Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia
Son por lo general pequeñitos —sobre todo de estatura moral— que nunca han sido activos, pero sí reactivos. Todos, como sus jefes —oficiales y extraoficiales— tienen la piel muy delicadita. Por ello se les para la crestita al menor roce de un pétalo de crítica al gobierno al que sirven. Incluso suelen ser más hipócritamente sensibles que sus mismos patrones.
El prototipo del reactivito encarna ahora a la perfección en el ínclito vocero del Gabinete de Seguridad. Ilustre desconocido hasta hace poco, quien ahora goza sus 15 minutos de fama. Me dicen, por cierto, que en su cubículo del ITAM, este politólogo graduado en Harvard era francamente brillante. No lo dudo. Como tampoco dudo que en su nuevo cargo ha sido desastroso.
Porque, a ver: de parte de quién los periodistas habríamos de aceptar —con tonito de yuppie perdonavidas— un regaño de alguien que ni remotamente ha estado jamás en una situación de riesgo y que no conoce el país más allá de la pantalla de su compu, ¿ves?
Además, ofensivo, porque con sensibilidad hipopotámica dice que el asesinato de Luis Carlos Santiago es por motivos personales. Si está tan seguro, ¿por qué no nos presenta a los criminales en uno de esos shows que al gobierno le salen tan bien?
Por añadidura, la respuesta calderonista a través del señor Poiré es absolutamente tramposa al rasgarse las vestiduras diciendo que “no cabe en modo alguno por parte de ningún actor el pactar, promover una tregua o negociar con los criminales”. Primero porque El Diario de Juárez establece claramente que no se trata de una rendición o siquiera una claudicación; así que lo que molesta e irrita al gobierno es el hecho mismo de que el editorial se dirija a “las diferentes organizaciones que se disputan la plaza de Ciudad Juárez… frente al vacío de poder que respiramos los chihuahuenses”.
Pero lo que verdaderamente ha provocado las iras en el Olimpo sexenal ha sido —no nos hagamos señor Poiré— un párrafo del mismísimo editorial al que con todo propósito ni se refieren. Y es el que establece: “…el primer mandatario, para conseguir la legitimación que no obtuvo en las urnas, se metió —sin una estrategia adecuada— a una guerra contra el crimen organizado sin conocer además las dimensiones del enemigo, ni las consecuencias que esta confrontación podría traer al país. Introducidos sin pedirlo en el conflicto, los mexicanos —y de manera particular los juarenses— han estado al garete de decisiones erróneas que terminaron llevándoselos en medio, con los resultados hasta ahora conocidos y, sobre todo, abominados por las mayorías”. Este fue en la realidad el revulsivo para los reactivitos.
Y ahora que me acuerdo, ¿no es un acto de hipocresía gigantesco indignarse por un pacto con criminales, cuando eso y no otra cosa han hecho en el caso Diego? Ahí, además de imponer un bozal a muchos medios, atropellaron la ley al retirar a la PGR de una investigación obligada con el pretexto de no entorpecer la negociación de la familia con los secuestradores. ¿No es eso pactar con criminales?
Son por lo general pequeñitos —sobre todo de estatura moral— que nunca han sido activos, pero sí reactivos. Todos, como sus jefes —oficiales y extraoficiales— tienen la piel muy delicadita. Por ello se les para la crestita al menor roce de un pétalo de crítica al gobierno al que sirven. Incluso suelen ser más hipócritamente sensibles que sus mismos patrones.
El prototipo del reactivito encarna ahora a la perfección en el ínclito vocero del Gabinete de Seguridad. Ilustre desconocido hasta hace poco, quien ahora goza sus 15 minutos de fama. Me dicen, por cierto, que en su cubículo del ITAM, este politólogo graduado en Harvard era francamente brillante. No lo dudo. Como tampoco dudo que en su nuevo cargo ha sido desastroso.
Porque, a ver: de parte de quién los periodistas habríamos de aceptar —con tonito de yuppie perdonavidas— un regaño de alguien que ni remotamente ha estado jamás en una situación de riesgo y que no conoce el país más allá de la pantalla de su compu, ¿ves?
Además, ofensivo, porque con sensibilidad hipopotámica dice que el asesinato de Luis Carlos Santiago es por motivos personales. Si está tan seguro, ¿por qué no nos presenta a los criminales en uno de esos shows que al gobierno le salen tan bien?
Por añadidura, la respuesta calderonista a través del señor Poiré es absolutamente tramposa al rasgarse las vestiduras diciendo que “no cabe en modo alguno por parte de ningún actor el pactar, promover una tregua o negociar con los criminales”. Primero porque El Diario de Juárez establece claramente que no se trata de una rendición o siquiera una claudicación; así que lo que molesta e irrita al gobierno es el hecho mismo de que el editorial se dirija a “las diferentes organizaciones que se disputan la plaza de Ciudad Juárez… frente al vacío de poder que respiramos los chihuahuenses”.
Pero lo que verdaderamente ha provocado las iras en el Olimpo sexenal ha sido —no nos hagamos señor Poiré— un párrafo del mismísimo editorial al que con todo propósito ni se refieren. Y es el que establece: “…el primer mandatario, para conseguir la legitimación que no obtuvo en las urnas, se metió —sin una estrategia adecuada— a una guerra contra el crimen organizado sin conocer además las dimensiones del enemigo, ni las consecuencias que esta confrontación podría traer al país. Introducidos sin pedirlo en el conflicto, los mexicanos —y de manera particular los juarenses— han estado al garete de decisiones erróneas que terminaron llevándoselos en medio, con los resultados hasta ahora conocidos y, sobre todo, abominados por las mayorías”. Este fue en la realidad el revulsivo para los reactivitos.
Y ahora que me acuerdo, ¿no es un acto de hipocresía gigantesco indignarse por un pacto con criminales, cuando eso y no otra cosa han hecho en el caso Diego? Ahí, además de imponer un bozal a muchos medios, atropellaron la ley al retirar a la PGR de una investigación obligada con el pretexto de no entorpecer la negociación de la familia con los secuestradores. ¿No es eso pactar con criminales?
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