Oaxaca: Abierta la crisis 2006

Carlos Ramírez / Indicador Político

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» APPO y el vandalismo talibán


La política no deja de tener sus ironías: Los que provocaron la crisis insurreccional en Oaxaca y que sólo se pudo contener con la intervención de la policía, ahora gobernarán Oaxaca con el aval del PAN y, dice el escritor René Avilés Fabila, llegarán con el “espíritu talibán”: Revolucionario, con ajusticiamientos y reaccionario.

La historia del 2006 aún no se ha escrito. El autor de Indicador Político presenta hoy el libro, La comuna de Oaxaca. Crónicas oaxaqueñas de una crisis del sistema político priísta, editado por la Universidad AutónToma de Ciudad Juárez, y con ello contribuye cuando menos a situar el contexto del conflicto. En el prólogo, el escritor René Avilés Fabila aporta un certero marco de referencia:

El problema oaxaqueño se desató por incapacidad política, porque el viejo autoritarismo no ha sido capaz de modificar su conducta y porque, del otro lado, la oposición mexicana jamás encuentra los mecanismos para enfrentar al poder despótico que viene de muy lejos, acaso del encuentro y fusión de dos absolutismos: El europeo y el azteca, el que el español haya vencido y dominado brutalmente y un periodo colonial que dura poco más de trescientos años, produce figuras peculiares: Caudillos, emperadores, tiranos y toda clase de dictadores que en el siglo XX encuentran la perfección en lo que Mario Vargas Llosa denominó con sarcasmo la dictadura perfecta: El PRI a su vez, los movimientos libertarios o insurgentes no han tenido más remedio que seguir la ruta violenta: De la Independencia a la Revolución, pasando por el triunfo Liberal y concluyendo con las sublevaciones cristeras y el surgimiento de los movimientos guerrilleros luego de 1968. Los resultados son inalterables: La sociedad civil es afectada con graves consecuencias, en este caso, la oaxaqueña, al quedar presa entre el Gobierno estatal y la APPO.

Algo semejante observa Carlos Ramírez en México y en el caso concreto de Oaxaca. La pugna gobierno-APPO se entrampó y produjo la derrota de ambas fuerzas. El problema es que --Ramírez sigue con Camus-- no hay quien condene “los excesos de ambos lados”: Ni la represión del gobierno de Ulises Ruiz ni el vandalismo de los insurrectos. Así las cosas el conflicto se estancó y cada tanto reaparece de formas toscas y rudimentarias.

El caso de la APPO presenta, desde luego, variantes que requieren explicación.

Dentro del esquema Estado-sociedad o mejor dicho Estado versus sociedad, no han aparecido las voces sensatas que aboguen por la sociedad e intenten mediar con el poder para que las contradicciones sean mínimas. Los intelectuales son visibles ausentes y los periodistas más reconocidos se han dejado llevar por la polarización, siguiendo el esquema elemental y lerdo que ha conseguido imponer el PRD, el de una lucha de buenos y malos, donde los malos, las eternas víctimas del perverso poder son los seguidores de Cuauhtémoc Cárdenas primero y ahora los de Andrés Manuel López Obrador, quienes al contrario de aceptar errores y modificar estrategias, optan por el papel de mártires. No obstante, donde tienen el poder como en la Ciudad de México, los papeles se invierten y PAN y PRI asumen su carácter de oposición víctima de la arrogancia del PRD. De este modo, cuando un comunicador sale de un medio, la razón le asiste: Fue sin duda triturado por los malos, los que detentan el poder y no hay análisis o dato que pueda oponérsele, como ha sucedido en el caso de Carmen Aristegui, convertida en mártir sin hacer ninguna investigación seria, siguiendo únicamente las voces de sus amigos y admiradores.

La APPO, como aprecia Carlos Ramírez, se vistió con los ropajes del débil y Ulises Ruiz se mantuvo como villano, particularmente cuando intentó por la fuerza levantar el plantón de maestros. Nadie supo, a partir de entonces, cómo negociar, cada quien se aferró a su postura y los medios asumieron simpatías y antipatías conforme al modelo tradicional de dividir a los confrontantes en Jekyll de un lado y Mr. Hyde del otro, sin recordar que Borges precisaba que nadie es por completo ni uno ni otro.

La insurrección de la APPO, en sus orígenes, fue un intento serio de modificar el rumbo del estado, muy pronto, por desgracia, se convirtió en un grupo de choque, conflictivo y destructivo, orientado no por ideas sino por consignas y gritos, ofensas y exageraciones. El ritual al que una imaginaria izquierda egresada de dos autoritarismos, del PRI y del PCM y de grupos de líderes sociales salidos de las cloacas y que ahora los vemos poderoso y ricos, corruptos, en una palabra. Nadie ganó en Oaxaca porque el gobernador supo y pudo quedarse en el cargo, pero más parece una pieza de museo o un prófugo que trabaja escondiéndose, que alguien con poder real. La pregunta que pareciera natural para los integrantes de la APPO, estudiantes y maestros, es la siguiente: ¿recordarán que lo que dañan a veces de forma irreparable le pertenece al pueblo oaxaqueño que dicen representar, al país y a la ciudad que es patrimonio de la humanidad? ¿O de plano el vandalismo es revolucionario como suponían los talibanes hoy en plena fuga? ¿Sabrán que debaten sin argumentos o gritando consignas fastidiosas y gastadas sin propuestas reales fuera de querer el retiro voluntario de las autoridades?

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