Martha Anaya / Crónica de Política
Manuel Espino está listo para pelear; se ha pintado el rostro y toca los tambores de guerra para echar abajo la intención de expulsarlo del partido que dirigió –Acción Nacional– por pura “fobia” de Felipe Calderón.
Se sienta a la mesa con los periodistas. Pone a un lado el “mamotreto” de expediente que le enviaron –el cual ya engargoló en dos gruesos tomos–. Se le nota tenso. Refiere que ya habló con sus hijos, que guarda con gran cariño la bandera de Acción Nacional, otra más que le obsequiaron hace más de 30 años, pero la única bandera que no tiene “es la de la paz”.
Así comienza el ex líder blanquiazul la conferencia de prensa. Deja ver bordados en su camisa blanca, de un lado, el logotipo de su movimiento “Volver a empezar”; y del otro, sobre el corazón, su propio nombre: Manuel Espino.
“¡A mí no me acusan, como a otros panistas y algunos de ellos destacados militantes del partido del Estado de México, de corrupción, ni de fraude, ni de venderme a un Gobernador…Me acusan de declaraciones en las que exijo congruencia, en las que defiendo los principios de mi partido!”, alega con rabia.
Advierte que usará todos los recursos políticos y jurídicos para defenderse para evitar su expulsión del blanquiazul; que pedirá careos con todos aquellos que lo señalan de dañar al partido, que si eso no es suficiente en la Comisión de Orden del Comité estatal de Sonora –donde se llevará a cabo el procedimiento–, alegará otro tanto en el Comité Ejecutivo; y si aún así deciden su expulsión, acudirá al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Cree que ganará, descalifica a sus adversarios. Lo dice de muy diversos modos: “Se lo que es el forcejeo político y no les veo espolones de jinete a mis detractores”, “No me voy a rendir”, “No tengo, como otros, cola que me pisen”, “no me allanaré al silencio del autoritarismo”, “no vamos a permitir que Acción Nacional se descarrile por el capricho de unos cuantos que tienen credencial”, “me voy a quedar a cuidar la casa”.
Manuel Espino Barrientos narra la secuencia de su “persecución”, cuyo origen sitúa en 2006, cuando “colaboradores de Calderón me inventaron una campaña negra”, hasta la demora del inicio de su proceso de expulsión con intención, según dice, de dañarlo moralmente.
Entra en detalles: Jamás se me abrió la puerta al diálogo, me sacaron tarjeta roja pero nunca amarilla; me acusan de mentiroso y los mentirosos son ellos, yo sí tengo manera de demostrarlo:
“Recuerdo cómo el presidente nacional (César Nava) fue sometido a una serie de preguntas por diversos medios de comunicación, se le preguntaba si había firmado un acuerdo en secreto con el PRI para favorecer al PRI de Peña Nieto y lo negó muchas veces; y luego se le demostró que sí había cometido ese acto de traición al partido, de espaldas al partido y a espaldas del comité nacional, y no tenía facultades estatutarias para tomar una decisión de esa envergadura y menos una decisión que comprometía a AN en el Edomex”.
Tira coces aquí y allá, pero tiene bien claro de dónde procede toda esta historia para expulsarlo del PAN: “de Los Pinos, de la fobia de Calderón”. Incluso invita al Presidente de la República “a revisar su actitud porque no puede imponer al partido sus fobias”.
Concretamente se le acusa de dañar al partido, de atacarlo, de dividirlo, de llevarlo a derrotas, de indisciplina; de convocar a votar en contra de los candidatos de Acción Nacional.
Espino levanta el “mamotreto” que reúne las “pruebas” en su contra y declara: “Yo no puedo responder por la incompetencia del partido”
Yo me siento muy tranquilo, dice, no se me acusa de corrupción, ni de fraude, ni de venderme a un gobierno…,”si me acusan de exigir congruencia, tienen razón”.
Se da incluso el lujo de burlarse y de calificar como “errores bobos” algunos procedimientos –“nunca había visto una dirigencia tan incompetente”—como el hecho de que, aún sin credencial del PAN, podría participar en las reuniones del CEN como ex dirigente del partido, puesto que el reglamento no dice que tenga que ser militante.
En fin, Espino arranca su defensa. Reitera que ganará, sólo que para él “ganar” no significa exactamente que evitará su expulsión de Acción Nacional, sino demostrar que la razón está de su lado y exhibir a los demás.
Manuel Espino está listo para pelear; se ha pintado el rostro y toca los tambores de guerra para echar abajo la intención de expulsarlo del partido que dirigió –Acción Nacional– por pura “fobia” de Felipe Calderón.
Se sienta a la mesa con los periodistas. Pone a un lado el “mamotreto” de expediente que le enviaron –el cual ya engargoló en dos gruesos tomos–. Se le nota tenso. Refiere que ya habló con sus hijos, que guarda con gran cariño la bandera de Acción Nacional, otra más que le obsequiaron hace más de 30 años, pero la única bandera que no tiene “es la de la paz”.
Así comienza el ex líder blanquiazul la conferencia de prensa. Deja ver bordados en su camisa blanca, de un lado, el logotipo de su movimiento “Volver a empezar”; y del otro, sobre el corazón, su propio nombre: Manuel Espino.
“¡A mí no me acusan, como a otros panistas y algunos de ellos destacados militantes del partido del Estado de México, de corrupción, ni de fraude, ni de venderme a un Gobernador…Me acusan de declaraciones en las que exijo congruencia, en las que defiendo los principios de mi partido!”, alega con rabia.
Advierte que usará todos los recursos políticos y jurídicos para defenderse para evitar su expulsión del blanquiazul; que pedirá careos con todos aquellos que lo señalan de dañar al partido, que si eso no es suficiente en la Comisión de Orden del Comité estatal de Sonora –donde se llevará a cabo el procedimiento–, alegará otro tanto en el Comité Ejecutivo; y si aún así deciden su expulsión, acudirá al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Cree que ganará, descalifica a sus adversarios. Lo dice de muy diversos modos: “Se lo que es el forcejeo político y no les veo espolones de jinete a mis detractores”, “No me voy a rendir”, “No tengo, como otros, cola que me pisen”, “no me allanaré al silencio del autoritarismo”, “no vamos a permitir que Acción Nacional se descarrile por el capricho de unos cuantos que tienen credencial”, “me voy a quedar a cuidar la casa”.
Manuel Espino Barrientos narra la secuencia de su “persecución”, cuyo origen sitúa en 2006, cuando “colaboradores de Calderón me inventaron una campaña negra”, hasta la demora del inicio de su proceso de expulsión con intención, según dice, de dañarlo moralmente.
Entra en detalles: Jamás se me abrió la puerta al diálogo, me sacaron tarjeta roja pero nunca amarilla; me acusan de mentiroso y los mentirosos son ellos, yo sí tengo manera de demostrarlo:
“Recuerdo cómo el presidente nacional (César Nava) fue sometido a una serie de preguntas por diversos medios de comunicación, se le preguntaba si había firmado un acuerdo en secreto con el PRI para favorecer al PRI de Peña Nieto y lo negó muchas veces; y luego se le demostró que sí había cometido ese acto de traición al partido, de espaldas al partido y a espaldas del comité nacional, y no tenía facultades estatutarias para tomar una decisión de esa envergadura y menos una decisión que comprometía a AN en el Edomex”.
Tira coces aquí y allá, pero tiene bien claro de dónde procede toda esta historia para expulsarlo del PAN: “de Los Pinos, de la fobia de Calderón”. Incluso invita al Presidente de la República “a revisar su actitud porque no puede imponer al partido sus fobias”.
Concretamente se le acusa de dañar al partido, de atacarlo, de dividirlo, de llevarlo a derrotas, de indisciplina; de convocar a votar en contra de los candidatos de Acción Nacional.
Espino levanta el “mamotreto” que reúne las “pruebas” en su contra y declara: “Yo no puedo responder por la incompetencia del partido”
Yo me siento muy tranquilo, dice, no se me acusa de corrupción, ni de fraude, ni de venderme a un gobierno…,”si me acusan de exigir congruencia, tienen razón”.
Se da incluso el lujo de burlarse y de calificar como “errores bobos” algunos procedimientos –“nunca había visto una dirigencia tan incompetente”—como el hecho de que, aún sin credencial del PAN, podría participar en las reuniones del CEN como ex dirigente del partido, puesto que el reglamento no dice que tenga que ser militante.
En fin, Espino arranca su defensa. Reitera que ganará, sólo que para él “ganar” no significa exactamente que evitará su expulsión de Acción Nacional, sino demostrar que la razón está de su lado y exhibir a los demás.
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