Zapes a Calderón

Francisco Rodríguez / Índice Político

RICK PERRY, EL poderoso gobernador de Texas, debe estar más que satisfecho la mañana de este lunes. Hace unos días emplazó a Felipe Calderón a llamarlo telefónicamente antes del jueves 7, a fin de que le informara detalles sobre la búsqueda del cadáver de David Hartley, un ciudadano estadounidense abatido a tiros por presuntos sicarios sobre las aguas de la Presa Falcón. La tarde del sábado el cuerpo sin vida fue encontrado. Acicateado por las palabras de Perry, Calderón actuó raudo y veloz, para que no se vuelva a enojar.

Y sí. Leyó usted bien. El gobernador texano le ordena a Calderón. Lo emplaza. Le da plazos perentorios. En pocas palabras, le suelta uno y otro zape.

A ese tamaño ha disminuido la institución presidencial desde que, por el fallo de un Tribunal, el michoacano ocupa la residencia oficial de Los Pinos: Al ínfimo nivel de barandilla.

¿Necesita el ocupante de Los Pinos que le den zapes desde el exterior?

De ser así, más rápido que pronto la francesa Florence Cassez abandonara el reclusorio femenil de Santa Marta e irá a su país natal a purgar la pena –o parte de ella–, pues es público y notorio que el gobierno del Elíseo también trae a toallazos al primer panista del país, desde que éste mandó a paseo a Nicolás Sarkozy en una visita oficial de éste a México.

Desde que los panistas se hicieron del poder público en el 2000 –incluso, “haiga sido como haiga sido” en el 2006– el prestigio internacional del país se ha “baygonizado” y, chiquito, enano, hoy cualquiera toma al michoacano como puching bag y le suelta tremendos derechazos.

En estos últimos diez años, en efecto, durante este sexenio, el servicio exterior mexicano, la diplomacia e incluso la política exterior, estuvieron sometidos a propósitos ajenos a las tradiciones, a las normas y a los grandes objetivos históricos de la política exterior del país.

No sólo la cancillería ha sido marginada en ocasiones –el súper-embajador en Washington ningunea a la señora Espinosa–, en otras subordinada y en otras humillada.

No sólo con los panistas. Incluso con los tecnócratas que se cobijaron bajo el manto priísta, pues la Secretaría de Relaciones Exteriores ni siquiera participó de modo directo en la redacción y confección, conforme a los principios del derecho, del Tratado de Libre Comercio para Norteamérica. No hubo nadie de la SRE “en el cuartito de al lado”.

La SRE fue también sometida por primera vez en nuestra larga tradición democrática a la competencia de otros modos de conducir nuestra política exterior, en vez de los instrumentos del a diplomacia se usaron los del cabildeo, los de la compra; los del propagandismo desenfrenado y no los que indican tanto la tradición como la ley.

Y fue así como, al igual que cuando las finanzas se manejaban desde Los Pinos (Luis Echeverría dixit), desde hace décadas la política exterior se maneja desde la residencia oficial, con lamentables resultados pues, está visto, los panistas poco es lo que saben de política doméstica y nada, absolutamente nada, de política exterior.

Por eso Perry, el texano, le soltó el zape a Calderón.

Por eso fue que, desde la Cancillería, no se produjo ni un solo documento en el que la fallida Administración exigiera respeto no a Calderón, sino al país que éste dice representar en la comunidad internacional.

Obviamente, son dos que tres las preguntas que a raíz de este penoso incidente vienen a la mente.

¿Tenemos que agarrar a Calderón a punta de zapes a los ciudadanos que aquí pagamos impuestos y que no percibimos recibir nada a cambio de ellos?

¿Qué plazo perentorio le damos a Calderón para que “se ponga las pilas” y deje de ser el “peligro para México” en el que lo han convertido sus fallidas, erráticas y puede ser que hasta corruptas políticas en contra del crimen organizado?

¿Hasta cuándo le damos a Calderón para que cambie el fracasado modelo económico que a México le han impuesto organismos multilaterales y que tienen a la mayoría de la población en la pobreza y hasta en la miseria?

¿Qué fecha le fijamos al ocupante de Los Pinos para que cree empleos, para que acabe con “la percepción” de que los delincuentes van ganado la guerra, para que finalmente se comporte en el cargo que ocupa como éste lo merece?

¿Le damos, también nosotros, zapes a Calderón?

Parece que sólo así entiende, ¿o no?

Índice Flamígero: Felipe Calderón regresa mañana a Ciudad Juárez. ¿Le darán algún zape los efectivos de la Policía Federal que ahí se sublevan a sus superiores?

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