Por Enriqueta Rivera / Vía Razón y Palabra
En el escenario actual para los niños y las niñas de este país, viven una particular infancia, si es posible todavía denominarla de esa forma, ya que los científicos consideran que cuando una categoría ya no cumple su función de describir un fragmento de la realidad, porque la realidad se ha transformando en demasía, entonces deberá llamársele de otra forma.
La realidad ha cambiado mucho desde mi infancia, estamos hablando de principios de los 70´s, escuchábamos “La tremenda corte” y música de danzón, en la radio veracruzana; en mi pueblo sólo llegaba el canal 2 de Televisa y el 13 de lo que ahora se conoce como TvAzteca; veíamos “el chavo del ocho”, alguna novela, películas generalmente mexicanas y DeporTV donde aprendí que había muchos deportes de invierno y verano, me encantaba el fútbol americano, la gimnasia y el béisbol, además, las olimpiadas, todos ellos, grandes eventos para todos sin demasiada publicidad. Aún recuerdo mi salón de clases de primaria, con una pequeña televisión en la mesa del profesor, donde nerviosos y emocionados, pero no eufóricos, veíamos la inauguración de los Juegos Olímpicos.
Ahora en pleno siglo XXI, es necesario volver la mirada a los consumidores más asiduos de la televisión, los niñ@s, que ahora tienen más opciones de programas de televisión, y productos derivados de ellos, como parte de una mercadotecnia casi despiadada que determina la visión de mundo; ellos son cautivos del mercado, la publicidad y pautas de comportamiento promovidas bajo un sinnúmero de estrategias, que por supuesto son también replicadas por sus autoridades morales.
Llama la atención, el caso del fútbol, donde los espacios de socialización infantil parecen asaltados por la publicidad de productos e íconos futbolísticos que se presentan como héroes aunque su expertise deje mucho que desear; además de tener padres de familia, amigos, vecinos, y la escuela misma, con el tema fue la selección mexicana de fútbol, el “sí se puede” después del “ya merito”.
Así, es posible ver familias enteras con la camiseta de la “selección” y todo tipo de publicidad haciendo alusión al fútbol, la selección, el triunfo y la euforia compartida por un gol, el orgullo de haber ganado el partido y la venganza contra quien derrotó al nacional, yendo a festejar al Zócalo capitalino su descalificación. Son todas ellas emociones intensas, que se transforman en un objeto de estudio al reconocer que los espacios de socialización de los niños son sino reducidos sí con una constante: el fútbol.
Los niñ@s tienen muchas horas sol@s mientras llegan los padres de familia o su tutor, donde las horas compartidas tienen casi siempre un aparato de televisión, aún en el pequeño restaurant donde para beneplácito del consumidor, el fin de semana, pueden ver los partidos de fútbol sean o no tiempos de mundial. Así, el padre aún compartiendo la mesa está ausente ya que su mirada está clavada en la tele o bien, toda la familia está con la mirada hacia ese aparato, por lo que conversan poco, gritan de emoción, se besan, saltan, beben, comen y lloran juntos.
La pregunta es, si los espacios de socialización del niño con su familia son pocos y la mayoría de ellos está centrados en el fútbol, ¿qué formación está teniendo el niño en estos círculos de la realidad?. Pero vayamos por partes.
La autora es Doctora en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestra en Publicidad por el CADEC. Profesor de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana-Puebla, México
En el escenario actual para los niños y las niñas de este país, viven una particular infancia, si es posible todavía denominarla de esa forma, ya que los científicos consideran que cuando una categoría ya no cumple su función de describir un fragmento de la realidad, porque la realidad se ha transformando en demasía, entonces deberá llamársele de otra forma.
La realidad ha cambiado mucho desde mi infancia, estamos hablando de principios de los 70´s, escuchábamos “La tremenda corte” y música de danzón, en la radio veracruzana; en mi pueblo sólo llegaba el canal 2 de Televisa y el 13 de lo que ahora se conoce como TvAzteca; veíamos “el chavo del ocho”, alguna novela, películas generalmente mexicanas y DeporTV donde aprendí que había muchos deportes de invierno y verano, me encantaba el fútbol americano, la gimnasia y el béisbol, además, las olimpiadas, todos ellos, grandes eventos para todos sin demasiada publicidad. Aún recuerdo mi salón de clases de primaria, con una pequeña televisión en la mesa del profesor, donde nerviosos y emocionados, pero no eufóricos, veíamos la inauguración de los Juegos Olímpicos.
Ahora en pleno siglo XXI, es necesario volver la mirada a los consumidores más asiduos de la televisión, los niñ@s, que ahora tienen más opciones de programas de televisión, y productos derivados de ellos, como parte de una mercadotecnia casi despiadada que determina la visión de mundo; ellos son cautivos del mercado, la publicidad y pautas de comportamiento promovidas bajo un sinnúmero de estrategias, que por supuesto son también replicadas por sus autoridades morales.
Llama la atención, el caso del fútbol, donde los espacios de socialización infantil parecen asaltados por la publicidad de productos e íconos futbolísticos que se presentan como héroes aunque su expertise deje mucho que desear; además de tener padres de familia, amigos, vecinos, y la escuela misma, con el tema fue la selección mexicana de fútbol, el “sí se puede” después del “ya merito”.
Así, es posible ver familias enteras con la camiseta de la “selección” y todo tipo de publicidad haciendo alusión al fútbol, la selección, el triunfo y la euforia compartida por un gol, el orgullo de haber ganado el partido y la venganza contra quien derrotó al nacional, yendo a festejar al Zócalo capitalino su descalificación. Son todas ellas emociones intensas, que se transforman en un objeto de estudio al reconocer que los espacios de socialización de los niños son sino reducidos sí con una constante: el fútbol.
Los niñ@s tienen muchas horas sol@s mientras llegan los padres de familia o su tutor, donde las horas compartidas tienen casi siempre un aparato de televisión, aún en el pequeño restaurant donde para beneplácito del consumidor, el fin de semana, pueden ver los partidos de fútbol sean o no tiempos de mundial. Así, el padre aún compartiendo la mesa está ausente ya que su mirada está clavada en la tele o bien, toda la familia está con la mirada hacia ese aparato, por lo que conversan poco, gritan de emoción, se besan, saltan, beben, comen y lloran juntos.
La pregunta es, si los espacios de socialización del niño con su familia son pocos y la mayoría de ellos está centrados en el fútbol, ¿qué formación está teniendo el niño en estos círculos de la realidad?. Pero vayamos por partes.
La autora es Doctora en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestra en Publicidad por el CADEC. Profesor de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana-Puebla, México
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