Teodoro Rentería Arróyave
Vergüenza debería de darles a todos los que por intereses partidistas y de grupo defienden sin razón las decisiones gubernamentales de aquel entonces que dejaron a su suerte, que fue mortal, a los 65 mineros, el doble de los rescatados en Chile, cuyos cuerpos hasta ahora yacen en las entrañas de la mina de Pasta de Conchos, Coahuila.
Tienen razón los que aseguran que toda comparación es odiosa, siempre y cuando se utilice en cuanto a la competencia profesional, pero nunca en cuanto a las políticas y decisiones públicas en la que va de por medio la vida humana.
Por tanto, es válido hacer la comparación del profundo humanismo del pueblo y gobierno de Chile en el rescate de los 33 mineros atrapados en la mina de cobre de San José en pleno desierto norteño de esa nación con lo que ocurriera hace 4 años 8 meses en nuestro país.
La solidaridad chilena es un ejemplo conmovedor para el mundo entero, el hecho de que el costo haya sido de 22 millones de dólares o más carece de importancia cuando se trata de salvar vidas humanas. Eso y más debieron gastarse para cuando menos intentar salvar a nuestros paisanos.
Iniciábamos nuestro noticiero este martes, al través de las frecuencias en la República de Grupo Fórmula, cuando nuestra colega Sandra Cevallos de Radio Cooperativa de Chile, emocionada pero a la vez muy profesional nos narraba el éxito de la prueba de la cápsula Fénix 2, que recorrió los 622 metros que a través de roca maciza llegaba hasta el socavón de la mina donde llevaban 66 días atrapados en sana y ejemplar convivencia los 33 mineros, 32 chilenos y un boliviano.
Este miércoles, al entrar al aire, enteramos a la querida audiencia de la llegada a superficie del último de los mineros rescatados y luego el emocionante reporte de Sandra Cevallos, con la descripción precisa de esta información de vida y terminamos, por cuestión de horario, cuando sólo faltaban por subir a la superficie 2 de los 6 héroes rescatistas. Por qué héroes, porque a los mineros les sorprendió el accidente, los rescatistas por su parte expusieron sus vidas en la parte más peligrosa, bajar al socavón para salvar a sus hermanos mineros.
Aunque siempre la Comisión Nacional de los Derechos Humanos no ha cesado en su recomendación, que bueno que ahora su actual presidente, Raúl Plascencia Villanueva haya lamentado que hasta la fecha el Gobierno Federal no ha atendido la encomienda pendiente del rescate de los cuerpos de los mineros dejados a su suerte en las entrañas de la mina de Pasta de Conchos.
Desvergonzado, el que fuera secretario del Trabajo de Vicente Fox Quesada y ahora premiado con una diputación federal por el Partido Acción Nacional, Francisco Javier Salazar Saenz, no solicito sino que exigió no comparar el caso de Chile con el de México, claro goza del fuero federal y debe estar muy contento al igual que su sucesor Javier Lozano Alarcón, de quien en algún momento felicitamos porque creímos ingenuo que enderezaría el camino sobre el destino de los mineros mexicanos, el haberse preocupado más por los intereses de la empresa Minera México y de su propietario Jorge Legorreta Ortega que de los humildes trabajadores mexicanos.
¡Qué desvergüenza! El ejemplo chileno les atormentará por siempre.
EN EL ÁTICO
Cabe recordar tres actos de rescate: el del incendio de los talleres del periódico Ovaciones en la colonia Santa María la Rivera, donde el trabajo periodístico con traje de asbesto cemento nos permitió comprobar que tres colegas de talleres estaban atrapados tras las llamas, dos salvaron la vida, el tercero desgraciadamente muró de asfixia.
En el Puente de Judas, ahora Ermita y Río Churubusco, un derrumbe en las obras de drenaje, según se dijo de antiguas construcciones aztecas, atraparon y mataron a 36 humildes albañiles; por ahorrarse los seguros la empresa con la ayuda de corruptas autoridades después del rescate de 16 cuerpos dieron por terminada la operación, los periodistas estuvimos en vela 13 días con sus 11 noches hasta que apareció el último cadáver.
En una mina de arena del Olivar del Conde, otro derrumbe que mantuvo en ascuas al pueblo de México, los periodistas también permanecimos, lo recuerda con emoción el apreciado colega, Moisés Edwin Barreda, hasta que se perdió toda esperanza pese a que en momentos se escucharon mensajes de los atrapados. Tres noches y cuatro días, en pleno invierno pero con la calidez de los mineros en tierra que en todo momento demostraron su solidaridad con los comunicadores. Recordamos al fotógrafo Chucho Cruz, cuyo sombrero de paja sirvió para la colecta en beneficio de los deudos de los mineros muertos.
Vergüenza debería de darles a todos los que por intereses partidistas y de grupo defienden sin razón las decisiones gubernamentales de aquel entonces que dejaron a su suerte, que fue mortal, a los 65 mineros, el doble de los rescatados en Chile, cuyos cuerpos hasta ahora yacen en las entrañas de la mina de Pasta de Conchos, Coahuila.
Tienen razón los que aseguran que toda comparación es odiosa, siempre y cuando se utilice en cuanto a la competencia profesional, pero nunca en cuanto a las políticas y decisiones públicas en la que va de por medio la vida humana.
Por tanto, es válido hacer la comparación del profundo humanismo del pueblo y gobierno de Chile en el rescate de los 33 mineros atrapados en la mina de cobre de San José en pleno desierto norteño de esa nación con lo que ocurriera hace 4 años 8 meses en nuestro país.
La solidaridad chilena es un ejemplo conmovedor para el mundo entero, el hecho de que el costo haya sido de 22 millones de dólares o más carece de importancia cuando se trata de salvar vidas humanas. Eso y más debieron gastarse para cuando menos intentar salvar a nuestros paisanos.
Iniciábamos nuestro noticiero este martes, al través de las frecuencias en la República de Grupo Fórmula, cuando nuestra colega Sandra Cevallos de Radio Cooperativa de Chile, emocionada pero a la vez muy profesional nos narraba el éxito de la prueba de la cápsula Fénix 2, que recorrió los 622 metros que a través de roca maciza llegaba hasta el socavón de la mina donde llevaban 66 días atrapados en sana y ejemplar convivencia los 33 mineros, 32 chilenos y un boliviano.
Este miércoles, al entrar al aire, enteramos a la querida audiencia de la llegada a superficie del último de los mineros rescatados y luego el emocionante reporte de Sandra Cevallos, con la descripción precisa de esta información de vida y terminamos, por cuestión de horario, cuando sólo faltaban por subir a la superficie 2 de los 6 héroes rescatistas. Por qué héroes, porque a los mineros les sorprendió el accidente, los rescatistas por su parte expusieron sus vidas en la parte más peligrosa, bajar al socavón para salvar a sus hermanos mineros.
Aunque siempre la Comisión Nacional de los Derechos Humanos no ha cesado en su recomendación, que bueno que ahora su actual presidente, Raúl Plascencia Villanueva haya lamentado que hasta la fecha el Gobierno Federal no ha atendido la encomienda pendiente del rescate de los cuerpos de los mineros dejados a su suerte en las entrañas de la mina de Pasta de Conchos.
Desvergonzado, el que fuera secretario del Trabajo de Vicente Fox Quesada y ahora premiado con una diputación federal por el Partido Acción Nacional, Francisco Javier Salazar Saenz, no solicito sino que exigió no comparar el caso de Chile con el de México, claro goza del fuero federal y debe estar muy contento al igual que su sucesor Javier Lozano Alarcón, de quien en algún momento felicitamos porque creímos ingenuo que enderezaría el camino sobre el destino de los mineros mexicanos, el haberse preocupado más por los intereses de la empresa Minera México y de su propietario Jorge Legorreta Ortega que de los humildes trabajadores mexicanos.
¡Qué desvergüenza! El ejemplo chileno les atormentará por siempre.
EN EL ÁTICO
Cabe recordar tres actos de rescate: el del incendio de los talleres del periódico Ovaciones en la colonia Santa María la Rivera, donde el trabajo periodístico con traje de asbesto cemento nos permitió comprobar que tres colegas de talleres estaban atrapados tras las llamas, dos salvaron la vida, el tercero desgraciadamente muró de asfixia.
En el Puente de Judas, ahora Ermita y Río Churubusco, un derrumbe en las obras de drenaje, según se dijo de antiguas construcciones aztecas, atraparon y mataron a 36 humildes albañiles; por ahorrarse los seguros la empresa con la ayuda de corruptas autoridades después del rescate de 16 cuerpos dieron por terminada la operación, los periodistas estuvimos en vela 13 días con sus 11 noches hasta que apareció el último cadáver.
En una mina de arena del Olivar del Conde, otro derrumbe que mantuvo en ascuas al pueblo de México, los periodistas también permanecimos, lo recuerda con emoción el apreciado colega, Moisés Edwin Barreda, hasta que se perdió toda esperanza pese a que en momentos se escucharon mensajes de los atrapados. Tres noches y cuatro días, en pleno invierno pero con la calidez de los mineros en tierra que en todo momento demostraron su solidaridad con los comunicadores. Recordamos al fotógrafo Chucho Cruz, cuyo sombrero de paja sirvió para la colecta en beneficio de los deudos de los mineros muertos.
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