Francisco Rodríguez / Índice Político
¿SERÁ QUE A los mexicanos nos gusta vivir sojuzgados? ¿Necesitamos del autoritarismo para progresar? ¿A qué obedece que, en libertad, seamos ingobernables?
Revise usted nuestra historia, a partir de la conquista española. Encontrará que en los periodos en los que nuestro territorio ha sido dependiente o ha estado dominado por una mano fuerte, ha habido desarrollo y progreso. Emancipados, en cambio…
El Grito de Independencia fue, en los hechos, desgarrador. Nos recuerda el investigador Jaime Rodríguez que el México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales.
¿Fue ese el precio que los mexicanos pagamos por ser libres? Todo indica que así fue
El virreinato de Nueva España representaba la estructura política más imponente del hemisferio occidental a fines del siglo XVIII. Su territorio incluía el México actual, América Central, las Filipinas, Cuba, Puerto Rico, Florida, las regiones costeras de Alabama y Mississippi, todas las tierras al oeste de este río, así como también pretensiones en Canadá occidental y Alaska. El corazón del virreinato, sin embargo, lo constituía una región aproximadamente del tamaño del México actual.
Una de las características más notables del gobierno colonial era su legitimidad, derivada de la confianza que generaba en todas las clases y razas. Aun los indios confiaban lo suficiente en el sistema legal como para buscar justicia en las Cortes, donde frecuentemente ganaban sus casos ya que los tribunales generalmente reconocían la validez de las costumbres y las leyes nativas. De esta manera, había un acuerdo general en Nueva España que hacía que el gobierno real, al nivel local como el imperial, sirviera al interés público.
La gran riqueza de la colonia contribuyó a la estabilidad gubernamental y al dinamismo de la sociedad mexicana, pues la Nueva España, proveía dos tercios de los ingresos del imperio español.
Una breve comparación con los Estados Unidos destaca la naturaleza de la economía de México en 1800. El ingreso per cápita de Nueva España era aproximadamente de 116 pesos al año, comparado con 165 pesos de los Estados Unidos. El valor de las exportaciones de México y el país del norte era el mismo: alrededor de 20 millones de pesos. Ambos países eran predominantemente agricultores pero México poseía un sector industrial mucho más grande basado principalmente en la minería y la industria textil. Las urbes novohispanas eran más grandes y avanzadas que las del vecino.
El contraste entre la Nueva España y el México republicano fue enorme. Las guerras de la Independencia y el caos que siguió, arruinaron la economía de la nación y destruyeron la legitimidad de sus instituciones. Entre 1821 y 1850, sólo un presidente, Guadalupe Victoria completó su periodo de gobierno.
Durante los siguientes veinte años, la República se rigió bajo tres constituciones, veinte gobiernos y más de cien gabinetes. Como las administraciones siguientes dieron prueba de su incapacidad para mantener el orden y proteger las vidas y la propiedad, el país se sumió en la anarquía.
Pero llegó Díaz y el país retomó la ruta del desarrollo. Hubo crecimiento y orden. Estabilidad que fue rota con el movimiento revolucionario.
Y tras el caos de “la bola” iniciada en 1910, vino lo que los panistas llaman “la dictadura del PRI”. Y regresó la estabilidad, el crecimiento, el desarrollo.
Volvió a romperse en el 2000, cuando los panistas “sacaron al PRI de Los Pinos”, y ya libres del yugo tricolor, los mexicanos hemos vivido los peores 10 años de nuestra historia: un Estado incapaz de cumplir, mínimo, su obligación primigenia de brindar seguridad a los habitantes del territorio, decrecimiento económico, gobiernos ilegítimos, pobreza extendida…
¿Qué celebramos hoy? ¿Nuestras desgracias? ¿Qué “libres”, solos, no podemos?
Índice Flamígero: Que no se me acuse de antipatriota. Este escribidor inicia hoy mismo el “puente” independentista, única obra de la fallida Administración de Calderón que “estuvo a tiempo” y no sufre el riesgo de desquebrajarse. Si usted gusta, nos reencontraremos aquí el próximo lunes.
¿SERÁ QUE A los mexicanos nos gusta vivir sojuzgados? ¿Necesitamos del autoritarismo para progresar? ¿A qué obedece que, en libertad, seamos ingobernables?
Revise usted nuestra historia, a partir de la conquista española. Encontrará que en los periodos en los que nuestro territorio ha sido dependiente o ha estado dominado por una mano fuerte, ha habido desarrollo y progreso. Emancipados, en cambio…
El Grito de Independencia fue, en los hechos, desgarrador. Nos recuerda el investigador Jaime Rodríguez que el México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales.
¿Fue ese el precio que los mexicanos pagamos por ser libres? Todo indica que así fue
El virreinato de Nueva España representaba la estructura política más imponente del hemisferio occidental a fines del siglo XVIII. Su territorio incluía el México actual, América Central, las Filipinas, Cuba, Puerto Rico, Florida, las regiones costeras de Alabama y Mississippi, todas las tierras al oeste de este río, así como también pretensiones en Canadá occidental y Alaska. El corazón del virreinato, sin embargo, lo constituía una región aproximadamente del tamaño del México actual.
Una de las características más notables del gobierno colonial era su legitimidad, derivada de la confianza que generaba en todas las clases y razas. Aun los indios confiaban lo suficiente en el sistema legal como para buscar justicia en las Cortes, donde frecuentemente ganaban sus casos ya que los tribunales generalmente reconocían la validez de las costumbres y las leyes nativas. De esta manera, había un acuerdo general en Nueva España que hacía que el gobierno real, al nivel local como el imperial, sirviera al interés público.
La gran riqueza de la colonia contribuyó a la estabilidad gubernamental y al dinamismo de la sociedad mexicana, pues la Nueva España, proveía dos tercios de los ingresos del imperio español.
Una breve comparación con los Estados Unidos destaca la naturaleza de la economía de México en 1800. El ingreso per cápita de Nueva España era aproximadamente de 116 pesos al año, comparado con 165 pesos de los Estados Unidos. El valor de las exportaciones de México y el país del norte era el mismo: alrededor de 20 millones de pesos. Ambos países eran predominantemente agricultores pero México poseía un sector industrial mucho más grande basado principalmente en la minería y la industria textil. Las urbes novohispanas eran más grandes y avanzadas que las del vecino.
El contraste entre la Nueva España y el México republicano fue enorme. Las guerras de la Independencia y el caos que siguió, arruinaron la economía de la nación y destruyeron la legitimidad de sus instituciones. Entre 1821 y 1850, sólo un presidente, Guadalupe Victoria completó su periodo de gobierno.
Durante los siguientes veinte años, la República se rigió bajo tres constituciones, veinte gobiernos y más de cien gabinetes. Como las administraciones siguientes dieron prueba de su incapacidad para mantener el orden y proteger las vidas y la propiedad, el país se sumió en la anarquía.
Pero llegó Díaz y el país retomó la ruta del desarrollo. Hubo crecimiento y orden. Estabilidad que fue rota con el movimiento revolucionario.
Y tras el caos de “la bola” iniciada en 1910, vino lo que los panistas llaman “la dictadura del PRI”. Y regresó la estabilidad, el crecimiento, el desarrollo.
Volvió a romperse en el 2000, cuando los panistas “sacaron al PRI de Los Pinos”, y ya libres del yugo tricolor, los mexicanos hemos vivido los peores 10 años de nuestra historia: un Estado incapaz de cumplir, mínimo, su obligación primigenia de brindar seguridad a los habitantes del territorio, decrecimiento económico, gobiernos ilegítimos, pobreza extendida…
¿Qué celebramos hoy? ¿Nuestras desgracias? ¿Qué “libres”, solos, no podemos?
Índice Flamígero: Que no se me acuse de antipatriota. Este escribidor inicia hoy mismo el “puente” independentista, única obra de la fallida Administración de Calderón que “estuvo a tiempo” y no sufre el riesgo de desquebrajarse. Si usted gusta, nos reencontraremos aquí el próximo lunes.
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