2010: más alto, más lejos

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Gritan los agoreros que no hay nada que festejar este 15 de septiembre. Responden desde sus antípodas que quien no quiera festejar, es su derecho, pero deben estar amargados. Si de festejar se trata, tienen razón los agoreros. ¿En qué mente sana, ante tanto miedo, incertidumbre y desesperanza cabe la idea de hacer una fiesta? Pero al mismo tiempo, ¿obliga la coyuntura a todos a vestirse de luto y gemir por nuestro entorno? Las posturas radicales cayeron en su propia trampa. La polaridad no es buena compañera de vida. No se trata de festejar, pero 200 años de nación libre y 100 de revolución, sí son razones para conmemorar.

Anulemos los cantos apocalípticos y las loas de los oficialistas. Alejémonos del reduccionismo ideológico y las mezquindades. El Bicentenario está por encima de un gobierno al que le cayó en la cabeza la conmemoración, y su presencia en el centro del momento histórico es meramente circunstancial. No pensemos en chico, porque no será un 15 de septiembre más. Se cumplen 200 años que inició la independencia y con toda seguridad, serán muy pocos quienes sobrevivan 100 años más para su siguiente efeméride con la historia. Hay que escapar de las coyunturas y de las discusiones minimalistas, de las tendencias autoritarias y de los comportamientos déspotas.

La conmemoración no es de ellos y para ellos, es de todos y para todos. Es una síntesis de lo que somos, de nuestro respeto a la bandera, de los símbolos sobre los cuales nos erigimos como nación, de nuestras raíces e idiosincrasia que se expresan en los momentos de gloria y se enaltecen cuando lo único que tenemos es lo que somos. La discusión de las élites no es la de muchos mexicanos. A veces se nos olvida que esa mexicanidad, ese respeto por lo que somos, no se encuentra en la epidermis de quienes gobiernan o en la conciencia de sus actores políticos y sociales, sino en la gente. Si muchas veces se ha dicho, casi como lugar común, que las élites nacionales están muy lejos del palpitar nacional, esta conmemoración es su botón de muestra.

Las élites discuten con su barroquismo muy alejadas de la realidad cotidiana. En los últimos meses ha recorrido el país “una monumental ventana a nuestra historia”, como se conoce a una película proyectada por siete cámaras en forma simultánea, que es un mosaico de ilustraciones, fotografías y película en cuarta dimensión que se llama “200 años de ser orgullosamente mexicanos”. Esa ventana es una pantalla de 100 metros de largo por 11 de alto, donde Daniel Gruener, el director creativo, trazó un recorrido histórico que empieza en la fundación de Tenochtitlán.

El presente no se puede entender sin ese pasado prehispánico, y sin la épica de la Conquista y la sangre vertida, cuyas batallas tiñen la mega pantalla de rojo mientras las flechas de los aztecas vuelan de un extremo a otro y coronan con fuegos pirotécnicos que emulan el fuego español. La mexicana es una historia llena de tragedias y episodios heroicos, de gestas que nos siguen moldeando hasta hoy –las Leyes de Reforma-, de capítulos de ilustración y libertad –la República Restaurada-, y de polarización y conflicto –la lucha entre liberales y conservadores-.

Las ilustraciones de esa ventana histórica se produjeron en México, Canadá, España y Estados Unidos, pues el material filmado y las fotografías sólo aparecieron con el Siglo XX, de la mano de Porfirio Díaz, cuyo final de dictadura se aprecia en ese recorrido, a la vez de la candidez de Francisco I. Madero, de Emiliano Zapata y su ejército temporalero, de Francisco Villa y su ejército profesional, al lado de los generales que le dieron cuerpo y sentido a la Revolución. No hay ninguna imagen de ningún presidente en la película de 45 minutos salvo Lázaro Cárdenas, que es parte indivisible del paisaje mexicano, como ahora también lo son, y figuran en las imágenes proyectadas, Luis Donaldo Colosio y el Subcomandante Marcos, que ayudaron a definir al país al cierre del Siglo.

Más de un millón y medio de personas que han visto la película, una síntesis tecnológica de la evolución mexicana, compendio de nuestro origen y presente, han salido llorando. ¿Cuándo se habrán dado cuenta – parafraseando la pregunta formulada en una provocadora campaña de W Radio- de que eran mexicanos? Algunos pensarán que fue cuando llevaron unos pesos, sus relojes, sus joyas, sus radios, sus enseres y lo poco que poseían al Zócalo, en acto de solidaridad con el general Cárdenas para pagarle a los ingleses las compañías petroleras expropiadas, o cuando Adolfo López Mateos nacionalizó la industria eléctrica.

Otros cuando se estremecieron por primera vez con Jorge Negrete cuando cantó “México Lindo” y que aún les aprieta el alma cuando la escuchan lejos de aquí. Unos, quizás, en los recuerdos en el Tenampa o en los caldos de Indianilla, o en la conquista de la medalla olímpica de “El Tibio” Muñoz. Otros, como cuando un 2 de octubre cantaron el Himno Nacional mientras los reprimía el Ejército, o quienes dieron su vida en la sierra por una mejor patria para los mexicanos.

Una conmemoración no es un festejo. Una conmemoración honra a la construcción de una nación en la cual muchos dejaron su vida y muchos más se sacrificaron para levantarla. Más de 165 intervenciones extranjeras hemos vivido en todo este tiempo, y nos hemos sobrepuesto. Es cierto que los tiempos que vivimos son malos. Es cierto que formamos parte de una generación que sólo vivió crisis. Pero también es cierto que somos más que nuestra circunstancia. Es un homenaje por nuestro pasado y por nuestro presente, por lo vivido y por lo sufrido. No se trata de hacer fiesta y soslayar el túnel por cual estamos pasando, pero siempre hemos sido más grandes que nuestros gobernantes y más grandes que las coyunturas.

Lo que hagamos y vivamos este 15 de septiembre no lo volveremos a hacer. Para más de 100 millones de mexicanos, esta es una oportunidad única en su vida. No caigamos en el pesar del momento, ni permitamos que nadie en las élites nos arranque el presente. José Ortega y Gasset escribió un día que habría que ver más alto y más lejos. Es cierto. Este es el momento.

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