Francisco Rodríguez / Índice Político
COMO PORFIRIO DÍAZ, Felipe Calderón busca restablecer la paz –tras que él mismo desatara la guerra–, asesinando a sus enemigos. El “mátalos en caliente” ha regresado, relegando la aplicación de la justicia a quienes son delincuentes.
¿Por qué los matan? ¿Para evitar que delaten a sus cómplices o asociados políticos y/o militares? ¿Acaso porque saben que el fallido sistema judicial acabará por dejarlos libres?
Sucede todos los días. Y tal ha llamado la atención de la Associated Press, que a inicios de la semana anterior distribuyó un muy bien documentado reportaje denominado “La Justicia en México Significa Captura y Liberación” –publicado en muchísimos medios alrededor del planeta–, en el que se da cuenta de los montajes escenográficos que las autoridades policíacas llevan cotidianamente a cabo.
“Es prácticamente un ritual diario: los traficantes de drogas y los acusados de asesinos acusados, esposados y golpeados, desfilan ante los medios de prensa para demostrar que México está ganando la guerra contra las drogas. Pero una vez que se atenúan las luces de las cámaras de televisión, alrededor de tres cuartas partes de ellos son puestos en libertad”, señala en su inicio el reportaje de Julio Watson y Alexandra Olson.
Las cifras mostradas en este trabajo periodístico –obtenidas de registros judiciales y carcelarios– hablan por sí mismas: En Baja California, cerca de 33 mil personas fueron arrestadas, de la cuales 24 mil fueron liberadas.
En Sinaloa –la cuna del poderoso cartel del mismo nombre– más de 9 mil 700 individuos fueron detenidos, de los cuales 5 mil 606 quedaron libres por falta de evidencias.
En Tamaulipas, cuna del cártel del Golfo, cerca de 3 mil 600 fueron detenidos, mientras que 2 mil 083 fueron puestos en libertad.
Habla el reportaje de torturas policiacas. De la colocación de bolsas de plástico sobre las cabezas de los detenidos para impedirles respirar… hasta que confiesen lo que sus policías-torturadores quieren que confiesen.
Watson y Olson traen a cuento el caso del “granadazo” de aquel 15 de septiembre en Michoacán:
“En 2008, los traficantes de drogas en Michoacán lanzaron granadas de mano contra una multitud celebrando la independencia de México. Ocho de los celebrantes murieron, entre ellos un niño de 13 años de edad, convirtiéndose en uno de los casos de asesinato de más alto perfil en México. La policía y las autoridades federales arrestaron a tres sospechosos en 10 días. Ninguno de los hombres tenía antecedentes penales. Los tres confesaron. Pero por lo menos 16 personas dicen que los tres hombres ni siquiera estaban allí. Los testigos –vecinos de al lado, los parientes, los dueños de bares, camareras, el propietario de una tienda de la esquina y un doctor – dijeron a las autoridades que vieron a esos tres aquella noche en Lázaro Cárdenas, a más de 300 kilómetros de la plaza colonial de Morelia, donde se produjeron los ataques de acuerdo a las entrevistas y las declaraciones obtenidas por la AP.”
Tal es la “justicia” en México. Fallida.
Son miles los criminales que están libres. Muchos más quienes purgan sentencias penales sin haber cometido los delitos que se les imputan.
Y es quizá por eso, que consciente de las torturas, de los montajes escenográficos –¿a qué viene eso de dar conferencias de prensa con el trasfondo de un helicóptero?, ¿sólo por “nacos”?–, que Calderón ha retrotraído el “mátalos en caliente”.
A lo mejor…
Índice Flamígero: Sobre el tema, el doctor José Antonio Lara Peinado da su opinión: “La noticia de la muerte de un narcotraficante merece una publicidad desmedida por parte del gobierno federal y de las televisoras sedientas de sangre. Mostrar esa noticia como bandera propagandística solo denota ineficacia. Como buenos neuróticos, presumen justo lo que carecen. Lo preocupante ahora es que matar es sinónimo de ‘vamos ganando’. De manera por demás patológica, se hace creer a la población que la delincuencia sólo tiene que ver con el narco. Sin embargo hay que recordarle al gobierno que la delincuencia también está en los empresarios que explotan al trabajador y no pagan impuestos. La delincuencia está en los cientos de políticos que lucran con sus influencias y sus puestos. La delincuencia está en los responsables de la muerte de 49 niños en Sonora. La delincuencia está en los responsables del fracaso educativo de este país y que no son los maestros. La delincuencia está en los funcionarios que han permitido que empresas españolas neoconquisten a México. La delincuencia está en los magistrados que permitieron el atraco a las pensiones de miles de trabajadores. Y, sin embargo, de esta delincuencia: ¿cuántos presos hay? Ninguno. Por eso hay una especie de fijación patológica del gobierno para con los narcos. Se declara una guerra contra una delincuencia y se dejan de lado las otras delincuencias. Esto es fácilmente explicable desde el psicoanálisis: supongamos que un sujeto tiene una fijación obsesiva con la limpieza, y emprende una lucha para mantener limpia su casa… curiosamente cuando ese sujeto entra a un tratamiento psicoanalítico se percata de que su compulsión obsesiva por limpiar, tiene que ver con la suciedad de su vida… de tal manera que limpia no para que este pulcra su casa, lo hace como una manera de compensar su patológico presente.”
COMO PORFIRIO DÍAZ, Felipe Calderón busca restablecer la paz –tras que él mismo desatara la guerra–, asesinando a sus enemigos. El “mátalos en caliente” ha regresado, relegando la aplicación de la justicia a quienes son delincuentes.
¿Por qué los matan? ¿Para evitar que delaten a sus cómplices o asociados políticos y/o militares? ¿Acaso porque saben que el fallido sistema judicial acabará por dejarlos libres?
Sucede todos los días. Y tal ha llamado la atención de la Associated Press, que a inicios de la semana anterior distribuyó un muy bien documentado reportaje denominado “La Justicia en México Significa Captura y Liberación” –publicado en muchísimos medios alrededor del planeta–, en el que se da cuenta de los montajes escenográficos que las autoridades policíacas llevan cotidianamente a cabo.
“Es prácticamente un ritual diario: los traficantes de drogas y los acusados de asesinos acusados, esposados y golpeados, desfilan ante los medios de prensa para demostrar que México está ganando la guerra contra las drogas. Pero una vez que se atenúan las luces de las cámaras de televisión, alrededor de tres cuartas partes de ellos son puestos en libertad”, señala en su inicio el reportaje de Julio Watson y Alexandra Olson.
Las cifras mostradas en este trabajo periodístico –obtenidas de registros judiciales y carcelarios– hablan por sí mismas: En Baja California, cerca de 33 mil personas fueron arrestadas, de la cuales 24 mil fueron liberadas.
En Sinaloa –la cuna del poderoso cartel del mismo nombre– más de 9 mil 700 individuos fueron detenidos, de los cuales 5 mil 606 quedaron libres por falta de evidencias.
En Tamaulipas, cuna del cártel del Golfo, cerca de 3 mil 600 fueron detenidos, mientras que 2 mil 083 fueron puestos en libertad.
Habla el reportaje de torturas policiacas. De la colocación de bolsas de plástico sobre las cabezas de los detenidos para impedirles respirar… hasta que confiesen lo que sus policías-torturadores quieren que confiesen.
Watson y Olson traen a cuento el caso del “granadazo” de aquel 15 de septiembre en Michoacán:
“En 2008, los traficantes de drogas en Michoacán lanzaron granadas de mano contra una multitud celebrando la independencia de México. Ocho de los celebrantes murieron, entre ellos un niño de 13 años de edad, convirtiéndose en uno de los casos de asesinato de más alto perfil en México. La policía y las autoridades federales arrestaron a tres sospechosos en 10 días. Ninguno de los hombres tenía antecedentes penales. Los tres confesaron. Pero por lo menos 16 personas dicen que los tres hombres ni siquiera estaban allí. Los testigos –vecinos de al lado, los parientes, los dueños de bares, camareras, el propietario de una tienda de la esquina y un doctor – dijeron a las autoridades que vieron a esos tres aquella noche en Lázaro Cárdenas, a más de 300 kilómetros de la plaza colonial de Morelia, donde se produjeron los ataques de acuerdo a las entrevistas y las declaraciones obtenidas por la AP.”
Tal es la “justicia” en México. Fallida.
Son miles los criminales que están libres. Muchos más quienes purgan sentencias penales sin haber cometido los delitos que se les imputan.
Y es quizá por eso, que consciente de las torturas, de los montajes escenográficos –¿a qué viene eso de dar conferencias de prensa con el trasfondo de un helicóptero?, ¿sólo por “nacos”?–, que Calderón ha retrotraído el “mátalos en caliente”.
A lo mejor…
Índice Flamígero: Sobre el tema, el doctor José Antonio Lara Peinado da su opinión: “La noticia de la muerte de un narcotraficante merece una publicidad desmedida por parte del gobierno federal y de las televisoras sedientas de sangre. Mostrar esa noticia como bandera propagandística solo denota ineficacia. Como buenos neuróticos, presumen justo lo que carecen. Lo preocupante ahora es que matar es sinónimo de ‘vamos ganando’. De manera por demás patológica, se hace creer a la población que la delincuencia sólo tiene que ver con el narco. Sin embargo hay que recordarle al gobierno que la delincuencia también está en los empresarios que explotan al trabajador y no pagan impuestos. La delincuencia está en los cientos de políticos que lucran con sus influencias y sus puestos. La delincuencia está en los responsables de la muerte de 49 niños en Sonora. La delincuencia está en los responsables del fracaso educativo de este país y que no son los maestros. La delincuencia está en los funcionarios que han permitido que empresas españolas neoconquisten a México. La delincuencia está en los magistrados que permitieron el atraco a las pensiones de miles de trabajadores. Y, sin embargo, de esta delincuencia: ¿cuántos presos hay? Ninguno. Por eso hay una especie de fijación patológica del gobierno para con los narcos. Se declara una guerra contra una delincuencia y se dejan de lado las otras delincuencias. Esto es fácilmente explicable desde el psicoanálisis: supongamos que un sujeto tiene una fijación obsesiva con la limpieza, y emprende una lucha para mantener limpia su casa… curiosamente cuando ese sujeto entra a un tratamiento psicoanalítico se percata de que su compulsión obsesiva por limpiar, tiene que ver con la suciedad de su vida… de tal manera que limpia no para que este pulcra su casa, lo hace como una manera de compensar su patológico presente.”
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