Carlos Ramírez / Indicador Político
» Bicentenario: Perdió el PAN
» Y sobrevivió historia priísta
Más que el espectáculo de fuegos artificiales y las inauguraciones que no llegaron, la celebración del Bicentenario de la Independencia era la gran oportunidad para que un gobierno federal diferente al PRI, redescubriera la verdadera historia de México.
Uno de los mecanismos de cohesión política del PRI, fue la interrelación historia-educación-Constitución. Por ello la larga dominación priísta no se concretó al control de los aparatos electorales, sino que se legitimó a través de la escritura de una historia a la medida del necesariato. Por eso, el reinado priísta se convirtió en una exaltación permanente a los héroes como figuras políticas.
El gobierno federal panista ha encontrado su desafío fundamental en el desmantelamiento de los protocolos priístas que convirtieron al PRI en sinónimo de estabilidad, legitimidad histórica y justificación histórica. Por tanto, la verdadera transición mexicana no ha sido la de partido o la de modificación de algunas instituciones económicas. La transición real se dará cuando un partido diferente al PRI, escriba la increíble y verdadera historia de México y cuando las instancias de legitimación sean las de la eficacia y no la tergiversación justificadora del pasado.
El reto era para el PAN, porque el PRD viene del venero del PRI. La historia nacional ha sido, sin duda, una hazaña ciudadana en la conformación de la nación, el Estado y la patria. Y la historia la hicieron hombres, muchos de ellos sobresalientes, pero hombres con todas sus contradicciones y limitaciones. Ahí se localizaba la tarea política e ideológica del PAN: Despartidizar la historia.
De hecho, la revisión de la historia va a ser el gran pasivo de dos sexenios panistas. El problema ha radicado en la tentación de reproducir el mecanismo de utilización de la historia a favor del PAN, sólo que con héroes panistas. Pero los dos gobiernos panistas, ni siquiera esa posibilidad han definido. De hecho, la historia nacional sigue siendo contada por los libros de historia del régimen ideológico priísta. Sólo que los contadores de esa historia, los maestros, ya no pertenecen a ninguna corporación partidista, han dejado de ser eficaces y son un activo al servicio del mejor postor. Con ello, la historia nacional ha quedado al garete.
La tarea del PAN era la de revalidar la verdadera historia nacional. De la Independencia, por ejemplo, han comenzado a saberse algunos hechos colaterales. Por ejemplo, su relación directa con el golpe de Estado en España en 1808 y la intención no de romper con la Corona, sino crear una institución local de salvaguarda de los intereses de la monarquía. La dinámica social, sin embargo, desbordó a los estrategas y condujo a la ruptura con España. Pero las tentaciones monárquicas prevalecieron hasta 1824, con el intento de crear una monarquía local con Iturbide.
La celebración del bicentenario de la Independencia con un gobierno distinto al PRI, fue la reproducción de las formas y modos priístas: Obras elefantiásicas que ni siquiera terminaron de construirse, desfiles alegóricos y musicales y discursos pletóricos de la demagogia también al estilo del viejo priísmo. La obra editorial gubernamental dedicada a recordar esa parte de la historia se entregó a los mismos historiadores de siempre, los que crearon eso que se llama Historia Patria Oficial.
Pero Hidalgo es más grande que la imagen con su estandarte, Morelos es mucho más que los Sentimientos de la Nación, Iturbide fue más importante que su tentación monárquica frustrada. Y en medio de ello, la oportunidad perdida para estudiar la historia como un proceso de luchas nacionales. Y así vendrá la conmemoración del centenario de la Revolución Mexicana: El Senado plural reducirá el recordatorio a la inauguración de su multimillonario edifico, pero sin ideas sobre la democracia que representa su diversidad política.
» Bicentenario: Perdió el PAN
» Y sobrevivió historia priísta
Más que el espectáculo de fuegos artificiales y las inauguraciones que no llegaron, la celebración del Bicentenario de la Independencia era la gran oportunidad para que un gobierno federal diferente al PRI, redescubriera la verdadera historia de México.
Uno de los mecanismos de cohesión política del PRI, fue la interrelación historia-educación-Constitución. Por ello la larga dominación priísta no se concretó al control de los aparatos electorales, sino que se legitimó a través de la escritura de una historia a la medida del necesariato. Por eso, el reinado priísta se convirtió en una exaltación permanente a los héroes como figuras políticas.
El gobierno federal panista ha encontrado su desafío fundamental en el desmantelamiento de los protocolos priístas que convirtieron al PRI en sinónimo de estabilidad, legitimidad histórica y justificación histórica. Por tanto, la verdadera transición mexicana no ha sido la de partido o la de modificación de algunas instituciones económicas. La transición real se dará cuando un partido diferente al PRI, escriba la increíble y verdadera historia de México y cuando las instancias de legitimación sean las de la eficacia y no la tergiversación justificadora del pasado.
El reto era para el PAN, porque el PRD viene del venero del PRI. La historia nacional ha sido, sin duda, una hazaña ciudadana en la conformación de la nación, el Estado y la patria. Y la historia la hicieron hombres, muchos de ellos sobresalientes, pero hombres con todas sus contradicciones y limitaciones. Ahí se localizaba la tarea política e ideológica del PAN: Despartidizar la historia.
De hecho, la revisión de la historia va a ser el gran pasivo de dos sexenios panistas. El problema ha radicado en la tentación de reproducir el mecanismo de utilización de la historia a favor del PAN, sólo que con héroes panistas. Pero los dos gobiernos panistas, ni siquiera esa posibilidad han definido. De hecho, la historia nacional sigue siendo contada por los libros de historia del régimen ideológico priísta. Sólo que los contadores de esa historia, los maestros, ya no pertenecen a ninguna corporación partidista, han dejado de ser eficaces y son un activo al servicio del mejor postor. Con ello, la historia nacional ha quedado al garete.
La tarea del PAN era la de revalidar la verdadera historia nacional. De la Independencia, por ejemplo, han comenzado a saberse algunos hechos colaterales. Por ejemplo, su relación directa con el golpe de Estado en España en 1808 y la intención no de romper con la Corona, sino crear una institución local de salvaguarda de los intereses de la monarquía. La dinámica social, sin embargo, desbordó a los estrategas y condujo a la ruptura con España. Pero las tentaciones monárquicas prevalecieron hasta 1824, con el intento de crear una monarquía local con Iturbide.
La celebración del bicentenario de la Independencia con un gobierno distinto al PRI, fue la reproducción de las formas y modos priístas: Obras elefantiásicas que ni siquiera terminaron de construirse, desfiles alegóricos y musicales y discursos pletóricos de la demagogia también al estilo del viejo priísmo. La obra editorial gubernamental dedicada a recordar esa parte de la historia se entregó a los mismos historiadores de siempre, los que crearon eso que se llama Historia Patria Oficial.
Pero Hidalgo es más grande que la imagen con su estandarte, Morelos es mucho más que los Sentimientos de la Nación, Iturbide fue más importante que su tentación monárquica frustrada. Y en medio de ello, la oportunidad perdida para estudiar la historia como un proceso de luchas nacionales. Y así vendrá la conmemoración del centenario de la Revolución Mexicana: El Senado plural reducirá el recordatorio a la inauguración de su multimillonario edifico, pero sin ideas sobre la democracia que representa su diversidad política.
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