Miguel Ángel Granados Chapa
Debido a problemas internos del PAN, ese partido que no es demócrata cristiano porque esa definición no está contenida en sus documentos definitorios, paradójicamente encabeza por segunda vez a la agrupación de alcance continental que reúne a los partidos de esa familia ideológica, que en general ha venido a menos.
Después de Manuel Espino, que concluyó su mandato, el senador Jorge Ocejo se convirtió en el segundo panista en presidir la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). Su antecesor, empujado cada vez con más insistencia a las márgenes del partido que encabezó, y en riesgo de expulsión, se transformó -en una nueva paradoja- en apóstol de la democracia cristiana, en horas en que ya no puede influir ni en la ODCA ni en el PAN.
Espino trató de impedir que un miembro de Acción nacional lo sucediera en esa organización panamericana de partidos que se consideran de centro y que escoran hacia la derecha. Pero a su vez el calderonismo se manifestó resuelto a desplazarlo del baluarte en que se había refugiado al concluir su periodo como líder nacional panista. Para ello era imprescindible que a la cabeza de la ODCA, cuya sede fue traída a México desde Santiago de Chile por el propio Espino, no quedara nadie cercano a éste y, mejor aún, que se ubicara allí un adversario suyo.. El lance fue ganado por el presidente Felipe Calderón y su hombre en el partido, César Nava.
Ocejo era director de relaciones internacionales del PAN en 1998 y 1999, los años en que bajo el liderazgo de Calderón ese partido dejó de resistir las presiones para que ingresara en la Internacional Demócrata Cristiana, de modo que Ocejo estableció ligas con la ODCA desde ese momento, y luego como secretario de relaciones en los dos años siguientes las consolidó. Así que no llega a territorio desconocido, pero sí es ajeno a las pulsiones democristianas en el continente. La vigorosa presencia del PDC chileno se agostó hasta declinar, y como ese partido, el de los dos Eduardo Frei, quedó vencido en la reciente elección presidencial, tiene ya poco que decir fuera de sus fronteras.
Lo mismo ocurrió a la también en su tiempo poderosa democracia cristiana de Venezuela, prácticamente extinta hoy. De esa suerte, los partidos que llegaron a gobernar esas dos repúblicas y ejercían fuerte influencia en el ámbito latinoamericano, han quedado desplazados y, paradoja de nuevo, ocupa su lugar el PAN.
Acción Nacional fue durante años renuente a vincularse con partidos extranjeros. Rafael Caldera, el dirigente democristiano de Venezuela y uno de los líderes más respetado de esa familia política (hasta antes de su segunda elección como presidente de su país en 1993) insistió muchas veces en atraer al PAN al seno de las agrupaciones de ese credo, sin éxito. Al contrario, cuando los dirigentes juveniles panistas Hugo Gutiérrez Vega y Manuel Rodríguez Lapuente, así como otros panistas de izquierda como Horacio Guajardo impulsaron en el comienzo de los años sesenta la conversión del partido a la democracia cristiana, sufrieron tal rechazo que resolvieron abandonar la organización a la que habían dado lustre con su ardor combativo.
Durante la mayor parte de la docena de años en que el PAN ha pertenecido a las agrupaciones internacionales democristianas su participación fue tenue, hasta que Espino obtuvo la presidencia de la ODCA y desde allí ganó influencia en la Internacional de partidos del centro (al punto de que pretendió colocar en alguno de sus órganos de gobierno a Vicente Fox, ya ex presidente, por más que el guanajuatense lo ignore todo acerca del credo de esas agrupaciones).
En cambio Espino se ufana ahora de su militancia en esa familia. El libro Volver a empezar, aparecido hace un año, con el que el ex líder nacional panista busca mantenerse activo ante las esferas de dirección de su partido, se subtitula Un llamado a la perseverancia desde la Democracia cristiana. Espino reasume la función tercerista que en una época favoreció el auge de la idea y la acción democristianas en América Latina:
“Mucho antes de que existieran los extremos situados en la izquierda o en la derecha, y aun después de que dejaron de tener significado político, el humanismo cristiano ya había forjado un pensamiento de contornos claros y precisos en la cultura occidental. Se había ubicado en el centro político que pugna por los derechos humanos y los defiende, por la economía de mercado con responsabilidad social y por la democracia como forma de convivencia ordenada al bien común. Lo hizo reconociendo a la persona -en lo individual y lo colectivo- como su principio fundamental, como su fin y no como su medio”
El próximo lunes el comité nacional panista iniciará el procedimiento para sancionar a Espino por su activa oposición a las alianzas que enlazó el PAN con otros partidos. Se le reprocha especialmente su combate a la candidatura de Miguel Ángel Yunes en Veracruz, que practicó recordando la pésima opinión que del ex director del ISSTE tuvo antaño el propio Calderón. Quizá se trata de hostigarlo para empujarlo a salir del partido, pero Espino parece dispuesto a esperar la expulsión pero no a marcharse por voluntad propia. Quizá elija mantenerse panista convertido en conciencia democristiana de su partido. Dice en Volver empezar que los militantes de esa filiación están “decididos a ser la mejor alternativa progresista y moderna frente a las opciones que no han logrado satisfacer las expectativas de mejor calidad de vida de todos los pueblos”
Debido a problemas internos del PAN, ese partido que no es demócrata cristiano porque esa definición no está contenida en sus documentos definitorios, paradójicamente encabeza por segunda vez a la agrupación de alcance continental que reúne a los partidos de esa familia ideológica, que en general ha venido a menos.
Después de Manuel Espino, que concluyó su mandato, el senador Jorge Ocejo se convirtió en el segundo panista en presidir la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). Su antecesor, empujado cada vez con más insistencia a las márgenes del partido que encabezó, y en riesgo de expulsión, se transformó -en una nueva paradoja- en apóstol de la democracia cristiana, en horas en que ya no puede influir ni en la ODCA ni en el PAN.
Espino trató de impedir que un miembro de Acción nacional lo sucediera en esa organización panamericana de partidos que se consideran de centro y que escoran hacia la derecha. Pero a su vez el calderonismo se manifestó resuelto a desplazarlo del baluarte en que se había refugiado al concluir su periodo como líder nacional panista. Para ello era imprescindible que a la cabeza de la ODCA, cuya sede fue traída a México desde Santiago de Chile por el propio Espino, no quedara nadie cercano a éste y, mejor aún, que se ubicara allí un adversario suyo.. El lance fue ganado por el presidente Felipe Calderón y su hombre en el partido, César Nava.
Ocejo era director de relaciones internacionales del PAN en 1998 y 1999, los años en que bajo el liderazgo de Calderón ese partido dejó de resistir las presiones para que ingresara en la Internacional Demócrata Cristiana, de modo que Ocejo estableció ligas con la ODCA desde ese momento, y luego como secretario de relaciones en los dos años siguientes las consolidó. Así que no llega a territorio desconocido, pero sí es ajeno a las pulsiones democristianas en el continente. La vigorosa presencia del PDC chileno se agostó hasta declinar, y como ese partido, el de los dos Eduardo Frei, quedó vencido en la reciente elección presidencial, tiene ya poco que decir fuera de sus fronteras.
Lo mismo ocurrió a la también en su tiempo poderosa democracia cristiana de Venezuela, prácticamente extinta hoy. De esa suerte, los partidos que llegaron a gobernar esas dos repúblicas y ejercían fuerte influencia en el ámbito latinoamericano, han quedado desplazados y, paradoja de nuevo, ocupa su lugar el PAN.
Acción Nacional fue durante años renuente a vincularse con partidos extranjeros. Rafael Caldera, el dirigente democristiano de Venezuela y uno de los líderes más respetado de esa familia política (hasta antes de su segunda elección como presidente de su país en 1993) insistió muchas veces en atraer al PAN al seno de las agrupaciones de ese credo, sin éxito. Al contrario, cuando los dirigentes juveniles panistas Hugo Gutiérrez Vega y Manuel Rodríguez Lapuente, así como otros panistas de izquierda como Horacio Guajardo impulsaron en el comienzo de los años sesenta la conversión del partido a la democracia cristiana, sufrieron tal rechazo que resolvieron abandonar la organización a la que habían dado lustre con su ardor combativo.
Durante la mayor parte de la docena de años en que el PAN ha pertenecido a las agrupaciones internacionales democristianas su participación fue tenue, hasta que Espino obtuvo la presidencia de la ODCA y desde allí ganó influencia en la Internacional de partidos del centro (al punto de que pretendió colocar en alguno de sus órganos de gobierno a Vicente Fox, ya ex presidente, por más que el guanajuatense lo ignore todo acerca del credo de esas agrupaciones).
En cambio Espino se ufana ahora de su militancia en esa familia. El libro Volver a empezar, aparecido hace un año, con el que el ex líder nacional panista busca mantenerse activo ante las esferas de dirección de su partido, se subtitula Un llamado a la perseverancia desde la Democracia cristiana. Espino reasume la función tercerista que en una época favoreció el auge de la idea y la acción democristianas en América Latina:
“Mucho antes de que existieran los extremos situados en la izquierda o en la derecha, y aun después de que dejaron de tener significado político, el humanismo cristiano ya había forjado un pensamiento de contornos claros y precisos en la cultura occidental. Se había ubicado en el centro político que pugna por los derechos humanos y los defiende, por la economía de mercado con responsabilidad social y por la democracia como forma de convivencia ordenada al bien común. Lo hizo reconociendo a la persona -en lo individual y lo colectivo- como su principio fundamental, como su fin y no como su medio”
El próximo lunes el comité nacional panista iniciará el procedimiento para sancionar a Espino por su activa oposición a las alianzas que enlazó el PAN con otros partidos. Se le reprocha especialmente su combate a la candidatura de Miguel Ángel Yunes en Veracruz, que practicó recordando la pésima opinión que del ex director del ISSTE tuvo antaño el propio Calderón. Quizá se trata de hostigarlo para empujarlo a salir del partido, pero Espino parece dispuesto a esperar la expulsión pero no a marcharse por voluntad propia. Quizá elija mantenerse panista convertido en conciencia democristiana de su partido. Dice en Volver empezar que los militantes de esa filiación están “decididos a ser la mejor alternativa progresista y moderna frente a las opciones que no han logrado satisfacer las expectativas de mejor calidad de vida de todos los pueblos”
Comentarios