La transición de Oaxaca

José Gil Olmos

Después de 81 años de gobierno de un solo partido, después de un gobierno encabezado por Ulises Ruiz que violentó todas las garantías individuales de los ciudadanos y que alcanzó los más altos niveles de corrupción, la llegada de Gabino Cué Monteagudo como gobernador se percibe con esperanzas, pero también con dudas razonables por los alcances que pueda tener.

Aunque Gabino Cué fue propuesto por una alianza opositora, sus antecedentes políticos están en el PRI, pues fue uno de los operadores del exgobernador Diódoro Carrasco y durante su gestión supo lo que son las lides de la negociación política como secretario de Gobierno del estado. Por ello, sabe por experiencia propia lo que significa ser priista y de las acciones que pudieran realizar para poner piedras en el camino de la transición en Oaxaca.

En lo días previos al cambio de gobierno, el próximo 1 de diciembre, hay un Oaxaca una gran expectación ciudadana y política por la integración del gabinete y por los primeros pasos que habrá de dar Gabino Cué al sentarse en la silla del Ejecutivo estatal.

Los más piden acciones justicieras contra Ulises Ruiz, de quien dicen resultó ser el peor gobernante de la historia de Oaxaca; otro tanto inquiere si habrá un equipo plural sin intereses de grupo o de partido, que acompañe al nuevo gobierno en la complicada etapa de transición que necesita la entidad para sacarla de los últimos lugares de desarrollo económico, político y social.

Uno de los planteamientos más recurrentes es si Gabino Cué se ocupará más de resarcir las cuentas pendientes de Ulises Ruiz y, en consecuencia, quedará atrapado en el pasado o dará mayor atención a sus propuestas de gobierno de transición para sentar las bases de un crecimiento urgente en el estado.

Aunque parezca la salida más fácil, una combinación entre ambas posiciones podría ser una política conveniente para Oaxaca, a fin de que Gabino Cue no repita la desilusión y el fracaso de los gobiernos de transición, como el de Vicente Fox y el de Felipe Calderón y, al mismo tiempo, aprovechar el bono de confianza que le depositaron los oaxaqueños en las urnas y que rebasó la operación electoral que Ulises Ruiz había desplegado para hacer ganar a su candidato Eviel Pérez Magaña.

Gabino Cue llega al gobierno sin la necesidad de legitimarse, pues no hubo dudas de que su triunfo fue transparente y mayoritario, pero la exigencia social de justicia si debe ser satisfecha con algunas acciones que pongan frente a los tribunales a los responsables de las muertes, desapariciones y violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Ulises Ruiz. No se trata de una acción de venganza ni de cacería de brujas, sino simplemente actuar con justicia contra quienes hicieron del gobierno un ejercicio autoritario de poder.

Habrá que ver una mano firme de gobierno que no dude ante las presiones que seguramente habrá en los primeros meses de gobierno por parte de los priistas que, como partido político, tienen una mayoría en el Congreso del estado.

Pero también habrá que ver la presencia de las agrupaciones sociales, de la sociedad civil, que igualmente tiene el reto de presentar las denuncias que por miedo no se presentaron en el pasado cuando Ulises Ruiz usó a grupos paramilitares para sofocar la inconformidad social de 2006, agrupada en el movimiento popular de la APPO.

La justicia, pues, no es negociable. El nuevo gobierno oaxaqueño tiene el desafío de responder a la legítima demanda de justicia de una sociedad lastimada por un grupo de poder que se cebó con la sangre y que actúo sin límites ni medida por mucho tiempo.

El otro gran reto es la integración de su gabinete y el plan de gobierno para el próximo sexenio. Ambas cosas van unidas y el desafío que se tiene es no caer en la cesión de cuotas de poder ni de ambiciones personales.

De profunda tradición priista en Oaxaca, la clase política ha respondido siempre a los intereses personales y de grupo. Por eso cada vez que entra un gobernador los integrantes de su equipo de gobierno crean una red de intereses y complicidades que, al final de la administración, son hereditarios. Por eso ahora Gabino Cue tiene ante si un enjambre de grupos de poder de los últimos gobiernos priistas que actuaron en contra de Ulises Ruiz y que le están exigiendo sus respectivas cuotas.

La reciente conformación de comisiones del Congreso del estado, en la que el PRI se quedó a cargo de la Comisión de Gobernación, generó inquietudes, pues se interpretó como una primera concesión a éste partido a cambio de conseguir el mejor presupuesto en las negociaciones recientes de la ley de Ingresos y Egresos de la federación.

Con todas estas dudas de presuntas negociaciones políticas con el PRI y hasta con Ulises Ruiz para evitar un inicio complicado es que Gabino Cué arranca su gobierno de transición en Oaxaca, un gobierno que habrá de dar muestras inmediatas de confianza a la ciudadanía para despejar los nubarrones que ya tiene encima aun antes de empezar a gobernar.

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