tartamudea un “s…s… sí, se… ee… eñor!
Índice Flamígero: El caballero colocado arriba a la derecha se congratulaba, a pregunta del Doctor. I.Q. por supuesto, del escándalo mundial por las revelaciones de Wikileaks. Ya veremos en el próximo show como se desdice, sobre todo a partir de que El País ya comenzara a publicar detalles sobre la guerra de Calderón contra el narcotráfico. Que Estados Unidos confía en los marinos, considera torpes a los militares y es omnipresente en todas las batallas. A ver que dice, también, de lo que Hillary Clinton ha mandado a preguntar sobre el ocupante de Los Pinos.
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