Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
La frase foxiana fue contundente: ¡Hay que sacar al PRI de Los Pinos! Así ocurrió porque vendieron a la sociedad, a los electores, a los líderes de opinión y a lo que quedaba del corporativismo, la idea de que con la alternancia llegaría de su mano la transición política, la consolidación de las exigidas -por la globalización- reformas económicas estructurales, porque ambos cambios traerían a México la democracia, erradicarían la corrupción.
Todo indica que resultó peor el remedio que la enfermedad, como en aquel trágico final de En vísperas del trueno, de Luis Spota. La realidad, las cifras, los hechos, los acontecimientos y la información, sólo constatan que en materia de corrupción y abusos de poder los panistas resultaron tanto o más finos que sus antecesores, pues superaron con creces aquello que deseaban corregir. Esta abusada patria está hoy peor que hace diez años. El panismo la ha diezmado, anímica, política, cultural y económicamente.
No es asunto partidista, de fe política o religiosa; las cifras no mienten, quienes las proporcionan no pudieron haber sido sobornados por el PRD ni por el PRI. La realidad de lo que diez años de gobiernos panistas hicieron de México no puede ser rechazada; sin embargo, Acción Nacional amenaza con comportarse como el peor PRI, y hacer de la próxima elección presidencial un asunto de Estado, porque en ello les va su futuro como partido y como ideología, hoy totalmente desdibujada por su sumisión a los compromisos internacionales, al Yunque en sus filas, y a un neopanismo paniaguado, sin coherencia política ni doctrinal.
Las agencias informativas y los medios impresos mexicanos, informan que este país obtuvo su peor calificación de los últimos 10 años en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC). Fue calificado con 3.1, en una escala donde 10 es la máxima. En la lista de las 178 naciones estudiadas, México pasó del puesto 89, que obtuvo en 2009, al 98.
La cifra es elocuente y terrorífica: México retrocedió diez lugares en un año, en el mismo lapso en que se recrudecieron la violencia y las acciones contra los barones de la droga, y en el que se incrementaron las desapariciones, los secuestros y la trata, lo que significa que inseguridad y corrupción van de la mano. ¿Dónde está la ejemplar acción del secretario Genaro García Luna, o la de su alter ego Facundo Rosas? Es necesario que el Congreso reclame rendición de cuentas, que el IFAI se sacuda la modorra con la que parece conducirse.
Para documentar nuestro optimismo sobre el futuro inmediato, de continuar el PAN en el gobierno, se nos informó que “en Latinoamérica, el país mejor colocado fue Chile, con una calificación de 7.2; los peores evaluados fueron Venezuela, con 2, seguido de Haití y Paraguay, con 2.2 en ambos casos. Perú, Colombia, Guatemala, El Salvador, Panamá, Uruguay, Puerto Rico, Brasil, Cuba, República Dominicana, Jamaica y Costa Rica obtuvieron mejores calificaciones que México en el estudio”.
Se desprende de la lectura de ese reporte, que aunque México fue uno de los primeros Estados de América Latina en ratificar convenios internacionales anticorrupción, y uno de los pioneros en sistemas de acceso a la información pública, en él sigue habiendo una “fuerte dualidad”; en algunas instituciones o gobiernos locales, por ejemplo, persisten viejas prácticas como el amiguismo o la compra de votos. A ello se suma que en México sigue habiendo un nivel de impunidad muy alto.
No son cifras trucadas, no hay datos falsos, quizá un muy leve margen de error deba considerarse, pero los mexicanos no pueden sustraerse a la veracidad del reporte integrado con datos de organizaciones internacionales como el Foro Económico Mundial, Bertelsmann Stiftung, Economist Intelligence Unit, Institute for Management and Development y Global Insight, publicados en los últimos dos años. Se midió la percepción de la corrupción en temas como contrataciones públicas, comercio exterior, facilidades para inversión, acceso a servicios públicos, calidad regulatoria y extorsiones.
Todavía recuerdo cómo a los candidatos panistas en campaña, siempre se les llenó la boca cuando exhibían la corrupción de los gobiernos priistas a los que había que echar fuera, porque con los “dinosaurios” en cargos de decisión política y de responsabilidad administrativa, nunca podrían erradicarla, así como tampoco a la impunidad. Resulta que ambas crecieron en los últimos diez años.
Es momento de preguntar a la inteligente, culta y docta señora Denise Dresser, dónde estará el retroceso para este país, qué sería dar marcha atrás: ¿La permanencia del PAN en Los Pinos, o la llegada de un PRI con la cola entre las piernas, con el recuerdo de haber vivido fuera dos sexenios, con la advertencia de que su nueva oportunidad puede ser la última?
La frase foxiana fue contundente: ¡Hay que sacar al PRI de Los Pinos! Así ocurrió porque vendieron a la sociedad, a los electores, a los líderes de opinión y a lo que quedaba del corporativismo, la idea de que con la alternancia llegaría de su mano la transición política, la consolidación de las exigidas -por la globalización- reformas económicas estructurales, porque ambos cambios traerían a México la democracia, erradicarían la corrupción.
Todo indica que resultó peor el remedio que la enfermedad, como en aquel trágico final de En vísperas del trueno, de Luis Spota. La realidad, las cifras, los hechos, los acontecimientos y la información, sólo constatan que en materia de corrupción y abusos de poder los panistas resultaron tanto o más finos que sus antecesores, pues superaron con creces aquello que deseaban corregir. Esta abusada patria está hoy peor que hace diez años. El panismo la ha diezmado, anímica, política, cultural y económicamente.
No es asunto partidista, de fe política o religiosa; las cifras no mienten, quienes las proporcionan no pudieron haber sido sobornados por el PRD ni por el PRI. La realidad de lo que diez años de gobiernos panistas hicieron de México no puede ser rechazada; sin embargo, Acción Nacional amenaza con comportarse como el peor PRI, y hacer de la próxima elección presidencial un asunto de Estado, porque en ello les va su futuro como partido y como ideología, hoy totalmente desdibujada por su sumisión a los compromisos internacionales, al Yunque en sus filas, y a un neopanismo paniaguado, sin coherencia política ni doctrinal.
Las agencias informativas y los medios impresos mexicanos, informan que este país obtuvo su peor calificación de los últimos 10 años en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC). Fue calificado con 3.1, en una escala donde 10 es la máxima. En la lista de las 178 naciones estudiadas, México pasó del puesto 89, que obtuvo en 2009, al 98.
La cifra es elocuente y terrorífica: México retrocedió diez lugares en un año, en el mismo lapso en que se recrudecieron la violencia y las acciones contra los barones de la droga, y en el que se incrementaron las desapariciones, los secuestros y la trata, lo que significa que inseguridad y corrupción van de la mano. ¿Dónde está la ejemplar acción del secretario Genaro García Luna, o la de su alter ego Facundo Rosas? Es necesario que el Congreso reclame rendición de cuentas, que el IFAI se sacuda la modorra con la que parece conducirse.
Para documentar nuestro optimismo sobre el futuro inmediato, de continuar el PAN en el gobierno, se nos informó que “en Latinoamérica, el país mejor colocado fue Chile, con una calificación de 7.2; los peores evaluados fueron Venezuela, con 2, seguido de Haití y Paraguay, con 2.2 en ambos casos. Perú, Colombia, Guatemala, El Salvador, Panamá, Uruguay, Puerto Rico, Brasil, Cuba, República Dominicana, Jamaica y Costa Rica obtuvieron mejores calificaciones que México en el estudio”.
Se desprende de la lectura de ese reporte, que aunque México fue uno de los primeros Estados de América Latina en ratificar convenios internacionales anticorrupción, y uno de los pioneros en sistemas de acceso a la información pública, en él sigue habiendo una “fuerte dualidad”; en algunas instituciones o gobiernos locales, por ejemplo, persisten viejas prácticas como el amiguismo o la compra de votos. A ello se suma que en México sigue habiendo un nivel de impunidad muy alto.
No son cifras trucadas, no hay datos falsos, quizá un muy leve margen de error deba considerarse, pero los mexicanos no pueden sustraerse a la veracidad del reporte integrado con datos de organizaciones internacionales como el Foro Económico Mundial, Bertelsmann Stiftung, Economist Intelligence Unit, Institute for Management and Development y Global Insight, publicados en los últimos dos años. Se midió la percepción de la corrupción en temas como contrataciones públicas, comercio exterior, facilidades para inversión, acceso a servicios públicos, calidad regulatoria y extorsiones.
Todavía recuerdo cómo a los candidatos panistas en campaña, siempre se les llenó la boca cuando exhibían la corrupción de los gobiernos priistas a los que había que echar fuera, porque con los “dinosaurios” en cargos de decisión política y de responsabilidad administrativa, nunca podrían erradicarla, así como tampoco a la impunidad. Resulta que ambas crecieron en los últimos diez años.
Es momento de preguntar a la inteligente, culta y docta señora Denise Dresser, dónde estará el retroceso para este país, qué sería dar marcha atrás: ¿La permanencia del PAN en Los Pinos, o la llegada de un PRI con la cola entre las piernas, con el recuerdo de haber vivido fuera dos sexenios, con la advertencia de que su nueva oportunidad puede ser la última?
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