Denise Dresser: ¿va hacia adelante?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Además de un estado de ánimo, la política es un juego de espejos con el que se pretende seducir a la sociedad y a la mayoría de las identificadas como buenas conciencias. Sirviéndose del lenguaje, de la propaganda de Estado, de la imagen y del poder se puede, como se ha constatado a través de la historia, deformar el pasado inmediato, con el propósito único de imponer criterios cuando no se sabe o se carece de hombres idóneos para negociar consensos e implementar políticas públicas redituables para los gobernados, no nada más para los institutos políticos.

Como preámbulo a las próximas elecciones presidenciales y como disculpa al fracaso del panismo, se desarrolla ya una inteligente campaña de descrédito en contra del PRI, para significar que el regreso de este partido a Los Pinos no es sino un retroceso y un riesgo a lo avanzado en diez años de alternancia, que no ha podido ser concluida en una transición, porque Acción Nacional no tuvo entre sus dirigentes un Adolfo Suárez capaz de posponer sus mezquinas ansiedades y pulsiones por el poder, para llevar a México por nuevos derroteros políticos, sobre todo oficiando las exequias de un presidencialismo al que era necesario disminuir y dejar casi inexistente, pues era la única manera de acabar con 70 años de priismo. Sacar a ese partido de Los Pinos requirió destruir el modelo político: ese presidencialismo mexicano de amplio poder metaconstitucional, tan bien descrito por Jorge Carpizo.

Como los líderes de Acción Nacional, así como tampoco Vicente Fox ni Felipe Calderón lo comprendieron -creyeron recibir una institución presidencial similar a la construida por el priismo cuando estuvo en su máximo esplendor-, han permanecido flotando porque carecieron de los arrestos, la imaginación, la inteligencia y la capacidad de incluir en lugar de ser excluyentes, lo que les impidió iniciar siquiera la transición, ya no digamos avanzar en ella. Se conformaron con la alternancia.

Por eso asombra que claras inteligencias, como Denise Dresser, sostengan que el regreso del PRI a la Presidencia de la República es un retroceso, es ir pa’tras, como lo escribió o lo leí en el correo enviado por aquellos que ven en los priistas la negación del futuro. Nada más falso.

Seamos sensatos, establezcamos las correspondientes asimetrías: ¿Cuánto creció el PIB en los últimos diez años del priismo, a pesar de los crímenes políticos y del error de diciembre, y cuánto ha crecido en los primeros diez del gobierno de Acción Nacional?

¿Cuál fue el número de secuestros, en igual lapso; cuál el número de muertos en el combate a la delincuencia organizada, cuáles los niveles de envío de remesas y de inversión extranjera directa? ¡Vamos!, busquemos las cifras, están en google, hagan un esfuerzo para que no consideren que hago trampa y les ofrezco los porcentajes que se acomodan a una realidad conveniente a lo expuesto. La mata puede dar para mucho más, porque los niveles reales de inflación son los que se perciben en los monederos de las amas de casa, y no las cifras oficiales; el desempleo es mucho más grave que lo dicho en la publicidad del IV Informe de gobierno; no fueron capaces de sacar adelante las reformas administrativas y políticas, y la reforma procesal penal favorece más la corrupción del Poder Judicial de la Federación, porque los juzgadores dejarán de ser corruptos cuando tengan frente a ellos una fiscalía autónoma y elegible en las urnas, no por dedazo.

Dadas las condiciones en que se encuentra su gobierno -en un impasse que sólo produce dolor para muchos y beneficio para unos cuantos-, el propio presidente constitucional, Felipe Calderón, multiplica el juego de espejos político, con el propósito de que su mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, porque de eso se trata, de la derecha, y de la extrema.

Mientras intelectuales convencidos de que no hay más ruta que la de Acción Nacional desacreditan al PRI y a los priistas y además aseguran que su regreso equivaldría al cumplimiento de la leyenda del no nacido, el presidente de la República -se lee en las notas informativas, se escucha en radio y en televisión-, responde a Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, y afirma que no vería como regresión el triunfo electoral de “nadie”, porque “gane quien gane en 2012, la clave es que sea decisión de los electores; es decir, el problema no es quién gana, sino cómo”. Acá está el indicio de cómo procederán, sobre todo después de lo ocurrido con la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que advierte a los cuatro vientos que el presidente de México, quien juró guardar y hacer guardar la Constitución, violentó su orden durante la última elección federal, pero no está previsto legalmente cómo sancionarlo. ¿Está el Presidente de la República por sobre la ley?

Parece que sí, por ello sin el menor empacho el presidente constitucional de México planteó a los priistas, durante la visita de cortesía a Los Pinos, la necesidad de establecer desde ahora reglas claras, para que en 2012 sean los electores, y nadie más, quienes elijan al próximo presidente, mediante un proceso plenamente democrático y transparente.

Es una propuesta sensata, como las formuladas por el PRI cuando estuvo en el poder; es decir, Acción Nacional se mimetizó con lo peor del priismo, y así piensa permanecer en la Presidencia de la República, sin considerar siquiera cuáles son sus errores y determinar las razones por las cuales no ha podido llevar adelante la transición. Me refiero a las razones reales, no a las supuestas.

En el texto de Denise Dresser leo que el PRI regresa con lo peor, y dentro de ese peor está el corporativismo. ¿Cuál? ¿La CTM? ¡Por favor! El Congreso del Trabajo, los sindicatos identificados con el PRI dejaron de tener importancia política y significación electoral; hoy únicamente el SNTE es corporativo de Acción Nacional, y Elba Esther Gordillo, la maestra de América, la maestra milagrosa, la única capaz de incidir en una elección.

Acción Nacional, parece, terminó por convertirse en el Golem que prometió destruir de llegar al poder. Han transcurrido diez años, y el Golem se fortalece cada día más.

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