Raymundo Riva Palacio
Emerge ocasionalmente, pero cuando lo hace, genera marejadas. Es Elba Esther Gordillo, que pertenece a la generación de políticos que tiene la mano dura cubierta por un guante de plumas. Sobreviviente de una hepatitis C, despegó sobre el cadáver de su mentor Carlos Jongitud al final de la década de los 80. Desde entonces ha construido desde el sindicato de maestros una controvertida fuerza política para negociar, pactar, amenazar, destruir y volar. Hoy, la maestra Gordillo es uno de los factores de poder real.
“Les vamos a ganar en Puebla, me dijo la maestra”, recordó un gobernador priista cuando hablaron de la elección del 4 de julio. “Le dije que teníamos 16 puntos de ventaja, y repitió: les vamos a ganar”. Rafael Moreno Valle, el candidato de la alianza opositora al PRI, con el apoyo de cinco mil maestros que recorrieron la sierra poblana y tocaron puerta por puerta en la capital, ganó. Sus críticos dicen que su fuerza está sobrevalorada, pero quienes tienen elecciones próximas piensan lo contrario. La discusión, empero, esconde una nueva turbulencia en su entorno.
Hace unos días criticó al secretario de Educación Alonso Lujambio por dedicar más tiempo a sus sueños presidenciales que a la educación. Lujambio, uno de los precandidatos secundarios a la nominación del PAN para 2012, se mostró extrañado por la posición de la maestra, con quien en ocasiones anteriores se lanzaba besos de concordia. Criticó también a Josefina Vázquez Mota, y repitió que acarició la Presidencia en lugar de trabajar por la educación, cuando fue su titular.
Los ataques de la maestra motivaron una respuesta del presidente Felipe Calderón, pero no explica la razón del porqué la relación política forjada con hierro y fuego en 2006, se empieza a tambalear. “Se pelearon”, explicó un maestro cercano a la maestra. Sólo así. Gordillo, la astuta chiapaneca, no comete errores de esa naturaleza. Es posible que ante los ojos del Presidente, la alianza que construyeron se agotó, que le representa más un lastre que un activo y que es momento de avanzar bajo otros liderazgos. Pero ella, como siempre, peleará.
Gordillo creció al amparo del líder del magisterio oficial Jongitud, que se cruzó con el destino a fines de los 80 cuando el entonces presidente Carlos Salinas comenzó a desmantelar al viejo sindicalismo y encumbrar nuevos dirigentes. Un golpe al sindicato petrolero y la detención de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” en enero de 1989 bastó para que Jongitud entendiera el mensaje. Entregó su cabeza. Como en el caso de “La Quina”, también en el líder magisterial había un relevo para evitar el vacío. De la mano del entonces subsecretario de Gobernación, Manlio Fabio Beltrones, Gordillo entró a Los Pinos, conoció a Salinas y fue ungida como dirigente magisterial.
En estas poco más de dos décadas, Gordillo se convirtió en una política leal de Salinas, aún después de su Presidencia, cuando se fue al autoexilio, aunque luego tuvieron desencuentros y, recientemente, un acercamiento. Hábil, despegó desde la plataforma que le dio el salinismo y comenzó a fortalecer su poder. Se alió con Roberto Madrazo para que se hiciera de la presidencia del PRI, que pasó por encima de Beatriz Paredes. Madrazo la recompensó con la coordinación de la bancada del PRI en el Congreso, desde donde tejió relaciones con el entonces presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, de quien se volvió su amiga.
El querer servir a los intereses de Fox y Salinas, propició su caída en el PRI. En la casa de Salinas pactó un incremento al IVA en la primera legislatura de Fox, y Madrazo se comprometió con el acuerdo. Pero más tardó en aceptarlo que en retractarse. Gordillo se quedó sola en la bancada del PRI y el mexiquense Emilio Chuayfett conspiró para destituirla como líder en el Congreso. Demolida y humillada, Gordillo se fue del PRI, sin renunciar, a formar un partido Nueva Alianza, y a buscar nuevos compañeros de viaje, jurando que impediría que Madrazo, a quien acusó de traición, llegara a Los Pinos.
Del equipo de Gordillo salió la frase célebre “¿Tú le crees a Madrazo? Yo no”, con lo cual emprendió el sabotaje a su campaña. A las decenas de miles de maestros en el país les instruyó: por quien quieran votar en la elección, menos por Madrazo. En las dos circunscripciones del norte del país votaron por Calderón; en las tres del centro y del sur, por Andrés Manuel López Obrador. Para entonces, la alianza estaba consolidada con Calderón, a quien se acercó por el rechazo de López Obrador.
Gordillo buscó a López Obrador durante la campaña a través de Manuel Camacho, pero el candidato no quería vincularse a una persona que llamaba mafiosa. Al cerrarse esa puerta tocó la de Calderón. Su jefe de campaña Juan Camilo Mouriño negoció con su yerno, Fernando González, hoy subsecretario de Educación, cuántas porciones del pastel tendrían una vez que ganaran la elección. Le alcanzó para su subsecretaría, la coordinación ejecutiva en el Sistema de Seguridad Nacional, el ISSSTE y la Lotería.
Rápidamente generó anticuerpos. La esposa de Calderón, Margarita Zavala, es una de las que considera que la alianza con Gordillo es muy cara. Eso mismo pensaba el ex secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. Sin embargo, Calderón, la respaldaba. En las últimas elecciones la maestra mostró el músculo en Puebla, pero quien observa cuidadosamente lo que ha pasado en términos electorales, puede alegar que no es tan fuerte como se cree. Ya había perdido en Sonora, donde respaldó a Eduardo Bours, y mandó a su yerno a la campaña de Jesús Vizcarra ganara en Sinaloa, donde también perdió el PRI.
Más significativo, que explica el conflicto con Lujambio, al perder Vizcarra el secretario le pidió al gobernador Jesús Aguilar Padilla el relevo del titular de Educación en el estado, que era una pieza del yerno González. El subsecretario no pudo hacer nada, pero el desafío de Lujambio a ella no podía sino tener el respaldo del Presidente. La maestra ya no estaba en el gran ánimo presidencial. Pero ella es una pragmática que se alía con diferentes partidos según el estado y la elección. Sus opciones con Calderón se han venido agotando, como apuntan los últimos acontecimientos, y en el PRD su corazón está con Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal, por una muy vieja amistad. Pero en el estado de México, late con Enrique Peña Nieto. ¿Para dónde irá la maestra? Nadie puede estar seguro. Sólo ella lo sabe, lo mide, lo huele. Aún así, 20 años de hegemonía magisterial sí parecen demasiados, aunque esto ella, aún no lo perciba.
Emerge ocasionalmente, pero cuando lo hace, genera marejadas. Es Elba Esther Gordillo, que pertenece a la generación de políticos que tiene la mano dura cubierta por un guante de plumas. Sobreviviente de una hepatitis C, despegó sobre el cadáver de su mentor Carlos Jongitud al final de la década de los 80. Desde entonces ha construido desde el sindicato de maestros una controvertida fuerza política para negociar, pactar, amenazar, destruir y volar. Hoy, la maestra Gordillo es uno de los factores de poder real.
“Les vamos a ganar en Puebla, me dijo la maestra”, recordó un gobernador priista cuando hablaron de la elección del 4 de julio. “Le dije que teníamos 16 puntos de ventaja, y repitió: les vamos a ganar”. Rafael Moreno Valle, el candidato de la alianza opositora al PRI, con el apoyo de cinco mil maestros que recorrieron la sierra poblana y tocaron puerta por puerta en la capital, ganó. Sus críticos dicen que su fuerza está sobrevalorada, pero quienes tienen elecciones próximas piensan lo contrario. La discusión, empero, esconde una nueva turbulencia en su entorno.
Hace unos días criticó al secretario de Educación Alonso Lujambio por dedicar más tiempo a sus sueños presidenciales que a la educación. Lujambio, uno de los precandidatos secundarios a la nominación del PAN para 2012, se mostró extrañado por la posición de la maestra, con quien en ocasiones anteriores se lanzaba besos de concordia. Criticó también a Josefina Vázquez Mota, y repitió que acarició la Presidencia en lugar de trabajar por la educación, cuando fue su titular.
Los ataques de la maestra motivaron una respuesta del presidente Felipe Calderón, pero no explica la razón del porqué la relación política forjada con hierro y fuego en 2006, se empieza a tambalear. “Se pelearon”, explicó un maestro cercano a la maestra. Sólo así. Gordillo, la astuta chiapaneca, no comete errores de esa naturaleza. Es posible que ante los ojos del Presidente, la alianza que construyeron se agotó, que le representa más un lastre que un activo y que es momento de avanzar bajo otros liderazgos. Pero ella, como siempre, peleará.
Gordillo creció al amparo del líder del magisterio oficial Jongitud, que se cruzó con el destino a fines de los 80 cuando el entonces presidente Carlos Salinas comenzó a desmantelar al viejo sindicalismo y encumbrar nuevos dirigentes. Un golpe al sindicato petrolero y la detención de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” en enero de 1989 bastó para que Jongitud entendiera el mensaje. Entregó su cabeza. Como en el caso de “La Quina”, también en el líder magisterial había un relevo para evitar el vacío. De la mano del entonces subsecretario de Gobernación, Manlio Fabio Beltrones, Gordillo entró a Los Pinos, conoció a Salinas y fue ungida como dirigente magisterial.
En estas poco más de dos décadas, Gordillo se convirtió en una política leal de Salinas, aún después de su Presidencia, cuando se fue al autoexilio, aunque luego tuvieron desencuentros y, recientemente, un acercamiento. Hábil, despegó desde la plataforma que le dio el salinismo y comenzó a fortalecer su poder. Se alió con Roberto Madrazo para que se hiciera de la presidencia del PRI, que pasó por encima de Beatriz Paredes. Madrazo la recompensó con la coordinación de la bancada del PRI en el Congreso, desde donde tejió relaciones con el entonces presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, de quien se volvió su amiga.
El querer servir a los intereses de Fox y Salinas, propició su caída en el PRI. En la casa de Salinas pactó un incremento al IVA en la primera legislatura de Fox, y Madrazo se comprometió con el acuerdo. Pero más tardó en aceptarlo que en retractarse. Gordillo se quedó sola en la bancada del PRI y el mexiquense Emilio Chuayfett conspiró para destituirla como líder en el Congreso. Demolida y humillada, Gordillo se fue del PRI, sin renunciar, a formar un partido Nueva Alianza, y a buscar nuevos compañeros de viaje, jurando que impediría que Madrazo, a quien acusó de traición, llegara a Los Pinos.
Del equipo de Gordillo salió la frase célebre “¿Tú le crees a Madrazo? Yo no”, con lo cual emprendió el sabotaje a su campaña. A las decenas de miles de maestros en el país les instruyó: por quien quieran votar en la elección, menos por Madrazo. En las dos circunscripciones del norte del país votaron por Calderón; en las tres del centro y del sur, por Andrés Manuel López Obrador. Para entonces, la alianza estaba consolidada con Calderón, a quien se acercó por el rechazo de López Obrador.
Gordillo buscó a López Obrador durante la campaña a través de Manuel Camacho, pero el candidato no quería vincularse a una persona que llamaba mafiosa. Al cerrarse esa puerta tocó la de Calderón. Su jefe de campaña Juan Camilo Mouriño negoció con su yerno, Fernando González, hoy subsecretario de Educación, cuántas porciones del pastel tendrían una vez que ganaran la elección. Le alcanzó para su subsecretaría, la coordinación ejecutiva en el Sistema de Seguridad Nacional, el ISSSTE y la Lotería.
Rápidamente generó anticuerpos. La esposa de Calderón, Margarita Zavala, es una de las que considera que la alianza con Gordillo es muy cara. Eso mismo pensaba el ex secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. Sin embargo, Calderón, la respaldaba. En las últimas elecciones la maestra mostró el músculo en Puebla, pero quien observa cuidadosamente lo que ha pasado en términos electorales, puede alegar que no es tan fuerte como se cree. Ya había perdido en Sonora, donde respaldó a Eduardo Bours, y mandó a su yerno a la campaña de Jesús Vizcarra ganara en Sinaloa, donde también perdió el PRI.
Más significativo, que explica el conflicto con Lujambio, al perder Vizcarra el secretario le pidió al gobernador Jesús Aguilar Padilla el relevo del titular de Educación en el estado, que era una pieza del yerno González. El subsecretario no pudo hacer nada, pero el desafío de Lujambio a ella no podía sino tener el respaldo del Presidente. La maestra ya no estaba en el gran ánimo presidencial. Pero ella es una pragmática que se alía con diferentes partidos según el estado y la elección. Sus opciones con Calderón se han venido agotando, como apuntan los últimos acontecimientos, y en el PRD su corazón está con Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal, por una muy vieja amistad. Pero en el estado de México, late con Enrique Peña Nieto. ¿Para dónde irá la maestra? Nadie puede estar seguro. Sólo ella lo sabe, lo mide, lo huele. Aún así, 20 años de hegemonía magisterial sí parecen demasiados, aunque esto ella, aún no lo perciba.
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