Rodolfo Hernández Corchado / Nueva York
Los distintos nombres con que las elites nacionales y regionales han nombrado a sus proyectos en turno cambian, lo que no cambia, o se recrudece es la pobreza que desde la década de 1940 obligó a miles de habitantes de la región a migrar como trabajadores de la construcción y la industria hotelera en el puerto de Acapulco. Si Acapulco fue el símbolo del llamado “milagro mexicano”, ¿cómo se le llamaría entonces a las condiciones regionales que propiciaron la expulsión de trabajadores mestizos, mixtecos y nahuas de la Montaña? Durante la década de 1970, la expulsión de pobladores de la región continuó. Esta vez, de los municipios de Alcozahuac, Tlapa, Metlatónoc y Xalpatlahuac que proveyeron de mano de obra infantil y femenil en las industrias agro exportadoras del Noreste de México. En la decáda de 1980, inició la migración de la región de la Montaña a Estados Unidos, primero de Tlapa a California y posteriormente a Nueva York.
II. El indio patarrajada
Con la migración de Tlapa a Nueva York, surgen también especie de cronistas que a través de su música dan cuenta de la experiencia migratoria del pueblo guerrense, de la migración indígena, la explotación laboral y del racismo; un racismo que se reproduce al interior mismo de la población mexicana en la ciudad. Así en la interacción cotidiana, el racismo contra los indígenas no desaparece. Para muchos mexicanos en Nueva York, el indio sigue siendo el “paisanito”, “el oaxaquita”, el indio patarrajada. “Pareces o te comportas como indio”, dicen algunos. En la década de 1990, surgió en la ciudad de Nueva York el grupo de rock: Patarrajada. El nombre del grupo “buscaba hacer sarcasmo a nuestra condición indígena y de migrantes indocumentados”, cuenta Amilcar Serrano integrante del grupo. Provenientes de Oaxaca, la Ciudad de México y Tlapa, Guerrero; Patarrajada estuvo integrado por Mixtli, Roles (vocalista y bajista del grupo Discordia respectivamente), Mario, Armando y Amilcar Serrano. Posteriormente, el grupo se separaría, y Amilcar Serrano iniciaría, bajo el nombre de Patarrajada, un nuevo proyecto como solista. En 2008, salió su primer disco Mi Calle, editado por Discos San Juanito.
Nos sentamos a platicar en uno de los primeros restaurantes mexicanos que surgieron en la calle 116 del East Harlem, el Barrio, o el llamado Spanish-Harlem, anterior barrio puertorriqueño y hoy uno de los barrios con una de las mayores concentraciones de mexicanos (11,050 de acuerdo al US 2000 Census). Tan sólo a unos metros de ahí, se encuentra el restaurante que Vicente Fox visitara y en donde fue recibido con una protesta por su política hacia los pueblos indígenas en Chiapas. Cerca de ahí en la calle 117, también se encuentra el mural Zapatista que pintara Ricardo Franco –activista y pintor mexicano- junto con la ayuda de varios amigos en 2001 y restaurado en 2008. Aquí, recuerda Amilcar, como después de tres años de trabajo y escribir su primer verso, logró terminar su primer disco. Recuerda su llegada a Nueva York, “a la fuerza”, sus viajes al tianguis del Chopo en la ciudad de México y la forma en como estos forjaron su visión del rock, su paso como baterista de Huasipungo (banda de Punk) y recuerda la relación entre su música y la política: “ Hay una canción [en su disco] que se llama “La Montaña” y está dedicada no solamente a el lugar de donde yo soy, sino a todas las comunidades indígenas de Latinoamérica, que han quedado rezagadas, olvidadas, por esto de la globalización. Para mí la relación entre la música y la política tienen una conexión, como ejemplo es que aquí en los barrios de Nueva York hay esa necesidad de comunicarse, de decir como lleva la vida la sociedad mexicana que radica aquí; esa desigualdad que existe todavía aquí en Estados Unidos. Y si existen personas en el hip hop o en las bandas de rock que no son comerciales, y hablan del estilo de vida que se lleva acá en este país, pues siempre seremos músicos underground: que hablan de lo que pasa a su alrededor, la realidad, de los problemas que surgen en sus comunidades, en sus pueblos, o en su comunidad inmediata y el comenzar a decirlo va a influir a la generaciones venideras, a los más jóvenes”.
III. ¡Casi me traen a la fuerza!”
“Mi familia nunca se imaginaba en aquellos tiempos que íbamos a terminar aquí en Nueva York. Mi mamá trabajaba en aquellos tiempos para el Seguro Social, y ella siempre ha trabajado mucho, es una mujer trabajadora. Mi papá se dedicaba a trabajar en la construcción de carreteras. Así, en la década de 1980, con fuertes problemas financieros, mi mamá decide venirse para acá. Así, mi mamá y mi papá se separan tomando caminos aparte. Mis hermanas que estaban casadas deciden venirse con sus parejas, y yo fui el último en venir. ¡No quería venir! ¡Casi me traen a la fuerza!”
Así resume Amilcar Serrano, la experiencia familiar de la migración de la Montaña de Guerrero a la ciudad Nueva York. “A la fuerza”, han continuando migrando los jóvenes de la Montaña. Antes los viajes eran de ida y vuelta. Se iba de ida y vuelta de la Montaña a la Ciudad de México. Cuando se cruza la frontera, esos viajes de ida y vuelta se acaban para muchos.
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(N.deE.: Por un descuido involuntario, este articulo fue atribuido erroneamente a otras personas en la publicacion inicial. Con nuestras sinceras disculpas al autor: Rodolfo Hernandez.)
Los distintos nombres con que las elites nacionales y regionales han nombrado a sus proyectos en turno cambian, lo que no cambia, o se recrudece es la pobreza que desde la década de 1940 obligó a miles de habitantes de la región a migrar como trabajadores de la construcción y la industria hotelera en el puerto de Acapulco. Si Acapulco fue el símbolo del llamado “milagro mexicano”, ¿cómo se le llamaría entonces a las condiciones regionales que propiciaron la expulsión de trabajadores mestizos, mixtecos y nahuas de la Montaña? Durante la década de 1970, la expulsión de pobladores de la región continuó. Esta vez, de los municipios de Alcozahuac, Tlapa, Metlatónoc y Xalpatlahuac que proveyeron de mano de obra infantil y femenil en las industrias agro exportadoras del Noreste de México. En la decáda de 1980, inició la migración de la región de la Montaña a Estados Unidos, primero de Tlapa a California y posteriormente a Nueva York.
II. El indio patarrajada
Con la migración de Tlapa a Nueva York, surgen también especie de cronistas que a través de su música dan cuenta de la experiencia migratoria del pueblo guerrense, de la migración indígena, la explotación laboral y del racismo; un racismo que se reproduce al interior mismo de la población mexicana en la ciudad. Así en la interacción cotidiana, el racismo contra los indígenas no desaparece. Para muchos mexicanos en Nueva York, el indio sigue siendo el “paisanito”, “el oaxaquita”, el indio patarrajada. “Pareces o te comportas como indio”, dicen algunos. En la década de 1990, surgió en la ciudad de Nueva York el grupo de rock: Patarrajada. El nombre del grupo “buscaba hacer sarcasmo a nuestra condición indígena y de migrantes indocumentados”, cuenta Amilcar Serrano integrante del grupo. Provenientes de Oaxaca, la Ciudad de México y Tlapa, Guerrero; Patarrajada estuvo integrado por Mixtli, Roles (vocalista y bajista del grupo Discordia respectivamente), Mario, Armando y Amilcar Serrano. Posteriormente, el grupo se separaría, y Amilcar Serrano iniciaría, bajo el nombre de Patarrajada, un nuevo proyecto como solista. En 2008, salió su primer disco Mi Calle, editado por Discos San Juanito.
Nos sentamos a platicar en uno de los primeros restaurantes mexicanos que surgieron en la calle 116 del East Harlem, el Barrio, o el llamado Spanish-Harlem, anterior barrio puertorriqueño y hoy uno de los barrios con una de las mayores concentraciones de mexicanos (11,050 de acuerdo al US 2000 Census). Tan sólo a unos metros de ahí, se encuentra el restaurante que Vicente Fox visitara y en donde fue recibido con una protesta por su política hacia los pueblos indígenas en Chiapas. Cerca de ahí en la calle 117, también se encuentra el mural Zapatista que pintara Ricardo Franco –activista y pintor mexicano- junto con la ayuda de varios amigos en 2001 y restaurado en 2008. Aquí, recuerda Amilcar, como después de tres años de trabajo y escribir su primer verso, logró terminar su primer disco. Recuerda su llegada a Nueva York, “a la fuerza”, sus viajes al tianguis del Chopo en la ciudad de México y la forma en como estos forjaron su visión del rock, su paso como baterista de Huasipungo (banda de Punk) y recuerda la relación entre su música y la política: “ Hay una canción [en su disco] que se llama “La Montaña” y está dedicada no solamente a el lugar de donde yo soy, sino a todas las comunidades indígenas de Latinoamérica, que han quedado rezagadas, olvidadas, por esto de la globalización. Para mí la relación entre la música y la política tienen una conexión, como ejemplo es que aquí en los barrios de Nueva York hay esa necesidad de comunicarse, de decir como lleva la vida la sociedad mexicana que radica aquí; esa desigualdad que existe todavía aquí en Estados Unidos. Y si existen personas en el hip hop o en las bandas de rock que no son comerciales, y hablan del estilo de vida que se lleva acá en este país, pues siempre seremos músicos underground: que hablan de lo que pasa a su alrededor, la realidad, de los problemas que surgen en sus comunidades, en sus pueblos, o en su comunidad inmediata y el comenzar a decirlo va a influir a la generaciones venideras, a los más jóvenes”.
III. ¡Casi me traen a la fuerza!”
“Mi familia nunca se imaginaba en aquellos tiempos que íbamos a terminar aquí en Nueva York. Mi mamá trabajaba en aquellos tiempos para el Seguro Social, y ella siempre ha trabajado mucho, es una mujer trabajadora. Mi papá se dedicaba a trabajar en la construcción de carreteras. Así, en la década de 1980, con fuertes problemas financieros, mi mamá decide venirse para acá. Así, mi mamá y mi papá se separan tomando caminos aparte. Mis hermanas que estaban casadas deciden venirse con sus parejas, y yo fui el último en venir. ¡No quería venir! ¡Casi me traen a la fuerza!”
Así resume Amilcar Serrano, la experiencia familiar de la migración de la Montaña de Guerrero a la ciudad Nueva York. “A la fuerza”, han continuando migrando los jóvenes de la Montaña. Antes los viajes eran de ida y vuelta. Se iba de ida y vuelta de la Montaña a la Ciudad de México. Cuando se cruza la frontera, esos viajes de ida y vuelta se acaban para muchos.
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(N.deE.: Por un descuido involuntario, este articulo fue atribuido erroneamente a otras personas en la publicacion inicial. Con nuestras sinceras disculpas al autor: Rodolfo Hernandez.)
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