El PRI y su gen de la discordia

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Dice Roberto Madrazo, ex candidato a la Presidencia: Enrique Peña Nieto o Manlio Fabio Beltrones, nuestros candidatos en 2012. Dice Beltrones: no hay que comer ansias, pero el PRI sí ganará la Presidencia. Peña Nieto está en lo suyo: construye la arquitectura de sus redes sociales y células a nivel nacional para impulsar su candidatura. Las encuestas ubican unánimemente al gobernador del estado de México a la cabeza de las preferencias electorales y al PRI por encima del resto de los partidos. Pero este episodio ya lo han vivido. La profecía autorrealizable en el caso del PRI suele ser una pesadilla.

La experimentaron en la contienda de 2000, donde una mala campaña de Francisco Labastida, mal asesorado y mal preparado, contribuyó a su derrota ante Vicente Fox, quien seis meses antes no se veía como un candidato capaz de derrotarlo. Lo experimentaron en 2006, cuando sin aprender la lección previa, Madrazo falló en construir el consenso priista en torno a él y no sólo fue derrotado por Felipe Calderón sino expulsado a un lejano tercer lugar por Andrés Manuel López Obrador.

Dos elecciones presidenciales fallidas, aseguran dirigentes priistas, fueron suficientes. En la que viene, no se volverán a enfrentar y anular. “Mi misión –dice el ex presidente Carlos Salinas-, es que no se peleen Enrique y Manlio”. Beltrones asegura: “No nos vamos a pelear”. Peña Nieto confía: “Antes que pensar en 2012 tengo que pensar en 2011”. El lenguaje es codificado.

Salinas ha perdido capacidad de maniobra y se ha alejado emocionalmente de Peña Nieto –por su cercanía con algunos del entorno de su Némesis, el ex presidente Ernesto Zedillo, como el empresario Jaime Camil y su ex secretario particular Liébano Sáenz-, aunque deja que siga corriendo el dicho de que él es quien domina su estrategia. Peña Nieto tiene muy cerca también a su tío, Alfredo del Mazo, quien se quedó en el camino de la nominación presidencial del PRI cuando el ungido fue Salinas, con quien no tiene la mejor amistad. En cambio se ha acercado a Beltrones, quien se había alejado de él tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Pero la fuerza de Salinas dentro del PRI, pese a su amistad con la líder nacional Beatriz Paredes, el control sobre el coordinador de la bancada en el Congreso, Francisco Rojas, y el respeto que le tienen por su inteligencia los más altos jerarcas del partido, pertenece ya más a la leyenda popular que a la política real. Salinas ha tenido más éxito en llevar inversionistas británicos a Cancún –con el apoyo en Londres de un buen amigo de Peña Nieto, el embajador Eduardo Medina Mora-, que en jugar el papel de broker de cara a la sucesión presidencial. Está rebasado.

Beltrones no necesita a Salinas de intermediario. Habla frecuentemente con Peña Nieto desde hace tiempo, y entiende que si para cuando se decida la candidatura presidencial a fines del otoño de 2011 el mexiquense mantiene sus actuales niveles de aceptación, nadie en sano juicio intentará disputarle la nominación. El senador, sin embargo, prepara su eventual precandidatura a la Presidencia, para estar listo ante alguna sorpresa, como una derrota del PRI en las elecciones para el gobierno en el estado de México el próximo año.

Sabe bien que no pueden romperse las cúpulas del PRI como en 2000 y 2006, porque entonces perderán. Entiende también que si el PRI pierde el estado de México, aunque le beneficie la caída de Peña Nieto, lo que se pone en riesgo es el regreso de su partido a Los Pinos. Es una paradoja caprichosa para él que el destino del PRI esté tan atado a la elección mexiquense, al tiempo que el suyo al destino de Peña Nieto en esos comicios.

Por la complejidad de la elección mexiquense y lo que representa el estado en peso electoral, Peña Nieto sostiene que su cabeza está en 2011. El proceso de selección de candidato del PRI comenzará en octubre, y para noviembre o principios de diciembre tendrán a quien luchará por el estado y la candidatura presidencial del gobernador. Las derrotas electorales del 4 de julio cambiaron los usos y costumbres para sacar al candidato, lo cual demostrará en el estado de México, si en efecto la madurez llegó a las élites.

La experiencia más amarga es la de Sinaloa, donde un gobernador priista reconoce que “el capricho” del gobernador Jesús Aguilar Padilla al imponer a Jesús Vizcarra sobre Mario López Valdés, fue una de las grandes razones de la derrota. Peña Nieto dice que eso no va a suceder con él, y que en el estado de México saldrá el mejor candidato posible. Aquél, ratifican sus cercanos, que pueda ganar la elección.

La del estado de México no es sólo, como ha sucedido cada seis años, el laboratorio de la elección presidencial. En esta ocasión, con el primer mexiquense que acaricia la Presidencia como ningún otro en la entidad desde Adolfo López Mateos en 1960 en el centro del juego político, la elección en julio próximo definirá el futuro de Peña Nieto, el del PRI y las condiciones de competencia para 2012. Sobre de él se van a lanzar el PAN, el partido en el gobierno, y el PRD, en una eventual alianza donde lo que falta decidir, antes de concretarla, es quién será el abanderado. Peña Nieto sabe que viene la alianza y en su quinto informe de gobierno empezó su descrédito y neutralización.

La respuesta no esperó. Desde el lunes temprano, a través de correos electrónicos se reavivó la guerra sucia en su contra. La metralla de los adversarios se acerca, pero les preocupa mucho el llamado fuego amigo. En el entorno de Peña Nieto están convencidos de que algunos de los ataques al gobernador en los últimos meses han salido del equipo de Beltrones, y en el Congreso, los mexiquenses le han pasado la factura. Si Peña Nieto y Beltrones no se han peleado, en sus filas sí se están pintando de guerra y ya han tenido varias escaramuzas.

Sus adversarios no necesitan lanzarse frontalmente contra Peña Nieto; basta que agudicen las contradicciones entre los priistas y que los pongan a pelear. Después de todo, el gen de la discordia lo traen dentro del cuerpo y desde que perdieron la Presidencia y como consecuencia la guía autoritaria de su jefe político, no han sabido cómo controlarlo y eliminarlo. Hoy dicen todos que no pelearán. Ya lo han dicho tantas veces y tantas más han incumplido, que hasta no ver cómo se paran en el campo de batalla mexiquense en 2011, la expectativa es que una vez más, sus diferencias personales serán más grandes que los intereses partidistas. Y por tanto, que perderán la elección presidencial.

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