Francisco Rodríguez / Índice Político
A MENOS DE un kilómetro hay un cuartel del Ejército. De vez en vez se acercan policías federales y judiciales del Estado, pero no van a brindar protección –como tampoco se la dan los soldados–, pues más bien merodean las instalaciones del albergue para migrantes indocumentados en busca de alguna víctima.
Sucede en Ixtepec, Oaxaca, donde el sacerdote católico Alejandro Solalinde Guerra mantiene un lugar seguro alejado de las bandas de delincuentes que explotan y abusan de los migrantes.
“Debido a su trabajo, el padre Solalinde ha sido objeto de continuas amenazas e intimidación por parte de funcionarios y bandas locales. Su vida corre peligro”, denuncia Amnistía Internacional en un llamado a la acción comunitaria.
Ahora mismo y durante todo el fin de semana, el albergue de Solalinde fue objeto de acoso por parte de un par de bandas de delinuentes y, alternadamente, por policías estatales y federales. Los moradores de este albergue han permanecido en vela las últimas noches, esperando ser atacados en cualquier momento.
De ello, cual es costumbre, hasta ayer no tenían noticia las autoridades de Oaxaca.
Solalinde, como otras personas en diversos estados del sureste mexicano constituyen un valioso valladar a un negocio ilícito que llega a producir ganancias de hasta 50 millones de dólares mensuales, toda vez que las víctimas secuestradas o desaparecidas son esclavizadas, en el mejor de los casos, cuando no prostituidas o asesinadas para extraerles órganos vitales.
Amnistía Internacional define así la tarea del prelado:
“El padre Solalinde es coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano y director de un refugio para migrantes creado para ofrecer asistencia humanitaria a las personas que resultan heridas o necesitan ayuda. Esta solidaridad con las personas migrantes ha provocado ataques y hostigamiento por parte de miembros xenófobos de comunidades locales, a menudo alentados por bandas de delincuentes y funcionarios locales. El padre Solalinde ha sido a menudo objeto de amenazas e intimidación, y las autoridades apenas han hecho nada para protegerlo o investigar las amenazas que recibe.
“El 24 de junio de 2008, un grupo de unas 50 personas residentes en Ciudad Ixtepec, la ciudad en donde trabaja el padre Solalinde, irrumpió en el refugio para migrantes. El grupo, encabezado por funcionarios municipales, entre los que se encontraban el alcalde y 14 policías municipales, amenazó con incendiar el edificio si no lo cerraban en las 48 horas siguientes. Esto ocurrió tras la detención de un migrante centroamericano por la violación de una niña de seis años en la ciudad unos días antes. En entrevistas aparecidas en periódicos locales, el padre Solalinde había condenado la violación y había aclarado que el hombre detenido no se había alojado en su refugio. El padre Solalinde declaró a los periodistas que la violación había provocado un creciente resentimiento contra los migrantes centroamericanos que pasaban por la zona. Las autoridades no investigaron el asalto del refugio ni las amenazas de los funcionarios municipales, y, aunque el centro no ha vuelto a ser atacado, el incidente aumentó el temor por la seguridad del padre Solalinde y de las personas migrantes que llegan a su refugio.”
Tales actitudes xenófobas se han exacerbado. En un correo electrónico llegado a mi buzón se da cuenta de que “los únicos que más o menos están apoyando con patrullas de vez en cuando son los elementos de la policía Estatal, ya que la CNDH los presiona casi todos los días para que manden seguridad al albergue y las patrullas llegan esporádicamente y a regañadientes, además de que no tienen suficientes recursos para enfrentar a las bandas (es más, hace un par de semanas marcharon los policías municipales de Ixtepec por la calle principal empujando las patrullas, reclamando que no tienen ni para gasolina). Los federales y judiciales están más ocupados en asaltar y despojar migrantes que en brindar seguridad. El Ejército sólo cuida sus instalaciones y no se molesta en mover un dedo, asi que la situación no es nada fácil.”
Todavía es momento de evitar una matanza.
Como la de San Fernando, Tamaulipas, hace unos cuantos meses.
Índice Flamígero: En el Foro Mundial Sobre Migración y Desarrollo celebrado a principios de noviembre en Puerto Vallarta, Felipe Calderón pronunció un largo discurso. Tras éste, Edith Zavala, secretaria ejecutiva del Foro Nacional para las Migraciones en Honduras, preguntó: “¿De qué país habló Calderón… Los que conocemos la realidad cotidiana de los migrantes a su paso por México sabemos que las cosas no son como las menciona (Calderón) en un discurso que resulta incluso bonito, pero fuera de la realidad. ¡En nuestra organización atendemos a paisanos destazados por Los Zetas; seguimos recibiendo de vuelta a mujeres violadas a quienes, sin más, las autoridades migratorias las echan a un bus de vuelta apenas amanece! Los ataques han pasado de la extorsión o golpizas a secuestros, asesinatos y violaciones tumultuarias. La pregunta es, ¿hasta dónde llegará el nivel de violencia y de impunidad?”.
A MENOS DE un kilómetro hay un cuartel del Ejército. De vez en vez se acercan policías federales y judiciales del Estado, pero no van a brindar protección –como tampoco se la dan los soldados–, pues más bien merodean las instalaciones del albergue para migrantes indocumentados en busca de alguna víctima.
Sucede en Ixtepec, Oaxaca, donde el sacerdote católico Alejandro Solalinde Guerra mantiene un lugar seguro alejado de las bandas de delincuentes que explotan y abusan de los migrantes.
“Debido a su trabajo, el padre Solalinde ha sido objeto de continuas amenazas e intimidación por parte de funcionarios y bandas locales. Su vida corre peligro”, denuncia Amnistía Internacional en un llamado a la acción comunitaria.
Ahora mismo y durante todo el fin de semana, el albergue de Solalinde fue objeto de acoso por parte de un par de bandas de delinuentes y, alternadamente, por policías estatales y federales. Los moradores de este albergue han permanecido en vela las últimas noches, esperando ser atacados en cualquier momento.
De ello, cual es costumbre, hasta ayer no tenían noticia las autoridades de Oaxaca.
Solalinde, como otras personas en diversos estados del sureste mexicano constituyen un valioso valladar a un negocio ilícito que llega a producir ganancias de hasta 50 millones de dólares mensuales, toda vez que las víctimas secuestradas o desaparecidas son esclavizadas, en el mejor de los casos, cuando no prostituidas o asesinadas para extraerles órganos vitales.
Amnistía Internacional define así la tarea del prelado:
“El padre Solalinde es coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano y director de un refugio para migrantes creado para ofrecer asistencia humanitaria a las personas que resultan heridas o necesitan ayuda. Esta solidaridad con las personas migrantes ha provocado ataques y hostigamiento por parte de miembros xenófobos de comunidades locales, a menudo alentados por bandas de delincuentes y funcionarios locales. El padre Solalinde ha sido a menudo objeto de amenazas e intimidación, y las autoridades apenas han hecho nada para protegerlo o investigar las amenazas que recibe.
“El 24 de junio de 2008, un grupo de unas 50 personas residentes en Ciudad Ixtepec, la ciudad en donde trabaja el padre Solalinde, irrumpió en el refugio para migrantes. El grupo, encabezado por funcionarios municipales, entre los que se encontraban el alcalde y 14 policías municipales, amenazó con incendiar el edificio si no lo cerraban en las 48 horas siguientes. Esto ocurrió tras la detención de un migrante centroamericano por la violación de una niña de seis años en la ciudad unos días antes. En entrevistas aparecidas en periódicos locales, el padre Solalinde había condenado la violación y había aclarado que el hombre detenido no se había alojado en su refugio. El padre Solalinde declaró a los periodistas que la violación había provocado un creciente resentimiento contra los migrantes centroamericanos que pasaban por la zona. Las autoridades no investigaron el asalto del refugio ni las amenazas de los funcionarios municipales, y, aunque el centro no ha vuelto a ser atacado, el incidente aumentó el temor por la seguridad del padre Solalinde y de las personas migrantes que llegan a su refugio.”
Tales actitudes xenófobas se han exacerbado. En un correo electrónico llegado a mi buzón se da cuenta de que “los únicos que más o menos están apoyando con patrullas de vez en cuando son los elementos de la policía Estatal, ya que la CNDH los presiona casi todos los días para que manden seguridad al albergue y las patrullas llegan esporádicamente y a regañadientes, además de que no tienen suficientes recursos para enfrentar a las bandas (es más, hace un par de semanas marcharon los policías municipales de Ixtepec por la calle principal empujando las patrullas, reclamando que no tienen ni para gasolina). Los federales y judiciales están más ocupados en asaltar y despojar migrantes que en brindar seguridad. El Ejército sólo cuida sus instalaciones y no se molesta en mover un dedo, asi que la situación no es nada fácil.”
Todavía es momento de evitar una matanza.
Como la de San Fernando, Tamaulipas, hace unos cuantos meses.
Índice Flamígero: En el Foro Mundial Sobre Migración y Desarrollo celebrado a principios de noviembre en Puerto Vallarta, Felipe Calderón pronunció un largo discurso. Tras éste, Edith Zavala, secretaria ejecutiva del Foro Nacional para las Migraciones en Honduras, preguntó: “¿De qué país habló Calderón… Los que conocemos la realidad cotidiana de los migrantes a su paso por México sabemos que las cosas no son como las menciona (Calderón) en un discurso que resulta incluso bonito, pero fuera de la realidad. ¡En nuestra organización atendemos a paisanos destazados por Los Zetas; seguimos recibiendo de vuelta a mujeres violadas a quienes, sin más, las autoridades migratorias las echan a un bus de vuelta apenas amanece! Los ataques han pasado de la extorsión o golpizas a secuestros, asesinatos y violaciones tumultuarias. La pregunta es, ¿hasta dónde llegará el nivel de violencia y de impunidad?”.
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