Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia
Ahí está la clave de todos los desatinos
Sí, ya sé que la palabreja no existe. Así que ni la busquen en el Diccionario de la Real Academia. Allí lo más parecido que encontré fueron dos términos: fofo, cuyos sinónimos son: esponjoso, inconsistente, blando, hueco, flácido, obeso y gordo. No andamos tan mal si se trata de encontrar definiciones para el aniversario que nos espera. La otra palabra oficial cercana es mucho más de uso común: descuidado, es decir, al que le falta la dedicación y el cuidado que debe poner a las cosas; sus sinónimos más próximos serían omiso, negligente y desaliñado.
La verdad es que creo que todas estas acepciones definen contundentemente las actitudes oficiales respecto a las obligadas celebraciones de este 2010. ¿A poco no?
Pero espérense tantito. Que hay por ahí un valiosísimo Diccionario de Mexicanismos de don Guido Gómez de Silva. Y, ¿qué creen? Que trae una definición que me reivindica con los eventuales extravíos de mi memoria: fodongo, es todo aquel sucio, desaseado y perezoso. Que me parece que, siendo vocablos tan desagradables, son todavía más precisos para describir a este Gobierno federal que ya no sabe cómo lamentar la mala suerte de verse obligado forzosamente, no solamente a conmemorar, sino a festejar dos hechos históricos en los que simplemente no cree. Y por lo tanto no valora.
Porque, díganme si no, señoras y señores, ahí está la clave de todos los desatinos y desaciertos que este pobre Gobierno ha padecido —o incluso ha provocado a propósito— para soslayar y sabotear cuanta ocurrencia ha habido para los dichosos festejos: el arco que terminó en estelita de luz que se achicó en tamaño pero creció en presupuesto de 200 a 690 millones de pesos y que siempre no estará listo la próxima semana sino hasta dentro de 14 meses; la sucesión irracional de comités organizadores; la ridícula convocatoria para la canción más chafa de todos los tiempos; la asignación a capricho a una empresa australiana de 800 millones para un show high tech de luces y láser, todo metido en un fideicomiso escandaloso que ya se elevó a más de 3 mil millones y que desde ahora está bajo sospecha.
En pocas palabras, este Gobierno nunca tuvo ni tiene ganas de festejar ni Independencia ni Revolución. No está en sus orígenes ni en su destino.
Y todavía el maestro Lujambio tacha de mezquinos a quienes nos atrevemos a criticar este vergonzante margallate. No, señor secretario. A los que nos hierve la sangre por este país no se nos puede acusar de mezquindad.
Lo que pasa es que no se nos da festejar con los fodongos, como ustedes comprenderán.
Ahí está la clave de todos los desatinos
Sí, ya sé que la palabreja no existe. Así que ni la busquen en el Diccionario de la Real Academia. Allí lo más parecido que encontré fueron dos términos: fofo, cuyos sinónimos son: esponjoso, inconsistente, blando, hueco, flácido, obeso y gordo. No andamos tan mal si se trata de encontrar definiciones para el aniversario que nos espera. La otra palabra oficial cercana es mucho más de uso común: descuidado, es decir, al que le falta la dedicación y el cuidado que debe poner a las cosas; sus sinónimos más próximos serían omiso, negligente y desaliñado.
La verdad es que creo que todas estas acepciones definen contundentemente las actitudes oficiales respecto a las obligadas celebraciones de este 2010. ¿A poco no?
Pero espérense tantito. Que hay por ahí un valiosísimo Diccionario de Mexicanismos de don Guido Gómez de Silva. Y, ¿qué creen? Que trae una definición que me reivindica con los eventuales extravíos de mi memoria: fodongo, es todo aquel sucio, desaseado y perezoso. Que me parece que, siendo vocablos tan desagradables, son todavía más precisos para describir a este Gobierno federal que ya no sabe cómo lamentar la mala suerte de verse obligado forzosamente, no solamente a conmemorar, sino a festejar dos hechos históricos en los que simplemente no cree. Y por lo tanto no valora.
Porque, díganme si no, señoras y señores, ahí está la clave de todos los desatinos y desaciertos que este pobre Gobierno ha padecido —o incluso ha provocado a propósito— para soslayar y sabotear cuanta ocurrencia ha habido para los dichosos festejos: el arco que terminó en estelita de luz que se achicó en tamaño pero creció en presupuesto de 200 a 690 millones de pesos y que siempre no estará listo la próxima semana sino hasta dentro de 14 meses; la sucesión irracional de comités organizadores; la ridícula convocatoria para la canción más chafa de todos los tiempos; la asignación a capricho a una empresa australiana de 800 millones para un show high tech de luces y láser, todo metido en un fideicomiso escandaloso que ya se elevó a más de 3 mil millones y que desde ahora está bajo sospecha.
En pocas palabras, este Gobierno nunca tuvo ni tiene ganas de festejar ni Independencia ni Revolución. No está en sus orígenes ni en su destino.
Y todavía el maestro Lujambio tacha de mezquinos a quienes nos atrevemos a criticar este vergonzante margallate. No, señor secretario. A los que nos hierve la sangre por este país no se nos puede acusar de mezquindad.
Lo que pasa es que no se nos da festejar con los fodongos, como ustedes comprenderán.
Comentarios