¿Genocidio en Juárez?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Toda previsión y diseño táctico de guerra contra la delincuencia organizada ha de modificarse a partir de lo ocurrido la noche del viernes en Juárez. Ni la supuesta inteligencia de Genaro García Luna y Facundo Rosas pudieron haber anticipado lo declarado por los testigos: “los asesinos eran unos mocosos de 16 y 21 años”. Los fieros y disciplinados mercenarios dejaron de existir. Primero cedieron su lugar a los sicarios -Zetas y mara salvatruchas-; éstos a los mozalbetes que matan por unos cuantos pesos y por la urgencia de tener un arma en las manos, sentir el poder que ésta les confiere.

Tendrían que leer o releer a Roberto Saviano, porque el gobierno mexicano escaló una guerra declarada unilateralmente, para identificar a un enemigo que pudiese unificar a los mexicanos, con el propósito de zurcir el tejido social roto por la contienda electoral de 2006, lo que no le resultó. Disponerlo así únicamente empeoró la situación general del país, lo que facilita la ingeniería social que desea aplicar Estados Unidos en México. A ambas naciones se les revierte el proyecto globalizador, y las coloca en una situación de la que no les será fácil salir sin graves consecuencias de toda índole.

No se trata del “narcoterrorismo” ni de la actitud de insurgencia de los cárteles. Esta conceptualización acuñada por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, queda desfasada; México dejó de ser como lo fue Colombia hace 20 o más años, o quizá nunca pudo establecerse la analogía, porque las diferencias sociológicas y demográficas entre ambos países son abismales. Administrar el descontento de 120 millones de habitantes, es mucho más complicado que controlar el de los 45 millones de colombianos, de acuerdo al censo de 2009.

Cuando me enteré del tema de los 50 mil huérfanos de la guerra al narcotráfico, pensé que las consecuencias tardarían en manifestarse, pero mi error fue grave, porque ya el viernes esos “mocosos” de 16 y 21 años que con saña mataron a jóvenes como ellos e incluso a menores, es porque esta nación en algún momento se montó a un tobogán que desciende sin control y a gran velocidad, y del que no resultará fácil bajarse.

Sin empleo, con graves problemas económicos y de vivienda, con la amenaza de los millones de 'ni ni' ávidos de encontrar lo que sea para auto garantizarse lo que el Estado y sus familias no pueden proveerles, pero conscientes que los puestos en disputa en la delincuencia de cuello blanco, en la política, en la representación popular son insuficientes, pronto entrarán en confrontación con esos mozalbetes que parecen disfrutar ejecutando, porque con ello hacen pública su venganza contra el gobierno y la sociedad que desechó a sus padres y a ellos; venganza contra una sociedad en la que ya saben que no tienen cabida.

Es el caldo de cultivo idóneo para una guerra civil, de allí que estén urgidos el actual gobierno y sus corifeos, de la tramitación legislativa de la Ley de Seguridad, para establecer el Estado de excepción sin empacho alguno. No creo que sea éste el futuro que anhelamos para nuestros hijos.

Lo grave es que situaciones cruentas, perversas e ilógicas como la ocurrida el viernes último, se acumulan. El recuento de los informadores es el siguiente:

2009: Dos de septiembre: 17 internos de un centro de rehabilitación contra las drogas son acribillados por un comando armado, en Ciudad Juárez, Chihuahua; 15 de septiembre: 9 hombres y una mujer mueren en otro centro de rehabilitación en Ciudad Juárez. 2010: 30 de enero: Matan a 16 jóvenes que estaban en una fiesta, en Ciudad Juárez; 12 de marzo: Comando mata a 8 personas de entre 16 y 28 años en Ciudad Juárez; 10 de junio: Ejecutan a 19 internos de un centro de rehabilitación, también en Juárez y, 18 de julio: En Torreón, son 17 los jóvenes masacrados.

La numeralia y las consecuencias van contra las razones argumentadas por el gobierno para imponer esta línea de acción; es tramposo intentar establecer una comparación con José María Morelos y Pavón, porque Felipe Calderón Hinojosa, con todo y ser el presidente constitucional de los mexicanos, no es Morelos, y no pueden encontrarse ni inventarse analogías entre una Guerra de Independencia y una guerra de usura impuesta por los verdaderos barones de la droga, radicados en Estados Unidos y escudados en el poder del Pentágono y el del Congreso estadounidense que los ampara. A fin de cuentas Vicente Fox tuvo razón: los mexicanos hacen trabajos que ni los negros. Las cifras y los hechos reúnen las condiciones para pensar que se trata de genocidio.

Carlos Salinas de Gortari tuvo un destello de genialidad cuando promovió al país en el mundo con una idea: México, 2000 años de historia; sin embargo, él y sus seguidores se dejaron convencer otra vez, y compraron cuentas de vidrio para que los mexicanos cediéramos en nuestro nacionalismo -que termina y ha de trascender en universalidad- pero hete aquí que ese universalismo al que aspiró llevarnos la exposición, nos fue cambiado por una globalización que despoja a los gobiernos de toda capacidad de decisión.

En la globalización, que es el pacto al que se aferra el presidente Calderón, está inserta la guerra contra la delincuencia organizada. Los resultados están a la vista. Estamos adentro, y salir, ni pensarlo.

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