El colapso ecológico

Porfirio Muñoz Ledo

Anthony Giddens y Martin Rees lanzaron una carta abierta sobre el cambio climático, atribuyendo los desastres sucedidos en Paquistán, China, Rusia y Estados Unidos al sobrecalentamiento del planeta. El 2010 será el año con mayores temperaturas globales desde que se comenzó a llevar un registro en 1880, y sin embargo, las negociaciones internacionales parecen estancadas rumbo a la COP 16, que tendrá lugar en Cancún.

Llaman a un “impulso renovado para despertar al mundo de su letargo”. Destacan las iniciativas multiplicadas a nivel de comunidades locales, empresas, organizaciones civiles, ciudades y estados. Lamentan que éstas no tengan correlato en las decisiones nacionales de los países que más contribuyen a la catástrofe. Invitan a mayor reflexión y transparencia de los liderazgos mundiales y a una presión determinante de la sociedad.

Hace 30 años se extravió el camino de la transición energética, cuando los precios de los hidrocarburos llegaron a su punto más alto y era rentable sustituirlos por energías nuevas y no contaminantes. Las potencias dominantes optaron por desplomarlos mediante la sobreproducción y la manipulación de los petrodólares, abriendo la era del endeudamiento y la especulación financiera que hicieron posible la implosión de la Unión Soviética y la implantación de la política neoliberal.

“Limitar las emisiones de carbono no ocurrirá sólo a través de regulaciones”. El futuro depende “de un conjunto de innovaciones tecnológicas, económicas y sociales” creadoras de “un estilo de vida fundado en la energía limpia y eficiente”. Se requiere un modelo universal de desarrollo sustentable que disminuya drásticamente la desigualdad y transfiera recursos sustantivos para transformar la periferia. “No hay peor contaminante que la miseria”, habíamos dicho desde Estocolmo en 1972.

Tales son los desafíos que consideramos esta semana en Ginebra en la 123 Asamblea de la Unión Interparlamentaria. El Congreso mexicano aportó un documento compendioso, elaborado por las comisiones involucradas de ambas cámaras y la opinión de las agencias de Naciones Unidas. Es una Declaración sobre Cambio Climático de los parlamentarios del mundo que ya circula en 155 países y esperamos adoptar el 6 de diciembre en reunión paralela a la cumbre gubernamental de Cancún, para entregarla a los responsables políticos directos.

En ese documento sostenemos que el desastre climático “es parte de una crisis sistémica, que ha estallado en el sector financiero pero que abarca la totalidad de los fenómenos económicos, sociales y ecológicos”. Demandamos soluciones radicales y concatenadas a fin de reducir “la vulnerabilidad de numerosos países y regiones, determinada por la concentración excesiva del ingreso, la disminución de las capacidades del estado y los actos depredadores de la economía de mercado”.

Pensamos que el “nuevo pacto con la naturaleza” debe ser expresión de un consenso político fundado en la equidad internacional que involucre el fin de la carrera armamentista, la sobreexplotación de los recursos naturales y la degradación del trabajo. Nos pronunciamos por una reforma profunda a las Naciones Unidas que atienda los retos de una era multipolar. Abogamos por un “sistema vinculante que garantice la seguridad planetaria y una existencia digna para las futuras generaciones”.

Coincidimos en la inminencia de una “ciudadanía global” que ejerza sus derechos vía formas democráticas participativas y recupere su soberanía sobre los procesos políticos. También en que los parlamentos activen sus potestades constitucionales, exijan la rendición de cuentas y suplan en su caso la impotencia de los gobiernos. Llamamos a los congresos a promover una “legislación integral y suficiente para reducir las emisiones y la vulnerabilidad de los sistemas naturales”, supletoria o complementaria de las negociaciones gubernamentales.

Está en juego el papel de los ciudadanos, las autoridades locales y los parlamentarios en la toma de decisiones nacionales y globales. Ello requiere depositar las resoluciones políticas clave en las comunidades políticas que integran los Estados. El cambio de época exige la reforma democrática de los países y de la sociedad mundial.

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