Miguel Ángel Granados Chapa
Está en curso la elección de tres consejeros electorales, quienes sustituirán a Virgilio Andrade, Marco A. Gómez Alcántar y Arturo Sánchez, que por haber sido elegidos en octubre de 2003 concluyen en este mes el septenio correspondiente.
La inscripción de los aspirantes comenzó el lunes pasado y concluirá mañana viernes. En los dos primeros días acudieron sólo unos cuantos interesados, pero sólo al final del plazo sabremos si la convocatoria interesó a quienes pueden desempeñar en el consejo general del Instituto Federal Electoral la función correspondiente de modo adecuado.
Si, como pudiera ocurrir, hay una rala respuesta, ello se deberá al prejuicio, intuición o ingrata experiencia de que los consejeros serán escogidos no por sus méritos sino por su liga con los partidos. Se da por un hecho que el PRI encaminará a dos aspirantes que le sean afines a ocupar un lugar en el órgano de gobierno de la autoridad electoral, y que al PAN corresponderá el tercero. Esa certidumbre puede convertirse en la profecía que se cumple a sí misma, para lo cual un primer paso consiste en que los aspirantes idóneos se autoexcluyan. De por lo menos dos expertos en materia electoral, cuya presencia en el consejo sería de extrema utilidad para ese cuerpo, y por consiguiente para la democracia electoral, he escuchado expresiones de escepticismo o pesimismo al contestar a mi pregunta acerca de su participarían en el certamen que se realiza en estos días. Uno de ellos me hizo el favor de explicar su posición. No es conveniente dar el nombre de quien ha rehusado contender en este concurso, pero sí conocer su convicción de “que será otra farsa, en la que cada partido pondrá a su ‘embajador’. No me interesa hacerles el juego”.
Agregó lo siguiente:
“El IFE está capturado por los partidos, con un presidente al que sus colegas denominan ‘Gutierritos’, más incapaz que Ugalde, lo que ya es mucho decir.
“No me interesa…ser parte del final de lo que muchos hicimos, con tanto esfuerzo y poca idea del futuro (es autocrítica)
“Ya no tengo ánimo ni condición para pelear con la broza que hoy domina la política mexicana…”
(En beneficio de los lectores jóvenes y los desmemoriados, aclaro el sentido de estas alusiones: Gutierritos era un personaje de una historia contada a mediados del siglo pasado por Estela Calderón, primero a través de la radio, luego de la televisión y por fin el cine: Se trata de la personificación de la mediocridad, el caso de un hombre que lleva su sencillez hasta el punto de borrarse, de achicarse; por eso el diminutivo designa a Ángel Gutiérrez . Y Ugalde es Luis Carlos Ugalde, que presidió el consejo general del IFE y renunció antes de ser despedido, a causa de su deplorable actuación inmediatamente después de la elección presidencial de 2006, cuando excedido en sus funciones y con notorio interés partidario habló de Calderón como el candidato triunfador, meses antes de que calificara su elección el órgano autorizado para hacerlo).
Si se multiplican los casos como el ejemplificado en esta columna se corre el riesgo de que el nivel de las candidaturas se abata, y con ello el de que sean designados personas sin méritos suficientes para formar parte del IFE, que tendrá a su cargo el proceso electoral del 2012, que ya desde ahora se anuncia como erizado de dificultades, que el órgano comicial deberá encarar con eficacia.
Los expertos muy calificados que se abstengan de participar acaso tendrán presentes las pifias de la Cámara de diputados en la designación del actual presidente del consejo general, y los consejeros que sustituyeron anticipadamente a los que fueron nombrados en octubre de 2003. Se ofendió a algunos de los aspirantes, apenas en la etapa inicial del proceso de elección, y se cometió el error de calificarlos, para que al cabo del procedimiento no fueran nombrados los que mejor lugar habían alcanzado en una jerarquización sin sentido y con escaso fundamento.
Atenúa la desconfianza de que se trata de una farsa el que conforme a la ley conduzca el proceso de selección de los candidatos la Comisión de Gobernación de la Cámara, presidida por Javier Corral, un panista fiel a sus convicciones, muy vinculado a las pulsiones ciudadanas que reclaman una designación que responda a los intereses generales y no al de los partidos. Sin embargo, la comisión que encabeza no tiene la última palabra. Ésta corresponde a la Junta de coordinación política de la Cámara, integrada principalmente por los líderes de las fracciones parlamentarias. En ese espacio puede frustrarse el esfuerzo de presentar al pleno candidaturas idóneas y sustituirlas por candidaturas cómodas.
A pesar de sus defectos, me parece que el procedimiento por el cual sean las bancadas en san Lázaro las que patrocinen las candidaturas es el menos defectuoso. Para hacerlo el más conveniente se requeriría que los partidos no aspiraran a volver atrás el calendario. Una de las características del IFE de cara a su precedente, la Comisión federal electoral, es la disminución de la presencia de los partidos, que en la toma de decisiones del consejo electoral perdieron el voto y conservaron la voz. Si es ingenuo esperar de los partidos que depongan su interés por contar con delegados en ese órgano, no lo es tanto demandar a los concursantes un compromiso público de independencia. Si lo emitieran en el momento en que sus nombres sean puestos a consideración de la Junta, se obligarían ante la sociedad a no atarse a los partidos que los impulses, sino a actuar según su leal saber y entender.
Está en curso la elección de tres consejeros electorales, quienes sustituirán a Virgilio Andrade, Marco A. Gómez Alcántar y Arturo Sánchez, que por haber sido elegidos en octubre de 2003 concluyen en este mes el septenio correspondiente.
La inscripción de los aspirantes comenzó el lunes pasado y concluirá mañana viernes. En los dos primeros días acudieron sólo unos cuantos interesados, pero sólo al final del plazo sabremos si la convocatoria interesó a quienes pueden desempeñar en el consejo general del Instituto Federal Electoral la función correspondiente de modo adecuado.
Si, como pudiera ocurrir, hay una rala respuesta, ello se deberá al prejuicio, intuición o ingrata experiencia de que los consejeros serán escogidos no por sus méritos sino por su liga con los partidos. Se da por un hecho que el PRI encaminará a dos aspirantes que le sean afines a ocupar un lugar en el órgano de gobierno de la autoridad electoral, y que al PAN corresponderá el tercero. Esa certidumbre puede convertirse en la profecía que se cumple a sí misma, para lo cual un primer paso consiste en que los aspirantes idóneos se autoexcluyan. De por lo menos dos expertos en materia electoral, cuya presencia en el consejo sería de extrema utilidad para ese cuerpo, y por consiguiente para la democracia electoral, he escuchado expresiones de escepticismo o pesimismo al contestar a mi pregunta acerca de su participarían en el certamen que se realiza en estos días. Uno de ellos me hizo el favor de explicar su posición. No es conveniente dar el nombre de quien ha rehusado contender en este concurso, pero sí conocer su convicción de “que será otra farsa, en la que cada partido pondrá a su ‘embajador’. No me interesa hacerles el juego”.
Agregó lo siguiente:
“El IFE está capturado por los partidos, con un presidente al que sus colegas denominan ‘Gutierritos’, más incapaz que Ugalde, lo que ya es mucho decir.
“No me interesa…ser parte del final de lo que muchos hicimos, con tanto esfuerzo y poca idea del futuro (es autocrítica)
“Ya no tengo ánimo ni condición para pelear con la broza que hoy domina la política mexicana…”
(En beneficio de los lectores jóvenes y los desmemoriados, aclaro el sentido de estas alusiones: Gutierritos era un personaje de una historia contada a mediados del siglo pasado por Estela Calderón, primero a través de la radio, luego de la televisión y por fin el cine: Se trata de la personificación de la mediocridad, el caso de un hombre que lleva su sencillez hasta el punto de borrarse, de achicarse; por eso el diminutivo designa a Ángel Gutiérrez . Y Ugalde es Luis Carlos Ugalde, que presidió el consejo general del IFE y renunció antes de ser despedido, a causa de su deplorable actuación inmediatamente después de la elección presidencial de 2006, cuando excedido en sus funciones y con notorio interés partidario habló de Calderón como el candidato triunfador, meses antes de que calificara su elección el órgano autorizado para hacerlo).
Si se multiplican los casos como el ejemplificado en esta columna se corre el riesgo de que el nivel de las candidaturas se abata, y con ello el de que sean designados personas sin méritos suficientes para formar parte del IFE, que tendrá a su cargo el proceso electoral del 2012, que ya desde ahora se anuncia como erizado de dificultades, que el órgano comicial deberá encarar con eficacia.
Los expertos muy calificados que se abstengan de participar acaso tendrán presentes las pifias de la Cámara de diputados en la designación del actual presidente del consejo general, y los consejeros que sustituyeron anticipadamente a los que fueron nombrados en octubre de 2003. Se ofendió a algunos de los aspirantes, apenas en la etapa inicial del proceso de elección, y se cometió el error de calificarlos, para que al cabo del procedimiento no fueran nombrados los que mejor lugar habían alcanzado en una jerarquización sin sentido y con escaso fundamento.
Atenúa la desconfianza de que se trata de una farsa el que conforme a la ley conduzca el proceso de selección de los candidatos la Comisión de Gobernación de la Cámara, presidida por Javier Corral, un panista fiel a sus convicciones, muy vinculado a las pulsiones ciudadanas que reclaman una designación que responda a los intereses generales y no al de los partidos. Sin embargo, la comisión que encabeza no tiene la última palabra. Ésta corresponde a la Junta de coordinación política de la Cámara, integrada principalmente por los líderes de las fracciones parlamentarias. En ese espacio puede frustrarse el esfuerzo de presentar al pleno candidaturas idóneas y sustituirlas por candidaturas cómodas.
A pesar de sus defectos, me parece que el procedimiento por el cual sean las bancadas en san Lázaro las que patrocinen las candidaturas es el menos defectuoso. Para hacerlo el más conveniente se requeriría que los partidos no aspiraran a volver atrás el calendario. Una de las características del IFE de cara a su precedente, la Comisión federal electoral, es la disminución de la presencia de los partidos, que en la toma de decisiones del consejo electoral perdieron el voto y conservaron la voz. Si es ingenuo esperar de los partidos que depongan su interés por contar con delegados en ese órgano, no lo es tanto demandar a los concursantes un compromiso público de independencia. Si lo emitieran en el momento en que sus nombres sean puestos a consideración de la Junta, se obligarían ante la sociedad a no atarse a los partidos que los impulses, sino a actuar según su leal saber y entender.
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