Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Es motivo de preocupación ser testigo de que hasta hoy parecen darse cuenta, el secretario del Trabajo y algunos analistas, de los auténticos motivos de Martín Esparza para incentivar el suicido de algunos de sus seguidores y perrear la toma de nota: los fondos y las propiedades de los ex trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, administrados por el sindicato que dice representar sus intereses.
Es preocupante porque muestra la falta de capacidad de Javier Lozano Alarcón para resolver los problemas que se le han encomendado. Si no todos, sí los más importantes y de más graves consecuencias de no cerrarse los expedientes, tanto conforme a la ley como de acuerdo a la habilidad política con la que se opere. No creo que fuera hasta el cuarto año de gobierno que se percató de que el verdadero, el auténtico poder de los secretarios generales de los sindicatos está sustentado en las cuotas sindicales, y en la manera de convencer a los afiliados de que en algún futuro disfrutarán de ellas y de lo que se adquirió con el fruto de su trabajo.
¿Cuántos de los fieles de Martín Esparza saben, están conscientes de que lo calificado como propiedades del sindicato, no es sino propiedad de los afiliados al SME? ¿Cómo puede garantizar el secretario del Trabajo, responsable de tutelar los derechos de los trabajadores, que lo que reclama el inexistente secretario general no sea usado sino en bienestar de los sindicalizados? Bien hubieran podido proponer la creación de una o varias empresas para emplear a quienes hoy carecen de trabajo.
Recapitulemos. ¿Cuánto le ha costado al país el no haber podido resolver el problema del sindicato minero? Napoleón Gómez Urrutia ríe de las acciones emprendidas por Lozano Alarcón para despojarlo de la autoridad que entre los trabajadores tiene. ¿Qué hay de la nueva cultura laboral? ¿Dónde quedó la nueva legislación laboral federal? ¿Por qué no se negoció con los trabajadores la liquidación de la empresa antes de realizarla, y no a la inversa?
Quien tenga dos dedos de frente sabe que las propiedades y los fondos de los sindicatos se traducen en el poder cedido a los secretarios generales de los mismos. De otra manera no se entiende que Francisco Hernández Juárez haya obtenido la Secretaría General del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, en sustitución de Salustio Salgado, con la promesa de la no reelección desde 1976. ¿Cuántas veces se ha reelegido desde entonces?
Lo mismo puede decirse de Elba Esther Gordillo, quien llega a la Secretaría General del SNTE con la promesa de que no habría más líderes morales que tutelaran, desde una supuesta vanguardia revolucionaria y por sobre la ley, la organización laboral de los trabajadores de la educación. ¿Quién puede enfrentarse hoy a la fuerza económica -traducida en poder político- de la maestra milagrosa?
Carlos Romero Deschamps llaga a tutelar los derechos de los trabajadores petroleros, con el propósito de desterrar lo corrupción de la generación liderada por Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y la ostentación de Salvador Barragán Camacho, pero los hechos, los fotógrafos y las informaciones de prensa se han encargado de demostrar que el secretario general del STPRM se dejó vencer a la seducción del dinero y el poder.
¿Cómo, entonces, suponer que Martín Esparza se conduciría de otra manera, si la cultura sindical de México no se ha modificado, como tampoco ha ocurrido en la del mundo? Recordemos la historia de Jimmy Hoffa y sus Teamsters, cuyos fondos y propiedades superaron toda imaginación.
Que no se llamen a sorprendidos por la actitud de Martín Esparza. Lo que debe azorarnos y además preocuparnos, es la incapacidad del secretario del Trabajo y Previsión Social para resolver el problema de la legalidad dentro del SME, que corría de manera paralela a la liquidación de la empresa. Hay un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y, sobre éste, un vacío legal. Se supone que un sindicato es creado para defender los intereses de los trabajadores ante los patrones. ¿Qué hacer cuando la relación laboral deja de existir? ¿Cómo se resuelve lo del patrimonio de los trabajadores sindicalizados? ¿De qué manera se puede aprovechar ese patrimonio tan enorme como el del SME, para que se autoempleen, en lugar de que ese poder económico sea usado para la actividad política ajena a sus intereses?
La conclusión es lógica: Javier Lozano Alarcón y Martín Esparza son iguales, son lo mismo, porque, como escribe Javier Marías, de momento mi gurú literario, “todos aplastan, parece mentira que no se sepa ab ovo, poco importa que varíe la causa, la causa pública, o los motivos propagandísticos. Los farsantes y los ingenuos trascendentales los llaman motivos históricos o ideológicos, yo no los llamaría así nunca, es muy ridículo. Parece mentira que se crea aún que hay salvedades, porque no hay ninguna, no a la larga, jamás las ha habido…”
Y es cierto, todos parecen iguales, ¿cómo, si no, entender las recientes alianzas electorales? Tan iguales como Lozano y Esparza.
Es motivo de preocupación ser testigo de que hasta hoy parecen darse cuenta, el secretario del Trabajo y algunos analistas, de los auténticos motivos de Martín Esparza para incentivar el suicido de algunos de sus seguidores y perrear la toma de nota: los fondos y las propiedades de los ex trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, administrados por el sindicato que dice representar sus intereses.
Es preocupante porque muestra la falta de capacidad de Javier Lozano Alarcón para resolver los problemas que se le han encomendado. Si no todos, sí los más importantes y de más graves consecuencias de no cerrarse los expedientes, tanto conforme a la ley como de acuerdo a la habilidad política con la que se opere. No creo que fuera hasta el cuarto año de gobierno que se percató de que el verdadero, el auténtico poder de los secretarios generales de los sindicatos está sustentado en las cuotas sindicales, y en la manera de convencer a los afiliados de que en algún futuro disfrutarán de ellas y de lo que se adquirió con el fruto de su trabajo.
¿Cuántos de los fieles de Martín Esparza saben, están conscientes de que lo calificado como propiedades del sindicato, no es sino propiedad de los afiliados al SME? ¿Cómo puede garantizar el secretario del Trabajo, responsable de tutelar los derechos de los trabajadores, que lo que reclama el inexistente secretario general no sea usado sino en bienestar de los sindicalizados? Bien hubieran podido proponer la creación de una o varias empresas para emplear a quienes hoy carecen de trabajo.
Recapitulemos. ¿Cuánto le ha costado al país el no haber podido resolver el problema del sindicato minero? Napoleón Gómez Urrutia ríe de las acciones emprendidas por Lozano Alarcón para despojarlo de la autoridad que entre los trabajadores tiene. ¿Qué hay de la nueva cultura laboral? ¿Dónde quedó la nueva legislación laboral federal? ¿Por qué no se negoció con los trabajadores la liquidación de la empresa antes de realizarla, y no a la inversa?
Quien tenga dos dedos de frente sabe que las propiedades y los fondos de los sindicatos se traducen en el poder cedido a los secretarios generales de los mismos. De otra manera no se entiende que Francisco Hernández Juárez haya obtenido la Secretaría General del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, en sustitución de Salustio Salgado, con la promesa de la no reelección desde 1976. ¿Cuántas veces se ha reelegido desde entonces?
Lo mismo puede decirse de Elba Esther Gordillo, quien llega a la Secretaría General del SNTE con la promesa de que no habría más líderes morales que tutelaran, desde una supuesta vanguardia revolucionaria y por sobre la ley, la organización laboral de los trabajadores de la educación. ¿Quién puede enfrentarse hoy a la fuerza económica -traducida en poder político- de la maestra milagrosa?
Carlos Romero Deschamps llaga a tutelar los derechos de los trabajadores petroleros, con el propósito de desterrar lo corrupción de la generación liderada por Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y la ostentación de Salvador Barragán Camacho, pero los hechos, los fotógrafos y las informaciones de prensa se han encargado de demostrar que el secretario general del STPRM se dejó vencer a la seducción del dinero y el poder.
¿Cómo, entonces, suponer que Martín Esparza se conduciría de otra manera, si la cultura sindical de México no se ha modificado, como tampoco ha ocurrido en la del mundo? Recordemos la historia de Jimmy Hoffa y sus Teamsters, cuyos fondos y propiedades superaron toda imaginación.
Que no se llamen a sorprendidos por la actitud de Martín Esparza. Lo que debe azorarnos y además preocuparnos, es la incapacidad del secretario del Trabajo y Previsión Social para resolver el problema de la legalidad dentro del SME, que corría de manera paralela a la liquidación de la empresa. Hay un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y, sobre éste, un vacío legal. Se supone que un sindicato es creado para defender los intereses de los trabajadores ante los patrones. ¿Qué hacer cuando la relación laboral deja de existir? ¿Cómo se resuelve lo del patrimonio de los trabajadores sindicalizados? ¿De qué manera se puede aprovechar ese patrimonio tan enorme como el del SME, para que se autoempleen, en lugar de que ese poder económico sea usado para la actividad política ajena a sus intereses?
La conclusión es lógica: Javier Lozano Alarcón y Martín Esparza son iguales, son lo mismo, porque, como escribe Javier Marías, de momento mi gurú literario, “todos aplastan, parece mentira que no se sepa ab ovo, poco importa que varíe la causa, la causa pública, o los motivos propagandísticos. Los farsantes y los ingenuos trascendentales los llaman motivos históricos o ideológicos, yo no los llamaría así nunca, es muy ridículo. Parece mentira que se crea aún que hay salvedades, porque no hay ninguna, no a la larga, jamás las ha habido…”
Y es cierto, todos parecen iguales, ¿cómo, si no, entender las recientes alianzas electorales? Tan iguales como Lozano y Esparza.
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