La sonrisa de La Barbie

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Desde el primer momento de su arresto, las fotografías de Édgar Valdés Villarreal, uno de los narcotraficantes más sanguinarios en la historia de México, dibujaban una leve sonrisa en las comisuras de sus labios. Al ser presentado a los medios, la sonrisa era evidente. ¿Por qué se reía “La Barbie”? ¿Por su perfil de sicópata? ¿Por el cinismo que algunos muestran para esconder la preocupación del futuro que les depara? ¿O acaso por la tranquilidad de saber que en manos de la Policía Federal que lo capturó, en realidad salvó su vida?

El misterio se encuentra confinado en la sala de interrogatorio donde se encuentra, y probablemente se lo llevará a Estados Unidos, su destino como ciudadano de ese país, una vez que termine de aportar a las autoridades mexicanas toda la información que están buscando. En México, donde los matones de varios cárteles lo persiguieron para asesinarlo en el estado de México y en Nayarit, y fueron ajustando cuentas con su red de sicarios y de protección institucional en Morelos y Guerrero, no pudieron llegar a él antes que la policía, pero nada está escrito definitivamente. A “La Barbie”, enemigos y antiguos aliados, lo consideran un traidor.

En el Cártel del Golfo nunca le tuvieron confianza. Era gringo y aunque hubiera trabajado para ellos en el trasiego de drogas en su natal Laredo, en Texas, siempre se tuvo la sospecha de que era un agente estadounidense infiltrado en “La Compañía”, como se define esa organización criminal. No cuajó su permanencia en Tamaulipas, y cuando a nombre del Cártel de Sinaloa llegó Joaquín “El Chapo” Guzmán a disputarles la plaza de Nuevo Laredo –por donde cruza más del 70% del comercio a Estados Unidos y empieza la supercarretera del Tratado de Libre Comercio que va hasta Canadá-, Valdés Villarreal no tuvo mayor problema en saltar de bando.

Amoral, violento y sanguinario, fue enviado a Monterrey, donde conoció a Arturo Beltrán Leyva, a quien junto con su hermano Héctor le habían encargado la plaza. Rápidamente se distinguió como sicario y los Beltrán Leyva lo enviaron a Guerrero, donde el Cártel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas, querían apoderarse de la plaza. “La Barbie” inició en Acapulco una nueva época de narcopropaganda, cuando difundió un video donde interrogaba a cuatro zetas, dos de ellos militares, y a uno de los cuales, al terminar de hablar, le dispararon a sangre fría en la cabeza.

A base de terror peleó contra los tamaulipecos y Los Zetas, con lo que las plazas del narcotráfico se elevaron de temperatura. Tanto que, reveló el periódico The Dallas Morning News en junio de 2007 citando a fuentes de la DEA, todos los jefes de los cárteles se reunieron en Cuernavaca, el bastión de los Beltrán Leyva, para enfriar los campos de batalla. Valdés Villarreal narró el episodio a la Policía Federal durante su primer interrogatorio, y afirmó que no se pusieron de acuerdo. Varios de los participantes en aquél encuentro, como el propio Arturo Beltrán Leyva e Ignacio Coronel, se encuentran muertos. Otros siguen en activo, y el único que fue extraído de esa batalla, por la vía de la detención, es “La Barbie”.

¿Fue el informante de la DEA en aquella reunión? ¿Tenían razón en el Cártel del Golfo cuando dudaban de él? Nadie, salvo él y los estadounidenses lo saben. Hay evidencias circunstanciales que él pudo haber estado revelando información a la inteligencia estadounidense, pero no hay nada más. La Jornada publicó este martes la sospecha de ello, sin dar mayores datos que una declaración de fuentes anónimas de la Marina, evidentemente molestas al quedar exhibidas indirectamente porque sus comandos entregan narcotraficantes muertos y “La Barbie” salió vivo.

Otro episodio que arroja sospechas sobre Valdés Villarreal lo narran fuentes de inteligencia mexicanas que tuvieron acceso a información de la DEA. El episodio es de diciembre de 2007 también en Cuernavaca, de una reunión entre Arturo Beltrán Leyva y Heriberto Lazcano, “El Lazca”, el jefe de Los Zetas, donde forjaron una alianza para combatir al Cártel de Sinaloa y a todas las organizaciones que se encontraban bajo el paraguas de la llamada “Federación”. Ese encuentro fue reportado en tiempo real a la DEA a través de mensajes de texto, donde uno de sus informantes estaba en ese lugar. Para que alguien pudiera tener ese acceso, debía haber sido muy cercano a uno de los capos ahí presentes. Lazcano, hasta ahora, no ha estado expuesto a una operación para su detención, lo que sugiere que no se han dado filtraciones en su entorno. No es el caso de Beltrán Leyva, que después de ello estuvo a punto de ser detenido en al menos dos ocasiones.

La DEA proporcionó a la Marina el año pasado los pormenores del lugar donde se encontraba Arturo Beltrán Leyva en Morelos, para que de una vez por todas lo detuvieran. Fueron por él a una casa en Tepoztlán, pero se escapó. Se refugió en Cuernavaca, en el departamento donde vivía, que muy poca gente conocía y que no se encontraba en el radar de propiedades que le habían rastreado las autoridades mexicanas. La DEA, a través de sus informantes, ubicó el lugar y lo entregó a la Marina para una operación conjunta. Esa tarde de mediados de diciembre, Beltrán Leyva murió, y su hermano Héctor, quien manejaba las finanzas del cártel, acusó a “La Barbie” de haberlo traicionado.

En su declaración inicial ante la Policía Federal, Valdés Villarreal dijo que ese día le habló por teléfono Beltrán Leyva, su jefe, y le pidió que lo ayudara a escapar de los marinos, que lo tenían cercado. Pero “La Barbie” se comportó de una manera como no suelen actuar en las mafias. Como él mismo reconoció en el interrogatorio, en lugar de ir a tratar de rescatarlo, le dijo que se entregara. ¿Lo entregó a la DEA y a la Marina como acusan los hermanos del capo muerto? Tampoco se sabe, pero despierta las sospechas.

Tras la muerte de Arturo Beltrán Leyva se disolvió ese cártel. Héctor Beltrán regresó con sus compadres del Cártel de Sinaloa, hoy llamado Cártel del Pacífico, que le dieron soporte militar para acabar con “La Barbie”. Crearon el Cártel del Pacífico Sur para perseguirlo en Guerrero, Morelos y la zona metropolitana de la ciudad de México. Sergio Villarreal “El Grande”, que tenía la relación con los colombianos, lo comenzó a cazar también en la zona. “La Barbie” intentó reconstruir su propia organización, llamado el Cártel de la Sierra Sur, pero sus secuaces fueron cayendo, como sucedió con José Gerardo Álvarez Vázquez, apodado “El Indio”, quien era el brazo derecho de Villarreal. Al final, del brazo armado del caído Beltrán Leyva, sólo quedaba Valdés Villarreal, que salió sin un rasguño de su epopeya criminal y con el pie en la escalerilla de un avión hacia Estados Unidos para un nuevo futuro.

Comentarios