Opinión invitada: José Alejandro González Garza
Recientemente leí que un profesor de Derecho de la Universidad de Chicago, hogar de los famosos "Chicago boys", tuvo que retirar de su blog un artículo que publicó quejándose de la propuesta del Presidente Barack Obama de continuar con el paquete de estímulo fiscal para la clase media en Estados Unidos, pero dejar que expire para los "superricos", es decir, aquellos individuos y familias que tengan ingresos superiores a los 200 mil o 250 mil dólares al año, respectivamente.
En su artículo, el profesor Todd Henderson se quejaba que él y su esposa dedicaban la mayor parte de su ingreso al pago de impuestos -aproximadamente 100 mil dólares- y por lo tanto, consideraba que no era un "superrico" y se oponía al plan de Obama.
Dicho artículo desató una andanada de respuestas -no necesariamente favorables- para el pobre profesor, que lo obligó a retirarse de la blogósfera y eliminar su artículo alegando incluso haber recibido amenazas.
Otro profesor de la Universidad de California en Berkeley, Michael O'Hare, estimó con base en los números dados por Henderson, que él y su esposa ganaban aproximadamente 400 mil dólares al año y que, de hecho, el plan de Obama significaría ahorros en impuestos para él por 3 mil 700 dólares.
Evidentemente, hay una diferencia de opinión entre lo que una persona puede pensar sobre si se es rico, superrico o meramente clase media alta. Sin embargo, hay otro reporte que me sorprendió todavía más.
Según un libro de Michael I. Norton, de la Harvard Business School, y Dan Ariely, de la Universidad de Duke, los estadounidenses creen -equivocadamente- que el dinero está más distribuido de lo que realmente está pero, por otro lado, consideran -en todos los grupos- que debería haber una mejor distribución de la riqueza.
Esto es, los estadounidenses creen que el 20 por ciento más rico de su población tiene el 60 por ciento de la riqueza, que el siguiente 20 por ciento tiene el 20 por ciento de la riqueza, la clase media tiene el 10 por ciento y el 40 por ciento más pobre se reparte el último 10 por ciento de la riqueza total del país.
La realidad es otra: el 20 por ciento de los más ricos en Estados Unidos tiene el 85 por ciento de la riqueza de ese país; el siguiente 20 por ciento tiene el 10 por ciento de la riqueza y el resto de la población, es decir, el 60 por ciento de los estadounidenses se reparten aproximadamente el 5 por ciento restante.
En otras palabras, si los ricos creen que son más pobres de lo que son, los pobres se sienten más ricos de lo que realmente son.
Ello es importante porque al momento de discutir el tema de los impuestos y la seguridad social, mucha de la discusión parte de las percepciones que tiene la gente sobre lo que tienen y lo que creen que tienen los demás. Es decir, si los pobres no son tan pobres, no hay que ayudarlos tanto, y si los ricos no son tan ricos, tampoco deberían gravarlos tanto.
El tema me pareció de sumo interés, porque actualmente en México estamos en medio del periodo que la Constitución le da a nuestros diputados para discutir, analizar y finalmente aprobar la iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación que somete a su consideración anualmente el Poder Ejecutivo.
Contrario a lo que ocurre allá, aquí las discusiones sobre el tema de los impuestos entre los particulares, los académicos y la comunidad en general es poca y escasamente informada.
Por otro lado, y similar a lo que pasa en nuestro vecino del norte, aquí los que tienen dicen no tener suficiente y -de mayor gravedad- la inequidad en la distribución de la riqueza es todavía mayor aún.
Allá se habla de una plutocracia en formación. ¿Aquí existe eso?
En nuestro país existen grandes lagunas legales o regímenes especiales y tratos favorables que privilegian a los que más tienen so pretexto de fomentar la inversión; mientras que los principales empleadores del País -las pequeñas y medianas empresas-, los empleados, trabajadores y aquellos que menos tienen son cargados excesivamente.
Por eso considero que debemos adentrarnos a fondo en el tema de los impuestos para dejar de hablar en abstracto de una gran reforma fiscal que nos lleve a la panacea, y en lugar de buscar gravar más a los que menos tienen, tratar de frenar un poco la gran desigualdad que existe y que, en mi opinión, es el origen del descontento social que, en conjunto con otros factores, ha desembocado en la ola de violencia que hoy amenaza la paz y el patrimonio de todos.
El autor es abogado por el Tec de Monterrey y maestro en Derecho por la Universidad de Nueva York.
Recientemente leí que un profesor de Derecho de la Universidad de Chicago, hogar de los famosos "Chicago boys", tuvo que retirar de su blog un artículo que publicó quejándose de la propuesta del Presidente Barack Obama de continuar con el paquete de estímulo fiscal para la clase media en Estados Unidos, pero dejar que expire para los "superricos", es decir, aquellos individuos y familias que tengan ingresos superiores a los 200 mil o 250 mil dólares al año, respectivamente.
En su artículo, el profesor Todd Henderson se quejaba que él y su esposa dedicaban la mayor parte de su ingreso al pago de impuestos -aproximadamente 100 mil dólares- y por lo tanto, consideraba que no era un "superrico" y se oponía al plan de Obama.
Dicho artículo desató una andanada de respuestas -no necesariamente favorables- para el pobre profesor, que lo obligó a retirarse de la blogósfera y eliminar su artículo alegando incluso haber recibido amenazas.
Otro profesor de la Universidad de California en Berkeley, Michael O'Hare, estimó con base en los números dados por Henderson, que él y su esposa ganaban aproximadamente 400 mil dólares al año y que, de hecho, el plan de Obama significaría ahorros en impuestos para él por 3 mil 700 dólares.
Evidentemente, hay una diferencia de opinión entre lo que una persona puede pensar sobre si se es rico, superrico o meramente clase media alta. Sin embargo, hay otro reporte que me sorprendió todavía más.
Según un libro de Michael I. Norton, de la Harvard Business School, y Dan Ariely, de la Universidad de Duke, los estadounidenses creen -equivocadamente- que el dinero está más distribuido de lo que realmente está pero, por otro lado, consideran -en todos los grupos- que debería haber una mejor distribución de la riqueza.
Esto es, los estadounidenses creen que el 20 por ciento más rico de su población tiene el 60 por ciento de la riqueza, que el siguiente 20 por ciento tiene el 20 por ciento de la riqueza, la clase media tiene el 10 por ciento y el 40 por ciento más pobre se reparte el último 10 por ciento de la riqueza total del país.
La realidad es otra: el 20 por ciento de los más ricos en Estados Unidos tiene el 85 por ciento de la riqueza de ese país; el siguiente 20 por ciento tiene el 10 por ciento de la riqueza y el resto de la población, es decir, el 60 por ciento de los estadounidenses se reparten aproximadamente el 5 por ciento restante.
En otras palabras, si los ricos creen que son más pobres de lo que son, los pobres se sienten más ricos de lo que realmente son.
Ello es importante porque al momento de discutir el tema de los impuestos y la seguridad social, mucha de la discusión parte de las percepciones que tiene la gente sobre lo que tienen y lo que creen que tienen los demás. Es decir, si los pobres no son tan pobres, no hay que ayudarlos tanto, y si los ricos no son tan ricos, tampoco deberían gravarlos tanto.
El tema me pareció de sumo interés, porque actualmente en México estamos en medio del periodo que la Constitución le da a nuestros diputados para discutir, analizar y finalmente aprobar la iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación que somete a su consideración anualmente el Poder Ejecutivo.
Contrario a lo que ocurre allá, aquí las discusiones sobre el tema de los impuestos entre los particulares, los académicos y la comunidad en general es poca y escasamente informada.
Por otro lado, y similar a lo que pasa en nuestro vecino del norte, aquí los que tienen dicen no tener suficiente y -de mayor gravedad- la inequidad en la distribución de la riqueza es todavía mayor aún.
Allá se habla de una plutocracia en formación. ¿Aquí existe eso?
En nuestro país existen grandes lagunas legales o regímenes especiales y tratos favorables que privilegian a los que más tienen so pretexto de fomentar la inversión; mientras que los principales empleadores del País -las pequeñas y medianas empresas-, los empleados, trabajadores y aquellos que menos tienen son cargados excesivamente.
Por eso considero que debemos adentrarnos a fondo en el tema de los impuestos para dejar de hablar en abstracto de una gran reforma fiscal que nos lleve a la panacea, y en lugar de buscar gravar más a los que menos tienen, tratar de frenar un poco la gran desigualdad que existe y que, en mi opinión, es el origen del descontento social que, en conjunto con otros factores, ha desembocado en la ola de violencia que hoy amenaza la paz y el patrimonio de todos.
El autor es abogado por el Tec de Monterrey y maestro en Derecho por la Universidad de Nueva York.
Comentarios