Confesiones de un gobernador

Condensado de: © Carlos LORET DE MOLA, «Confesiones de un Gobernador», Editorial Grijalbo (1978).

—El señor Presidente e la República le invita, señor Senador, a aceptar la candidatura de nuestro Partido al Gobierno de su Estado…

Estas palabras, pronunciadas en un tono neutro, pero no desprovisto de la majestad de las decisiones del poder, las dejó caer el secretario de Gobernación licenciado Luis Echeverría con la exactitud que le caracterizaba para acatar las instrucciones de don Gustavo Díaz Ordaz. Fue el 18 de agosto de 1969, en el despacho más pequeño del viejo edificio de las calles de Bucareli, a las 13 horas 25 minutos. Jamás podré olvidarlo; era el arranque de una responsabilidad con mucho de gloria y de calvario, y el principio de una nueva etapa de mi relación personal con don Luis, personaje que sería trascendental en el siguiente sexenio, y con quien conviviría yo en muchos momentos relevantes durante la administración que presidí en Yucatán.

La decisión del Partido para mi candidatura a gobernador (1970-1976) se esperaba ya. Tres veces se habían reunido Echeverría y Alfonso Martínez Domínguez con el Presidente para tratar in extenso el caso, y las tres—según me diría más tarde el presidente del PRI—llegaron a la conclusión de que yo «encajaba» en el berenjenal político determinado por el descrédito del PRI en Yucatán y el auge del PAN, encarnado en la personalidad del presidente municipal de Mérida, licenciado Victor Manuel Correa Rachó. Se me abanderaría para una situación particularmente difícil. Por ello, el secretario de Gobernación, al darme la noticia, añadió:

—Es una decisión definitiva. Puede usted considerar, a partir de que Alfonso y Manuel Bernardo Aguirre se lo notifiquen oficialmente mañana por la noche, que tiene usted la responsabilidad política del Estado de Yucatán. En tanto, quédese en casa muy discreto, y prepárese, anímicamente, a lo que le espera. Un gran honor y… ¡Ah! Nada de futurismo… Cuide muchísimo eso: el Presidente y nadie más… Advertí en ese momento que la mayor noticia—desde el punto de vista del país—que se me comunicaba, era no mi «destapamiento», sino que el propio Echeverría para la Presidencia de la República.

* * *También me di cuenta que la advertencia del Ministro tenía «cola». Se me señalaba entonces como simpatizador del otro precandidato presidencial, doctor Emilio Martínez Manatou, y don Luis me avisaba a tiempo que «nada de futurismo». * * * El entonces secretario de Gobernación era el funcionario más discreto que haya yo conocido en todo mi largo trato con personajes de la política. A veces le encontraba impenetrable y desabrido, otras sonreía algo, pero siempre dentro de una cortesía impecable. Me daba yo cuenta de que se me tenía mucha confianza. * * *

* * * Visitaba a los Ministros, y de todos obtuve enseñanzas y apoyos. La verdad es que ninguno de ellos me hizo la menor insinuación futurista, y mucho menos Echeverría o Martínez Manatou, no obstante que se sentían y estaban muy cerca del juego.

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