Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
La idea de que la corrupción es exclusivamente pecuniaria, además de equivocada conduce a error para análisis posteriores al acto que se analiza para tomar decisiones políticas, desde el gobierno o en contra de él, por medio de las urnas y la denuncia. Proceder de manera corrupta es modificar una opinión o tergiversar los hechos para permanecer en el cargo, suceda lo que suceda en el entorno.
La reflexión anterior conduce a una pregunta obligada: ¿Tiene el presidente constitucional, Felipe Calderón Hinojosa, la absoluta certeza de que Édgar Valdez Villarreal fue detenido como se lo informó Genaro García Luna, y como lo hizo del conocimiento público Facundo Rosas, o alguna de las versiones periodísticas es más próxima a la realidad? Una breve frase del presidente de la República muestra su cartesianismo ante la actitud de sus colaboradores: No se entregó, se venció ante el número de sus captores, lo que de ninguna manera es avalar las pseudos proezas de investigación esgrimidas por el secretario de la Seguridad Pública Federal. Me atengo a mi hipótesis original: fue una operación de rescate para entregar a la DEA, vivito y coleando, su infiltrado.
No es de poca importancia esforzarse por discernir la verdad, porque las decisiones que se toman a esos niveles y por esos temas, además de afectar la toma de decisiones de la política interna, afecta las relaciones bilaterales con otras naciones, y modifica -para bien o para mal- la imagen de México en el exterior.
A estas alturas y dado lo errático del comportamiento informativo de las autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, sería importante revisar completo el caso de Florence Cassez en lo que a procuración de justicia se refiere, no sea que haya ocurrido lo que sucedió a los supuestos terroristas irlandeses detenidos por Scotland Yard, que fueron encontrados culpables porque era necesario culpar a alguien, hasta que el único, el verdadero responsable confesó. Y ni así, pues de creer a lo narrado en la película En nombre del Padre, las autoridades policíacas y judiciales británicas prefirieron ocultar la verdad para no afectar la integridad de sus instituciones, hasta que fue reventada por una abogada y la prensa. El caso dio la vuelta al mundo, se convirtió en libro muy vendido y en película premiada y de culto, porque reveló una verdad.
Es tan claro que algo está podrido en la manera oficial en que se dio a conocer la detención de Édgar Valdez Villarreal, que la Armada de México nos entera que durante 10 meses siguió los pasos de Sergio Enrique Villarreal Barragán, El Grande, y su detención, ocurrida en Puebla, fue resultado de un intercambio de información entre agencias de inteligencia de Estados Unidos, Colombia y países centroamericanos e instancias gubernamentales mexicanas, mas no por revelaciones de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, rival del primero y detenido hace dos semanas por la Policía Federal (PF).
Es curiosa la elección de las palabras cuando de enmendar un error se trata: en ambas instituciones se refirieron al intenso trabajo de inteligencia que duró meses de investigación. Puede que sea cierto, pero dados los sucesos históricos que en materia de combate al narcotráfico se han dado entre Estados Unidos y México, puedo permitirme disentir, pues como escribió Miguel García en Los barones de la cocaína en 1991: “En ese gran país (se refiere a México), la lucha antidrogas se había caracterizado, como en las otras naciones de América Latina, por la presión indebida de Estados Unidos, que convirtió el caso Camarena en su caballito de batalla para que la DEA realizara más de un atropello. La historia de los años ochenta deja registrada esa actitud norteamericana frente al fenómeno de las drogas de mirar demasiado la viga en el ojo ajeno y muy poco en el propio”.
Édgar Valdez Villarreal no es un accidente en la trayectoria político-policíaca de Genaro García Luna y Facundo Rosas, sino una estrategia, una respuesta a la fallida actividad de la DEA, que en México ha tenido silenciados fracasos además del protagonizado por la corrupción de Enrique Camarena Salazar, quien estaba en la nómina de Rafael Caro Quintero.
La otra versión, la de los reporteros de la fuente de procuración de justicia de hace cinco lustros, sostiene que Camarena fijó su propia sentencia de muerte al decidirse a poner los ojos en Sarita, lo que no era difícil, dada su belleza.
La tercera versión, la ofrecida por los testigos protegidos del caso ante el juez Edward Raffede, implica a Rubén Zuno Arce, quien está detenido en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos; lo único cierto de todo lo anterior, es que la verdad sólo la conocen los tres importantes presos de Puente Grande, y los directivos de la DEA que ordenaron la muerte de Enrique Camarena. Si esta hipótesis resulta cierta, Édgar Valdez Villarreal será extraditado a su país.
Quizá para este tema del narco habría que dejar todo a la pluma de Javier Marías, a lo vivido por uno de sus personajes, quien asegura: “La vida no es contable, y resulta extraordinario que los hombres lleven todos los siglos de que tenemos conocimiento dedicados a ello… Es una empresa fallida, que quizá nos haga menos favor que daño. A veces pienso que más valdría abandonar la costumbre y dejar que las cosas sólo pasen. Y luego ya se estén quietas. Pero la página en blanco es la mejor de todas, la más creíble eternamente y la que más cuenta porque nunca se acaba, y en la que todo cabe, eternamente, hasta sus desmentidos…”
Es de eso de lo que se trata. En la historia de México se solazan con los desmentidos, como los que nos recetan hoy los capítulos de Gritos de muerte y libertad y la última obra de Francisco Martín Moreno, para venir a enterarnos de que la Independencia es producto de dos encuentros: le fe de Vicente Guerrero y la ambición sin medida de Agustín de Iturbide. México, como nación independiente, es producto de la casualidad, pues. Por eso nos va como nos va.
La idea de que la corrupción es exclusivamente pecuniaria, además de equivocada conduce a error para análisis posteriores al acto que se analiza para tomar decisiones políticas, desde el gobierno o en contra de él, por medio de las urnas y la denuncia. Proceder de manera corrupta es modificar una opinión o tergiversar los hechos para permanecer en el cargo, suceda lo que suceda en el entorno.
La reflexión anterior conduce a una pregunta obligada: ¿Tiene el presidente constitucional, Felipe Calderón Hinojosa, la absoluta certeza de que Édgar Valdez Villarreal fue detenido como se lo informó Genaro García Luna, y como lo hizo del conocimiento público Facundo Rosas, o alguna de las versiones periodísticas es más próxima a la realidad? Una breve frase del presidente de la República muestra su cartesianismo ante la actitud de sus colaboradores: No se entregó, se venció ante el número de sus captores, lo que de ninguna manera es avalar las pseudos proezas de investigación esgrimidas por el secretario de la Seguridad Pública Federal. Me atengo a mi hipótesis original: fue una operación de rescate para entregar a la DEA, vivito y coleando, su infiltrado.
No es de poca importancia esforzarse por discernir la verdad, porque las decisiones que se toman a esos niveles y por esos temas, además de afectar la toma de decisiones de la política interna, afecta las relaciones bilaterales con otras naciones, y modifica -para bien o para mal- la imagen de México en el exterior.
A estas alturas y dado lo errático del comportamiento informativo de las autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, sería importante revisar completo el caso de Florence Cassez en lo que a procuración de justicia se refiere, no sea que haya ocurrido lo que sucedió a los supuestos terroristas irlandeses detenidos por Scotland Yard, que fueron encontrados culpables porque era necesario culpar a alguien, hasta que el único, el verdadero responsable confesó. Y ni así, pues de creer a lo narrado en la película En nombre del Padre, las autoridades policíacas y judiciales británicas prefirieron ocultar la verdad para no afectar la integridad de sus instituciones, hasta que fue reventada por una abogada y la prensa. El caso dio la vuelta al mundo, se convirtió en libro muy vendido y en película premiada y de culto, porque reveló una verdad.
Es tan claro que algo está podrido en la manera oficial en que se dio a conocer la detención de Édgar Valdez Villarreal, que la Armada de México nos entera que durante 10 meses siguió los pasos de Sergio Enrique Villarreal Barragán, El Grande, y su detención, ocurrida en Puebla, fue resultado de un intercambio de información entre agencias de inteligencia de Estados Unidos, Colombia y países centroamericanos e instancias gubernamentales mexicanas, mas no por revelaciones de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, rival del primero y detenido hace dos semanas por la Policía Federal (PF).
Es curiosa la elección de las palabras cuando de enmendar un error se trata: en ambas instituciones se refirieron al intenso trabajo de inteligencia que duró meses de investigación. Puede que sea cierto, pero dados los sucesos históricos que en materia de combate al narcotráfico se han dado entre Estados Unidos y México, puedo permitirme disentir, pues como escribió Miguel García en Los barones de la cocaína en 1991: “En ese gran país (se refiere a México), la lucha antidrogas se había caracterizado, como en las otras naciones de América Latina, por la presión indebida de Estados Unidos, que convirtió el caso Camarena en su caballito de batalla para que la DEA realizara más de un atropello. La historia de los años ochenta deja registrada esa actitud norteamericana frente al fenómeno de las drogas de mirar demasiado la viga en el ojo ajeno y muy poco en el propio”.
Édgar Valdez Villarreal no es un accidente en la trayectoria político-policíaca de Genaro García Luna y Facundo Rosas, sino una estrategia, una respuesta a la fallida actividad de la DEA, que en México ha tenido silenciados fracasos además del protagonizado por la corrupción de Enrique Camarena Salazar, quien estaba en la nómina de Rafael Caro Quintero.
La otra versión, la de los reporteros de la fuente de procuración de justicia de hace cinco lustros, sostiene que Camarena fijó su propia sentencia de muerte al decidirse a poner los ojos en Sarita, lo que no era difícil, dada su belleza.
La tercera versión, la ofrecida por los testigos protegidos del caso ante el juez Edward Raffede, implica a Rubén Zuno Arce, quien está detenido en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos; lo único cierto de todo lo anterior, es que la verdad sólo la conocen los tres importantes presos de Puente Grande, y los directivos de la DEA que ordenaron la muerte de Enrique Camarena. Si esta hipótesis resulta cierta, Édgar Valdez Villarreal será extraditado a su país.
Quizá para este tema del narco habría que dejar todo a la pluma de Javier Marías, a lo vivido por uno de sus personajes, quien asegura: “La vida no es contable, y resulta extraordinario que los hombres lleven todos los siglos de que tenemos conocimiento dedicados a ello… Es una empresa fallida, que quizá nos haga menos favor que daño. A veces pienso que más valdría abandonar la costumbre y dejar que las cosas sólo pasen. Y luego ya se estén quietas. Pero la página en blanco es la mejor de todas, la más creíble eternamente y la que más cuenta porque nunca se acaba, y en la que todo cabe, eternamente, hasta sus desmentidos…”
Es de eso de lo que se trata. En la historia de México se solazan con los desmentidos, como los que nos recetan hoy los capítulos de Gritos de muerte y libertad y la última obra de Francisco Martín Moreno, para venir a enterarnos de que la Independencia es producto de dos encuentros: le fe de Vicente Guerrero y la ambición sin medida de Agustín de Iturbide. México, como nación independiente, es producto de la casualidad, pues. Por eso nos va como nos va.
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