Las filtraciones, rumores y conjeturas apuntan a la guerrilla como responsable del presunto secuestro de Diego Fernández de Cevallos, que posee indefectiblemente, un mensaje político que hasta aquí no ha sido dado a conocer.
Jorge Lofredo
Todas las filtraciones, rumores y conjeturas apuntan hacia un mismo lugar: la responsabilidad guerrillera en el presunto secuestro de Diego Fernández de Cevallos. La complejidad de la delicada situación, el prolongado lapso transcurrido y el contexto político-social componen un espacio vacío y de incertidumbre ideales que, por falta de información fehaciente, se va poblando con estas especies.
Y es precisamente por la misma razón, la carencia de datos duros, que no resulta convincente la confirmación o negativa de las responsabilidades que se esgrimen.
La posible participación de una organización político-militar clandestina, el paso del tiempo (que puede considerarse como parte del lineamiento de la guerra popular prolongada que sostienen), el peso de la figura política y el propio reconocimiento que hizo Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP) –en una entrevista realizada por el periodista Alejandro Jiménez de El Universal– sobre la utilización de esta modalidad como forma de financiación, pueden acomodarse como característica y objetivos de este tipo de grupos, al que debe sumársele el silencio que sostiene desde hace más de un año.
Sin embargo, caben las interrogantes acerca de que si alguna de ellas posee la infraestructura necesaria para una acción semejante (que ni la improbable unidad de todas ellas parece alcanzar) o si un grupo de otro tipo está utilizando una imagen política para enmascarar objetivos no políticos. Para el caso es posible considerar los diversos reportes que refieren a modalidades que eran utilizadas únicamente por organizaciones guerrilleras y a las que ahora también incurren grupos armados sin fines políticos en el contexto de guerra contra el narcotráfico. Esto lleva a otra consideración casi obligada: con el poderío demostrado por estas bandas, ¿cómo se llega a la conclusión que este suceso sea de responsabilidad guerrillera y qué llevó a descartar a grupos no guerrilleros de esta acción?
Para la eficacia de una acción así, no alcanza considerar la previsibilidad que ofrece la similitud con acciones similares anteriores; por el contrario, el factor sorpresa es un elemento esencial en organizaciones políticas clandestinas que por su propia definición de debilidad y asimetría de fuerzas los volvería de inmediato identificables. Y si a pesar de todo les cabe alguna responsabilidad, entonces estarían procurando una situación de reposicionamiento en el escenario político (el salto de grupo testimonial a otro de ofensiva, capaz de sostener en el tiempo el secuestro de una persona pública), de financiación de la organización y publicidad para su causa.
Este último elemento, la publicidad de sus acciones, es fundamental para estos grupos. Si bien esta acción es resonante y “habla por sí misma” continúa ausente la reivindicación, su contenido político. Si la idea es voltear la mirada a experiencias anteriores, se percibe nítidamente que la ausencia de mensajes políticos en cualquier tipo de acción anterior ha sido utilizada en contra de ellas y que, sólo a modo de ejemplo, han servido en parte para la solidificación de la leyenda negra que pesa sobre el PROCUP, cuya continuidad es el eperrismo y que es el espacio de donde proviene TDR-EP.
Es por ello que la “invisibilidad” en este suceso fortalecería el estigma que las embarga desde sus orígenes e hipotecaría cualquier búsqueda de legitimidad en esta guerra de largo aliento que proponen en sus documentos doctrinarios. Y es bien sabido que cada acción que encaran contiene un límite demasiado tenue que fácilmente puede ser vaciado de contenido político. Para ello se incluye la idea de la inexistencia de objetivos ideológicos y en cambio sí se destacan los económicos.
Toda acción de la guerrilla posee, indefectiblemente, un mensaje político que hasta aquí no ha sido dado a conocer. Y aunque en ocasiones su silencio “habla” –especialmente cuando se encuentran en la etapa de acumulación de fuerzas en la clandestinidad– este no es precisamente el caso, porque a semejante iniciativa le correspondería la búsqueda fundamental de la amplificación de sus demandas.
Jorge Lofredo
Todas las filtraciones, rumores y conjeturas apuntan hacia un mismo lugar: la responsabilidad guerrillera en el presunto secuestro de Diego Fernández de Cevallos. La complejidad de la delicada situación, el prolongado lapso transcurrido y el contexto político-social componen un espacio vacío y de incertidumbre ideales que, por falta de información fehaciente, se va poblando con estas especies.
Y es precisamente por la misma razón, la carencia de datos duros, que no resulta convincente la confirmación o negativa de las responsabilidades que se esgrimen.
La posible participación de una organización político-militar clandestina, el paso del tiempo (que puede considerarse como parte del lineamiento de la guerra popular prolongada que sostienen), el peso de la figura política y el propio reconocimiento que hizo Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP) –en una entrevista realizada por el periodista Alejandro Jiménez de El Universal– sobre la utilización de esta modalidad como forma de financiación, pueden acomodarse como característica y objetivos de este tipo de grupos, al que debe sumársele el silencio que sostiene desde hace más de un año.
Sin embargo, caben las interrogantes acerca de que si alguna de ellas posee la infraestructura necesaria para una acción semejante (que ni la improbable unidad de todas ellas parece alcanzar) o si un grupo de otro tipo está utilizando una imagen política para enmascarar objetivos no políticos. Para el caso es posible considerar los diversos reportes que refieren a modalidades que eran utilizadas únicamente por organizaciones guerrilleras y a las que ahora también incurren grupos armados sin fines políticos en el contexto de guerra contra el narcotráfico. Esto lleva a otra consideración casi obligada: con el poderío demostrado por estas bandas, ¿cómo se llega a la conclusión que este suceso sea de responsabilidad guerrillera y qué llevó a descartar a grupos no guerrilleros de esta acción?
Para la eficacia de una acción así, no alcanza considerar la previsibilidad que ofrece la similitud con acciones similares anteriores; por el contrario, el factor sorpresa es un elemento esencial en organizaciones políticas clandestinas que por su propia definición de debilidad y asimetría de fuerzas los volvería de inmediato identificables. Y si a pesar de todo les cabe alguna responsabilidad, entonces estarían procurando una situación de reposicionamiento en el escenario político (el salto de grupo testimonial a otro de ofensiva, capaz de sostener en el tiempo el secuestro de una persona pública), de financiación de la organización y publicidad para su causa.
Este último elemento, la publicidad de sus acciones, es fundamental para estos grupos. Si bien esta acción es resonante y “habla por sí misma” continúa ausente la reivindicación, su contenido político. Si la idea es voltear la mirada a experiencias anteriores, se percibe nítidamente que la ausencia de mensajes políticos en cualquier tipo de acción anterior ha sido utilizada en contra de ellas y que, sólo a modo de ejemplo, han servido en parte para la solidificación de la leyenda negra que pesa sobre el PROCUP, cuya continuidad es el eperrismo y que es el espacio de donde proviene TDR-EP.
Es por ello que la “invisibilidad” en este suceso fortalecería el estigma que las embarga desde sus orígenes e hipotecaría cualquier búsqueda de legitimidad en esta guerra de largo aliento que proponen en sus documentos doctrinarios. Y es bien sabido que cada acción que encaran contiene un límite demasiado tenue que fácilmente puede ser vaciado de contenido político. Para ello se incluye la idea de la inexistencia de objetivos ideológicos y en cambio sí se destacan los económicos.
Toda acción de la guerrilla posee, indefectiblemente, un mensaje político que hasta aquí no ha sido dado a conocer. Y aunque en ocasiones su silencio “habla” –especialmente cuando se encuentran en la etapa de acumulación de fuerzas en la clandestinidad– este no es precisamente el caso, porque a semejante iniciativa le correspondería la búsqueda fundamental de la amplificación de sus demandas.
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