Rubén Cortés
En comidas con líderes de opinión, el Jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, dice de manera clara y directa, sin insinuaciones o rodeos, que el candidato a sucederlo como candidato del PRD saldrá entre la diputada Alejandra Barrales y su secretario de Educación, Mario Delgado.
Que no será el secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, quintacolumnista de AMLO en su gabinete, a quien quita fuerza y dinero para cerrarlo. Por ejemplo, de los más de 5 mil millones de pesos que maneja ahora, para 2011 le dejó en 1 mil 300 millones.
Batres se sentenció el 16 de diciembre pasado, cuando organizó una rechifla de recibimiento a Ebrard ejecutada por su hermana Lenia, durante el Congreso del PRD en Oaxtepec, con gritos de “Obrador, Obrador, Obrador”.
Pero, aun cuando Batres no está muerto (es el talibán de AMLO y único candidato de éste), Ebrard empezó a desplegar con Barrales y Delgado la estrategia que aprendió en sus tiempos con el ex presidente Carlos Salinas: poner a competir a los aspirantes.Por un lado, despejó el camino a la combativa líder de la Presidenta de la Mesa Directiva de la Asamblea del DF para que se promueva de la manera que entienda; y por otro pone a Delgado a repartir pensiones, tarea que correspondería a Batres, en todo caso.
Y a Delgado hasta lo llevará consigo a la gira de promoción nacional de su Fundación Equidad y Progreso, eufemismo encontrado por la gente del Jefe de Gobierno para nombrar al lanzamiento de su campaña por la presidencia.
La idea de Ebrard es dar a conocer a Delgado, un personaje brillante, licenciado en economía por el ITAM y una maestría en la Universidad de Essex, Inglaterra, pero que resulta un político opaco, sin chispa ni carisma y que no figura en las encuestas.
En cambio, Barrales sí es conocida, tiene amplísima base social y sabe amarrar alianzas, cabildear y manejar muchedumbres, lo cual va de la mano con sus habilidades no sólo para saber controlar recursos, sino para encontrarles el destino exacto a la hora de buscar apoyos.
Batres reúne características similares. Pero ella tiene más posibilidades, pues lo más seguro es que Delgado no prenda y a Ebrard le será imposible sostenerlo, así que deberá negociar con AMLO: entonces nadie mejor que Barrales, quien cuenta con la simpatía de ambos.
Por lo pronto, Delgado no pinta, salvo que posea habilidades ocultas para tragar los sapos que requieren las campañas para cargos de elección popular y las capacidades histriónicas que obligan los besos a los niños en las escuelas, abrazos a los adversarios, besamanos a los mecenas…
Así el cuadro, en este momento no hay que hacerse bolas: es Barrales.
En comidas con líderes de opinión, el Jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, dice de manera clara y directa, sin insinuaciones o rodeos, que el candidato a sucederlo como candidato del PRD saldrá entre la diputada Alejandra Barrales y su secretario de Educación, Mario Delgado.
Que no será el secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, quintacolumnista de AMLO en su gabinete, a quien quita fuerza y dinero para cerrarlo. Por ejemplo, de los más de 5 mil millones de pesos que maneja ahora, para 2011 le dejó en 1 mil 300 millones.
Batres se sentenció el 16 de diciembre pasado, cuando organizó una rechifla de recibimiento a Ebrard ejecutada por su hermana Lenia, durante el Congreso del PRD en Oaxtepec, con gritos de “Obrador, Obrador, Obrador”.
Pero, aun cuando Batres no está muerto (es el talibán de AMLO y único candidato de éste), Ebrard empezó a desplegar con Barrales y Delgado la estrategia que aprendió en sus tiempos con el ex presidente Carlos Salinas: poner a competir a los aspirantes.Por un lado, despejó el camino a la combativa líder de la Presidenta de la Mesa Directiva de la Asamblea del DF para que se promueva de la manera que entienda; y por otro pone a Delgado a repartir pensiones, tarea que correspondería a Batres, en todo caso.
Y a Delgado hasta lo llevará consigo a la gira de promoción nacional de su Fundación Equidad y Progreso, eufemismo encontrado por la gente del Jefe de Gobierno para nombrar al lanzamiento de su campaña por la presidencia.
La idea de Ebrard es dar a conocer a Delgado, un personaje brillante, licenciado en economía por el ITAM y una maestría en la Universidad de Essex, Inglaterra, pero que resulta un político opaco, sin chispa ni carisma y que no figura en las encuestas.
En cambio, Barrales sí es conocida, tiene amplísima base social y sabe amarrar alianzas, cabildear y manejar muchedumbres, lo cual va de la mano con sus habilidades no sólo para saber controlar recursos, sino para encontrarles el destino exacto a la hora de buscar apoyos.
Batres reúne características similares. Pero ella tiene más posibilidades, pues lo más seguro es que Delgado no prenda y a Ebrard le será imposible sostenerlo, así que deberá negociar con AMLO: entonces nadie mejor que Barrales, quien cuenta con la simpatía de ambos.
Por lo pronto, Delgado no pinta, salvo que posea habilidades ocultas para tragar los sapos que requieren las campañas para cargos de elección popular y las capacidades histriónicas que obligan los besos a los niños en las escuelas, abrazos a los adversarios, besamanos a los mecenas…
Así el cuadro, en este momento no hay que hacerse bolas: es Barrales.
Comentarios