ConversaciÓn Callejera

Enrique Flores Magon / Regeneración, del 1° de enero de 1916, N° 219

El barrio de San Juan está hecho una zahurda. Estos dtas últimos ha estado lloviendo a cántaros y en las calles mal empedradas del barrio hay un lodazal horrible, entre el cual es difícil transitar sin atascarse hasta los tobillos.

- ¿Par' onde vas a tocar, Cenobio? -pregunta un mecapalero, haciendo alusión a las flacas costillas de los jamelgos, que remedan cuerdas de arpa, y que el cochero ha traido al trote largo, salpicando a su paso a los transéuntes con el lodo levantado por las patas de las bestias y las ruedas del desvencijado armatoste que para de un golpe a la puerta de la tienda y cantina de las calles Zuleta y San Juan de Letrán, donde está parado Zenón, al que contesta:

- Aquí mero, sempre que te despercudas con el trago, -y baja del pescante.

- Anda pues, manito; ¿de qué la queres? -invita Zenón a la vez que llegan al extremo del mostrador donde está el departamento de bebidas.

- ¡Echame una de amarte con delirio -ordena Cenobio al gachupín cantinero, que se apresura a traer el veneno alcóholico demandado y otro de Isabel dormida que pidió Zenón, quien arroja seis centavos como precio de las copas y que el cantinero y tendero barre de sobre el mostrador con la palma de la mano, haciendo caer las seis monedas en el fondo negro de un cajón de corredera que cierra con brusquedad bajo el mostrador.

- Dieciocho los faroles que te volvieron a ver, mano; -comenta Zenón-, -¿pos qué te habías hecho?

- Pos nada, mano; que me jui a la revolufia.

- ¿Con Zapata?

- No; con el siñor Carranza.

- Y ¿qué ganates?

- Que m' hicieran un abujero asina de grande en esta paticornia, en el muslo, por' onde cabla un pleito de perros; y después me dijeron que ya no estaba güeno pa' l servicio; m' echaron en un tren de carga pa' ca; estuve en l' hospital; y apenas mi pude parar, aluego me echaron pa´ la calle a morir de hambrosia, porque ni par' un jarro de atole me dieron. Aluego me recogieron unas probes gentes. Y ya qu' estuve fuertecito me metí a cochero pa´ ganarme la ferrolana y no serle ya carga a aquella probe gente que me arrecogió.

- De manera que no ganates nada.

- No más mi boquete en la patagonia y l' hambre que después tuve.

- ¡Quién te mandó haber sido tarugo! -hizo explosión una mujer que después de comprar medio de parraleños, habóa estado atenta a la conversación de los dos amigos-. - Si tú hubieras ido con los meros revolucionarios no te hubieran tratado asina.

- ¡Pos si es mi amiga! -exclama Zenón el mecapalero, reconociendo a Concha, que en citas anteriores le habla dado un ejemplar de Regeneración, cuando pretendió agarrarla del brazo y decirle lindezas. Y dirigiéndose a Concha la saluda:

- ¿Pos cómo está usted, siñora? ¿Qué ...

- ¡Para tu coche, compañero, si no queres que me engrife y te m' eche a la maraña, ni me digas de usted, ni mucho menos me llames señora! Fijate que tú y yo semos pelados probes, proletarios, que tú y yo semos trabajadores, tú de mecapalero y yo de lavandera y planchadora, y que por lo mesmo semos iguales. Tú y yo, y este amigo cochero y todos los que trabajan pa´ vivir semos toditos iguales, todos de la mesma clase, la clase trabajadora, y todos sufrimos la mesma suerte de trabajar pa´ los patrones; ansi pues, todos nosotros de verda, semos compañeros de miserias, de hambres y de esclavitu, de la esclavitu en que nos tenen los ricos; ¿entendites? Y por lo mesmo, el uste hay que dejarlo pa´ los ricos, pa´ los burgueses que sempre se andan con tantos rifiliofos y caravanas y cortestas por aquí y por allá, aunque sea de dientes p' ajuera; ¿entendites? Nosotros semos, tu compañero y yo compañera: ¿entendites?

Zenón se rasca fuertemente la cabeza, apenado de haber quedado mal ante aquella mujer en quien presiente un ser digno de aprecio y estima.

- Tenes mucha razón, compañera, -comenta Cenobio-, todos semos esclavos y por lo mesmo hermanos y compañeros de cadena. También tenes razón al decir que por bruto de meterme con Carranza me jue mal. Después he refleicionado y vido que no jui más que p' ayudar a que ese viejo maldito cara de chivo se trepe a la presidencia pa que después nos apergolle lo mesmo que don Porfiri ...

- ¡jei, jei! -interrumpe altanero el gachupín cantinero-, si no váis a comprar más, marcharos, ¡coño!, que no queremos chinches aquí.

- ¡Calla tú, piojo resucitado! -replica Zenón enrojeciendo de ira. - Después que vienes aquí a enriquecerte con lo que nos robas, to' vía te las echas de lado, jijo de la ...

- Vente, compañero; -dice Concha-, pa´ que peleas con este inconsciente; vente. No creas que te haga frente. Si no queres peliar no más de pico, vente pa' ajuera.

Apaciguado Zenón y ya caminando en la calle, Concha toma la palabra:

- Pos sí; jerrates en irte con Carranza precisamente porque le juites a ayudar a que agarrara la matona de don Porfirio.

- Güeno; pos como dicían qu´ era hombre güeno ...

- Tú te encandilates y ahl vas de puro borrego, sin fijarte, más mejor sin saber que no puede haber hombre güeno que quera ser tirano de los demás; porque ser presidente es lo mesmo que tirano, quera o no, porque o está con el proberio y entonces tene que echar le leña a los ricos que son los enemigos de los probes, o está con los ricos y entonces tiene que echarse al plato a los probes. Como quera, cualquera de los dos, al rico o' al probe, tene que fregar; no puede estar bien con los dos.

- Y siempre le toca al probe, -comenta Petra que acaba de alcanzarlos y oye lo último que ha dicho Concha. - Sempre el probe carga el tullido. Que sube don Fulano y que baja don Zutano, y sempre es la mesma. Pa´ nosotros lo mesmo es que haiga un gobierno que otro, sempre estamos murendo de hambre, sempre en la miseria. ¿Pa´ qué nos sirve pues el gobierno? No más pa´ qu´ el tecolote nos eche a palos pa´ la cárcel por cualquier cosa; pa´ qu´ el de la contrebución nos arranque el medio que vendimos de tamales, o el rial, asegún el puesto que tengamos; pa´ qu´ el juez nos eche nuestros tiliches a la calle porque no pagamos la renta; y asina en todo, nada más de malhora.

- Has hablado com´ un libre, -dice Concha.

- Asina nos pasa, y eso es porque el gobierno tene qu´ estar sempre con los ricos. El gobierno, dicen qu´ es pa que proteja la propieda. ¿Qué propieda tenemos los probes? Ninguna; asina es qu' el gobierno es pal' interés del rico, qu´ es el que tene propiedades que perder. Qu' el gobierno es pa proteger las vidas ... ¿Quién nos va a querer retorcer el cogote pa´ robarnos nuestros chincheros? ¡Naiden! El gobierno es, pues, pa´ que defienda la vida de los ricos. Qu´ el gobierno es pa conservar l' orden. ¿Pero qué orden es éste en el que todo anda patas arriba, en el que los que no trabajan, que son los ricos, s´ echan al plato unos bocadotes repechis, mientras que nosotros los probes nos ruñimos los tanganitos de pu´ hambre?

- De a de veras que tenes razón, compañera, -asiente Cenobio. - Veo que tú hablas como los Magones; y ahora comprendo que esos a quenes yo creiba locos tenen mucha razón. De hoy ma, ya no peleo por naiden sino no más por esas ideas tan güenas. Apenas halle ei modo, pronto, me voy a pelear por Tierra y Libertad, qu' es lo que queren los Magones.

- ¡Y yo voy contigo, manito! -dice resueltamente Zenón. - No más como que me chiflas y ahí te voy de canto.

Petra, ante la decisión de los dos amigos, se entusiasma y grita:

¡Asina son los hombres! ¡Muera l' hambre! ¡Muera el gobierno! ¡Vivan los Magones! ¡Vi ...

- Hermanita; -interrumpe Concha-, no grites que vivan los Magones, qu' ellos como nosotras, son gentes de carne y hueso. Son gente güena, son hombres honrados que merecen nuestro cariño y nuestro aprecio, hermana, porque los probecitos sufren muchas veces más hambres y más miserias que tú y que yo, por estar a nuestro lado, con los probes, a pesar de que si quisieran explotar y tener hartos pesos, desde hace muchos años, pasándose al lado de los ricos y del gobierno que desde nantes están con chicas ganotas de comprarlos, ya serían ricos; pero ellos nunca se han vendido ni se venden, porque dicen o todos coludos o todos rabones; qu´ ellos solos no gozarían ni vivirían tranquilos, sabiendo que to´ vía había hartos probes murendo d´ hambre, de necesida y de frío. Es güeno que los quiéramos, que los veamos con mucho cariño, como nuestros güenos hermanitos que son; pero no es güeno que por eso los hagamos ídolos y les echemos vivas.

Después de hacer papilla a un piojo de la brigada prieta de la cabeza, prosiguió Concha:

- Lo que si debemos admirar d´ ellos, son sus ideas tan güenas, tan grandotas, tan preciosas, tan justas que nos enseñan. Mientras qu´ ellos sean puros, que no se vendan, que no hagan una cochinada de traición, sí hay que amarlos y muchote; por güenos y por tener los calzones bien fajados. Mientras que sean asina, hay que quererlos y pensar en ellos como en unos hermanos; pero no hacerlos ídolos. De naiden, ¿oyes?, de naiden hay que hacer ídolos. ¡De naiden!

Llegaron a la esquina en que tenían que separarse, los amigos se despidieron prometiéndose buscarse pronto para platicar más.

Comentarios