Política de huevos

Astillero / Julio Hernández López

Marcelo trivializa
Espots y juramentos
Barbarie trasnacional


No será en el terreno de la picardía, el doble sentido o la fanfarronería donde un jefe de Gobierno capitalino, que hasta ayer había sido totalmente firme y serio en la mayor apuesta ideológica de su vida, le pueda ganar a un escurridizo y taimado cardenal tapatío. Se ha equivocado Marcelo Ebrard al rebajar el profundo debate hasta hoy sostenido en materia de relaciones Iglesia-Estado y llevarlo a escenarios ovoides, de machismo de palenque y provocación torpe. Justamente lo que menos necesitan hoy los personajes identificados genéricamente con la izquierda es la trivialización de sus litigios, pues sus adversarios están naturalmente prestos a ridiculizar esos declives y sustituir la esencia de la discusión pública por el detalle chusco o el desliz vergonzoso. No es cuestión de huevos, sino de ideas, lo que hoy está en el centro del debate nacional. Y no se trata de enaltecer o publicitar la presunta abundancia de valor avícola de determinado protagonista, sino de sostener posiciones ideológicas con decoro y firmeza, sin ocurrencias en busca de la foto periodística del día.

A sus puros espots, Felipe Calderón ha violado la Constitución General de la República, según lo ha resuelto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. No habrá castigo, pues la legislación vigente no contempla la posibilidad de encausar al ocupante del Poder Ejecutivo más que por acusaciones extremas y no por debilidades de corte electoral. Lo mismo sucedió con Vicente Fox, quien abiertamente intervino en la sucesión presidencial de 2006, violentando preceptos legales pero sin consecuencias punitivas, pues los magistrados electorales que fungían en ese momento tampoco encontraron manera de sancionar al grave infractor público. Lo sucedido ahora con Calderón es un adelanto de lo que espera en 2012: la desesperación felipista lo llevó en meses pasados a hacer propaganda a su gobierno en temporada de veda electoral, con la fallida esperanza de aportar elementos de optimismo nacional pro panista antes de que los ciudadanos de varias entidades del país fueran a las urnas, y todo apunta a que esa desesperación creciente producirá una espiral de activismo ilegal cuando el actual huésped de Los Pinos sienta llegado el término de su impugnado periodo de ejercicio y el PRI vengativo se apreste a cerrar el par de sexenios trágicos del panismo en el poder (el columnista Salvador García Soto ha escrito en El Universal, en su columna Serpientes y Escaleras, que un gobernador tricolor dijo en reciente cónclave peñanietista en Mc Allen, Texas, que sabía “de un juramento que había hecho Felipe Calderón sobre la tumba de su padre, Luis Calderón Vega, hace unos meses: ‘que por ningún motivo él le iba a entregar el poder al PRI’”).

El duelo calderonista tiene enfrente al pistolero llamado PRI. Ayer se lanzó Felipe contra los priístas que lo mantienen en jaque, acusándolos de ser grandísimos corresponsables del agravamiento de la guerra contra el narcotráfico pues, según parece haber descubierto hasta ahora el panista michoacano, el problema es que la mayoría de los estados son gobernados por el PRI. Así anda Felipe, en busca de asignarse supremacías testiculares, sin darse cuenta de que su figura, a pesar de su origen electoral ilegítimo, requiere sobriedad política y prudencia frente a las resistencias y obstrucciones de los adversarios, y no el disparo de golpes entre tendajones oscuros: allí está Felipe, el peleador callejero, dejándose ir contra el priísmo experto en marrullerías: “Es más fácil para muchos partidos decir ‘esta es la guerra del Presidente’, como insistentemente dicen los legisladores del PRI: ‘yo me lavo las manos y ojalá fracase este señor para que me dé rendimientos políticos’”. Presidente Calderón (obviamente, presidente del comité nacional electoral del PAN): que con su PRI se lo coma (lástima que los malestares estomacales, a causa de la ingestión de esos huevos revueltos mal guisados, le peguen brutalmente a millones de mexicanos).

Casi nada le duró al oficialismo el sentirse en los huevos de la luna... perdón, en los cuernos, a causa del oportuno triunfo de una mexicana en un torneo mundial de belleza. La ayuda de imagen que Los Pinos deseaba conseguir a causa de esa adquisición cosmética se disipó ante el arribo del escándalo nuestro de cada día, esta vez con el descubrimiento de 72 cadáveres en un rancho tamaulipeco. Inmigrantes, según las primeras indagaciones. Sometidos, indican las autoridades, por miembros del bando de los Zetas que los habrían ejecutado. En Estados Unidos se difunde la noticia por su propio peso evidente, pero también porque la crueldad mexicana con migrantes indocumentados favorece las posiciones discriminatorias que despuntaron legalmente en Arizona y ahora se esparcen por otros estados. Episodios de brutalidad como el del rancho de San Fernando sirven para confirmar a la opinión pública estadunidense la condición de Estado fallido de México, la incapacidad del ocupante de Los Pinos y los riesgos de violencia desbordada que están al otro lado de la frontera. Pero el daño va mucho más allá de lo bilateral: gobiernos de cuando menos cuatro países latinoamericanos activan sus mecanismos diplomáticos y policiales para saber la suerte de paisanos suyos que suponen fueron asesinados. Es una vergüenza para México, que ahora exporta imágenes de masacres de hermanos en tránsito hacia la fuente imperial de empleo. La barbarie trasciende las fronteras, las cifras macabras de la guerra felipista toman tintes internacionales. Uf. El horror.

Y, mientras los diputados priístas creen que con iPads con cargo al erario podrían dejar de ser analfabetas funcionales, y el PRD decide impedir que en Guerrero siga en el gobierno (formalmente) el PRD, lanzando a un todavía priísta para que le cierre el paso al PRI, ¡hasta mañana, con la Permanente redondeando el día de política de huevos al exigir que se restrinjan importaciones gringas con riesgo de salmonela!

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