Martha Anaya
En la foto se veían abrazados Enrique Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari. Una y otra vez – en Tultepec, Tultitlán, Ecatepec y Tecámac–, Andrés Manule López Obrador mostraba la imagen y advertía: “¡Aquí nos veremos las caras!”
Se refería a las próximas elecciones para gobernador en el Estado de México y a la posibilidad de que la cúpula del PRD y el PAN concretasen una alianza.
-¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados si los dirigentes del PRD intentan imponer una alianza con el PAN?-, preguntó a sus seguidores.
El “¡Nooooo!” salió rotundo de centenares de gargantas.
Horacio Duarte, ex alcalde de Texcoco, ex diputado federal y aspirante a la candidatura para el gobierno mexiquense, agregaba a su vez: “No nos vamos a dejar seducir por el canto de las sirenas, ni siquiera por ninguna apuesta para decir que vamos a derrotar a Peña Nieto.”
López Obrador se notaba intenso, duro en su discurso. Le acompañaban en esta “Gira de la Lealtad”, dirigentes estatales del PRD, PT y Convergencia. Ante ellos, y junto con ellos, el ex candidato presidencial del sol azteca explicaba a sus seguidores:
“Queremos hacer una alianza con los tres partidos, con organizaciones sociales y personas sin partido, para proponer a un candidato o candidata que haga posible el cambio en el estado… (Pero los dirigentes del PRD) andan tomando acuerdos en lo mero arriba, en las cúpulas y no quieren tomar en cuenta la opinión de las bases, de los militantes y los simpatizantes del PRD, pero vamos a estar pendientes…”
No se quedaría ahí, en un mero “veremos” o en el “estaremos pendientes”. Andrés Manuel agregó que si la dirigencia perredista impone una alianza arriba, “será necesario que nos pongamos de acuerdo y construyamos una alianza de desde abajo, de militantes del PRD, PT y Convergencia, se postule a un candidato o candidata”.
¿Cómo? También los explicó: “Le pediremos a una de las tres fuerzas políticas que proporcione las siglas para que se pueda contender en las elecciones gubernamentales, y poderle ganar al PAN y al PRI”.
Según sus propias palabras, no estarían cometiendo “un pecado”, si tomaban esa decisión, pues “los partidos políticos son nada más instrumentos y el PRD se fundó como un instrumento al servicio del pueblo y cuando los dirigentes de las fuerzas políticas se divorcian de las bases, entonces no tienen legitimidad”.
Si se da la alianza del PRD con el PAN, advirtió entonces de otra manera, “vamos a construir la alianza, desde bajo, para tener un candidato propio de los tres partidos del Frente Amplio Progresista”.
Me duele mucho –agregó—que el PRD llegue a tomar la decisión del ir con el PAN, pero “el partido de los partidos es el pueblo, es el partido más grande que hay, ¡y vamos a ganar!”.
Era, o al menos eso parecía, la guerra ya abierta y frontal con Jesús Ortega (actual presidente del sol azteca) y la cúpula del partido. Los periodistas olían la ruptura, aguardaban a López Obrador para preguntarle directamente si sus actos –y la gira misma—eran para dividir al PRD. A lo que respondió:
“Es evidente que los dirigentes del PRD nacional tienen acuerdo con Calderón. La gente no quiere la alianza, pero si insisten e imponen la alianza entre el PRD y el PAN, vamos a organizarnos para constituir un movimiento con un lema que podría ser por un camino nuevo, ya no el mismo camino trillado de siempre o cambio verdadero”.
López Obrador ni dudaba ni se sonrojaba. Se notaba decidido. La gente, aseguraba, “ya está harta y quiere un cambio”. Incluso, indicaba, gente del propio PRI y del PAN.
Así, Andrés Manuel lanzaba su cuarto de espadas. Un reto a su propio partido; otro, al hoy gobernador Enrique Peña Nieto; y uno más a su antiguo enemigo, Carlos Salinas de Gortari.
En la foto se veían abrazados Enrique Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari. Una y otra vez – en Tultepec, Tultitlán, Ecatepec y Tecámac–, Andrés Manule López Obrador mostraba la imagen y advertía: “¡Aquí nos veremos las caras!”
Se refería a las próximas elecciones para gobernador en el Estado de México y a la posibilidad de que la cúpula del PRD y el PAN concretasen una alianza.
-¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados si los dirigentes del PRD intentan imponer una alianza con el PAN?-, preguntó a sus seguidores.
El “¡Nooooo!” salió rotundo de centenares de gargantas.
Horacio Duarte, ex alcalde de Texcoco, ex diputado federal y aspirante a la candidatura para el gobierno mexiquense, agregaba a su vez: “No nos vamos a dejar seducir por el canto de las sirenas, ni siquiera por ninguna apuesta para decir que vamos a derrotar a Peña Nieto.”
López Obrador se notaba intenso, duro en su discurso. Le acompañaban en esta “Gira de la Lealtad”, dirigentes estatales del PRD, PT y Convergencia. Ante ellos, y junto con ellos, el ex candidato presidencial del sol azteca explicaba a sus seguidores:
“Queremos hacer una alianza con los tres partidos, con organizaciones sociales y personas sin partido, para proponer a un candidato o candidata que haga posible el cambio en el estado… (Pero los dirigentes del PRD) andan tomando acuerdos en lo mero arriba, en las cúpulas y no quieren tomar en cuenta la opinión de las bases, de los militantes y los simpatizantes del PRD, pero vamos a estar pendientes…”
No se quedaría ahí, en un mero “veremos” o en el “estaremos pendientes”. Andrés Manuel agregó que si la dirigencia perredista impone una alianza arriba, “será necesario que nos pongamos de acuerdo y construyamos una alianza de desde abajo, de militantes del PRD, PT y Convergencia, se postule a un candidato o candidata”.
¿Cómo? También los explicó: “Le pediremos a una de las tres fuerzas políticas que proporcione las siglas para que se pueda contender en las elecciones gubernamentales, y poderle ganar al PAN y al PRI”.
Según sus propias palabras, no estarían cometiendo “un pecado”, si tomaban esa decisión, pues “los partidos políticos son nada más instrumentos y el PRD se fundó como un instrumento al servicio del pueblo y cuando los dirigentes de las fuerzas políticas se divorcian de las bases, entonces no tienen legitimidad”.
Si se da la alianza del PRD con el PAN, advirtió entonces de otra manera, “vamos a construir la alianza, desde bajo, para tener un candidato propio de los tres partidos del Frente Amplio Progresista”.
Me duele mucho –agregó—que el PRD llegue a tomar la decisión del ir con el PAN, pero “el partido de los partidos es el pueblo, es el partido más grande que hay, ¡y vamos a ganar!”.
Era, o al menos eso parecía, la guerra ya abierta y frontal con Jesús Ortega (actual presidente del sol azteca) y la cúpula del partido. Los periodistas olían la ruptura, aguardaban a López Obrador para preguntarle directamente si sus actos –y la gira misma—eran para dividir al PRD. A lo que respondió:
“Es evidente que los dirigentes del PRD nacional tienen acuerdo con Calderón. La gente no quiere la alianza, pero si insisten e imponen la alianza entre el PRD y el PAN, vamos a organizarnos para constituir un movimiento con un lema que podría ser por un camino nuevo, ya no el mismo camino trillado de siempre o cambio verdadero”.
López Obrador ni dudaba ni se sonrojaba. Se notaba decidido. La gente, aseguraba, “ya está harta y quiere un cambio”. Incluso, indicaba, gente del propio PRI y del PAN.
Así, Andrés Manuel lanzaba su cuarto de espadas. Un reto a su propio partido; otro, al hoy gobernador Enrique Peña Nieto; y uno más a su antiguo enemigo, Carlos Salinas de Gortari.
Comentarios